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Actualizado el 31 de Mayo de 2017

KiVa en Chile: las metas que busca el exitoso sistema contra el bullying

La metodología finlandesa se lanzó oficialmente en el país, con un desafío que va más allá de terminar con el acoso escolar, sino que también hacer conciencia de que los pares pueden hacer la diferencia.

Por María Gabriela Salinas
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Un niño indefenso se enfrenta a las burlas y hostigamiento de uno de sus compañeros. Alrededor, sus pares miran la escena. Esta situación ficticia puede ser una realidad en más de un colegio chileno, situación que la implementación del método finlandés KiVa pretende terminar, pero no enfocándose en víctima y victimario, sino que en “ellos”, en los demás.

El programa KiVa comenzó a implementarse en marzo de 2017 en 26 colegios de la Región Metropolitana de forma oficial, teniendo como objetivo controlar los casos de hostigamientos escolares que se viven en el país. La metodología traída desde Finlandia y adaptada para el contexto local considera que -según un estudio de la Universidad Católica- el 4,5% de los estudiantes chilenos se sienten víctimas de bullying, mientras otro 12% está en el tramo que varía entre hostigador y hostigado. Sin embargo, lo que hace atractivo al sistema -y que se destaca como base de su éxito- es el enfoque: ya no es el matón y la víctima los importantes, sino que la reacción de los espectadores los que podrían determinar si un niño o no puede sufrir vulnerabilidad escolar.

“Las escuelas no es tan sólo del logro académico. Las relaciones entre los pares de la mayor importancia; son fuentes de gozo, pro a veces pueden ser fuente de sufrimiento”, recalcó Christina Salmivalli, académica gestora del programa que hoy llega a Chile.

Finlandia se podría considerar un país “pequeño”. Con una población de 5.5 millones de habitantes, tiene un total de 2.400 colegios educación básica, entre el primer y noveno grado (lo que en Chile sería I° medio). Pese a tener los primeros lugares de las pruebas PISA, el país tenía un índice negativo: cerca del 10% de la población escolar no lo pasaba bien en sus colegios. Es decir, era víctima de problemas en la convivencia escolar.

Para entender este fenómeno, primero es necesario definir el hostigamiento, acoso o bullying, entendido como una conducta dañina repetitiva y sistemática en una persona que se ve más débil. La víctima tiene un estatus social más bajo y encuentra muy difícil defenderse a sí mismo. Este tipo de violencia se diferencia de peleas de dos niños iguales o que se consideran pares. Asimismo, el bullying puede tener consecuencias severas y a largo plazo en quien lo sufre: ser víctima de bullying, por ejemplo, es una factor de riesgo en la depresión adultos, mientras quienes cometen los hostigamientos tienen a validar las agresiones como forma de conducta siendo más propensos a cometer acciones criminales.

“El bullying está en todas partes. Entre un 10 y 30% de la población estudiantil sufre bullying a nivel mundial“, destaca Salmivalli. Por ellos, el KiVa se basa en la investigación y en el rol de los testigos de bullying. “Todo antes se trataba del matón y la víctima. Sin embargo, comenzamos a hacer una investigación distinta. Al ver el rol de los espectadores -cómo responden y cuáles son las concecuencia de sus accione- nos dimos cuenta que la mayor parte tienen actitudes en contra del bullying, pero cuando están en grupo se mantienen la conducta del bullying y las estimulan. Pueden no hacer nada o reforzar a los matones, como por ejemplo riéndose“, expuso la creadora del sistema durante su lanzamiento en Chile.

Y es que los testigos son importantes. “Los estudiantes que sufren el bullying y tienen un par que los apoya, se siente mucho mejor y se sienten menos deprimidos. Es crucial tener alguien, incluso una sola persona que diga ‘tu estás bien y lo que otros están haciendo está mal'”, contó Salmivalli, recalcando que “el recuerdo más traumático para quienes sufrieron hostigamiento no era las acciones del matón, sino que a todos parecía no importarles, todos se reían y no hicieron nada“.

Si bien reconoce que la ansiedad social es un factor de riesgo, el contexto de la sala de clases es más importante que las personalidades de los involucrados en la relación víctima-victimario. “No necesitamos a cambiar a los estudiantes victimizados y hacerlos menos vulnerables. No deberíamos cambiar los factores de vulnerabilidad, podemos cambiar a la reacción de los testigos y con eso reducir la perpetuación del bullying”, destacó la investigadora.

“Las víctimas tienen que sentir que son ayudadas y, con el conjunto con los estudiantes, crear conciencia de que somos todos parte de esto: el grupo puede ser parte del problema… y de la solución“, concluyó la docente.

Con la implementación del programa en Chile -el primer país sudamericano en importar el método-, se esperan tener los primeros resultados en noviembre, intentando tener cifras similares a las de Finlandia: en el primer año de la implementación del programa la percepción del bullying en clases pasó de un 10 a un 4%. Asimismo, bajó ansiedad social de los estudiantes, teniendo una recepción más positivas de los pares, mientras que la motivación académica aumentó.

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