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Actualizado el 18 de Octubre de 2017

Camila Gutiérrez, Joven y Alocada: “¿Qué creen? ¿Que abortar es rico?”

La escritora habla sobre su nueva película, sus dos años en Nueva York y de la interrupción del embarazo en tres causales.

Por Consuelo Olguín
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Camila Gutiérrez se hizo conocida por el blog Joven y Alocada, cuyo contenido se plasmó en una película y posteriormente en un libro con el mismo nombre. La religión y sus represiones asociadas son temas que cruzan tanto su vida personal como a sus obras, donde cuenta de manera ficcionada cómo es vivir en una familia evangélica que impone su estricta visión de mundo.

La escritora volvió hace pocos días a Chile. Estuvo dos años haciendo un magíster de Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York, donde se enfocó en lo que será su tercer libro titulado Ni la Música me Consuela, mientras en paralelo se dedicaba a la escritura del guión de Princesita, película dirigida por Marialy Rivas que se estrenará el 19 de octubre en Chile. Tanto el libro como la película hablan sobre la religión desde focos extremos.

Con esos temas rondándole, y a pesar de la distancia, Camila Gutiérrez siguió de cerca el debate por el proyecto de aborto en tres causales y la discusión valórica que se generó. Reconoce que celebró la aprobación, pero no se pierde al decir que “es lo mínimo”, y advierte un componente religioso que subyace: “Gente que es conservadora con el tema del aborto, no quieren que las mujeres la saquen fácil. Piensan que debe haber un sufrimiento asociado para que de alguna forma tú estés redimida (…) Si no estás diciendo que es lo peor que te pasó, que te sentiste culpable, que estuviste tres años soñando con la guaguita muerta, es como si no te perdonaran” dice en entrevista con El Dínamo.

-Joven y Alocada fue un éxito en el cine chileno, ¿cuáles son tus expectativas con Princesita?

-Que se genere una conversación. Lo bonito con Joven y Alocada es que las primeras veces que mostramos la película se acercaba gente al final a contarnos cosas. Había mucha gente que encontraba un lugar de identificación sobre el que se generaba un diálogo. No sé si con Princesita el lugar de identificación va a ser tan inmediato porque es una película más hardcore. Se trata de cómo ser mujer en un mundo dominado por los hombres, trata el tema del abuso sexual y psicológico.

-En ambas está presenta la religión como un ente represor. ¿Qué tecla quieres tocar esta vez?

-Lo que nos interesaba de las sectas es que son una especie de muestra laboratorio de cómo funciona el mundo. La gente puede decir ‘oye qué excesivo lo que hicieron los hueones de la secta’, pero en el fondo se replican en todas la cosas que hay en el mundo, como el patriarcado y otras dinámicas sociales. En una secta se extreman y se ven con mucha claridad.

-Hay un tema de abuso explícito también.

-Al inicio era una película mucho más naif, como Joven y Alocada, de una niña que se rebelaba ante ciertas imposiciones de un sistema social. Luego nos fuimos dando cuenta que lo que había en el corazón de esta película era el tema del abuso que era crucial. La niña de la película se relaciona ambiguamente con esto; de alguna forma siente placer, pero también horror. Lo que hace el abusador es enloquecer a la víctima en tanto que se puede sentir esa ambigüedad como víctima. Muchas mujeres han sido abusadas y no se habla mucho. Con la Marialy empezamos a cachar la cantidad de gente cercana que teníamos que había vivido experiencias así. Esto cuesta mucho hablarlo porque como víctimas se supone que tienes que tener la vergüenza de cargar con eso y no el victimario. Es una serie de operaciones machistas para que las mujeres se sientan como el forro.

Registrar el fracaso

-¿Cómo te fue en Nueva York?

-Entiendo que Nueva York es una burbuja dentro de Estados Unidos. Es un lugar muy inclusivo con sus inmigrantes, pero ahora está Trump. No es que tenga el ánimo de decir lo bacán que es EE.UU. y todo lo que aprendí de ese país increíble y que Chile es una mierda. Los dos países tienen sus dificultades, solo que tuve el privilegio que la universidad y la beca fuera en ese lugar y no en Texas. Típico que uno tiene esta idea para el año nuevo de hacer el balance de tu año. Obvio que he estado pensando en qué he aprendido, pero tengo muy poca claridad al respecto.

-¿A qué te enfrentaste allá en lo académico?

-Llegué con la idea que iba a hace dos libros, uno por año. Ni siquiera he terminado uno. Cuando terminé el magíster fue como ‘cresta, a qué vine’. Me enfrenté a que los procesos son más lentos de lo que uno piensa y a que tal vez soy una persona que necesita mucha presión para escribir. Esta situación ideal de tener todo el tiempo del mundo me enloquecía. Fue rudo. Suena muy problema del primer mundo, pero era heavy porque yo decía ‘tengo que estar siendo muy feliz ahora. Estoy en una situación súper privilegiada, estoy becada por esta universidad gringa, tengo dos años para escribir’. Pero me costó acostumbrarme a la intensidad, al tamaño de la ciudad y armar una vida en torno a eso. Claro que veía la situación de privilegio en la que estaba pero fue enfrentarme a que fallé en mis propósitos.

-¿Qué tan presente está el fracaso en el proceso de la escritura?

-Creo que uno tiene más páginas escritas que descartar que para publicar. En ese sentido me sirvió un poco mi incursión periodística porque tienes un editor que te dice ‘esto chao’. No está eso de que es tu arte. Agarras otro vínculo con los textos. La falta de piedad con uno mismo es algo que tengo desarrollado, pero igual es duro. El otro día estaba leyendo un libro de la Zadie Smith que se llama Fracasar Mejor. Ahí dice que sería la raja que los escritores hiciéramos una especie de mapa de nuestros fracasos, lo que esperábamos del libro, lo que no pudimos hacer. Al final es mucho más errático. Un texto, o una película, se arma mucho más de lo que no pudiste hacer, de los fracasos.

-Hace poco Matías Rivas dijo que eras parte de una generación de escritoras jóvenes “osadas y crudas”. ¿Te sientes así?

-Lo que me gustó de ese artículo es que no tenía tanta pretensión generacional. Nombraba a escritoras que le gustaban a él y le puso un título. Pensé qué bacán que alguien te nombre, porque es una lata cuando te ponen con 15 minas sólo porque son minas. El otro día veía que a la Constanza Gutiérrez le preguntaban por la Arelis Uribe en una entrevista, porque las dos tienen libros con títulos de perros y son mujeres. No tienen nada que ver como escritoras. Esas cosas me parecen medias molestas, pero en este caso me pareció bien. No sé si me siento osadísima y cruda pero me gustó la voluntad del artículo.

-¿Cómo asumes el oficio de ser escritora?

-Antes me parecía que sonaba súper pasado a caca decir ‘soy escritora’. Pero no sé si es porque estoy más grande que ya no me importa. Antes me sentía más cómoda diciendo ‘soy periodista’, porque nadie espera que estés a la altura de algo. Pero ahora me parece más una patudez decir que soy periodista cuando he ejercido el periodismo mucho menos últimamente. Y estoy escribiendo y me lo tomo profesionalmente.

El aborto y el sufrimiento

-¿Celebraste la aprobación del aborto?

-Ese día vi TV Senado por primera vez en mi vida. ¿Celebré? Sí. Pero de esas celebraciones medias charchas. Celebré porque hay mucha gente que ha estado trabajando por esto y celebro por esa gente que se la jugó por ese proyecto. Pero falta todo todavía. Fui al  ginecólogo en NY y allá te preguntaban si tu pareja sexual es hombre o mujer, algo totalmente desprejuiciado.  Conozco gente que ha abortado allá y cuando saben que estás embarazada, (los doctores) te preguntan qué quieres hacer. Esa es la primera pregunta. Lo que me pasó acá en Chile, cuando fui al doctor lo primero que hizo fue ponerme, sin preguntar, el latido de la guagua en la oreja, lo que a mí me pareció tremendamente violento. Me importó una raja. No cambió para nada mi decisión, sólo me impresionó la violencia médica. Falta que la pregunta sea qué quieres hacer, que la decisión es de la mujer.

-¿Estás por el aborto libre?

-Totalmente. No entiendo por qué estamos discutiendo esto. Y qué terrible que tengamos que perder tiempo hablando de esto. Celebro lo del aborto en tres causales porque estaba muy poco optimista. La gente tiene una resistencia muy inmensa a que las mujeres decidan en el tema que sea.

-¿Qué crees que pasaría si se aprobara? Los conservadores dicen que sería una práctica masiva.

-Yo me puedo sacar un diente si quiero y no me voy a ir a sacar dientes todos los días porque duele, es molesto. ¿Qué creen? ¿Que abortar es rico? Al menos yo me sentí pésimo, me dolió, vomité. No es algo que me muero de ganas de andar haciendo todos los días. Conversando con gente que sí ha podido optar, porque viven en otros países donde el aborto sí es legal, me han dicho que han tenido un rato para pensarlo. Cuando te dan esa posibilidad incluso puede que llegues a querer tenerlo. Lo que me apesta de la discusión es que uno tiene que decir obviedades.

-En una columna dijiste que el aborto sólo se valida si se enfatiza en el dolor de la mujer.  

-Gente que es conservadora con el tema del aborto, no quieren que las mujeres la saquen fácil. Piensan que debe haber un sufrimiento asociado para que de alguna forma tú estés redimida. Lo que me abrió los ojos sobre eso es un libro que se llama la Teoría King Kong. La autora hablaba sobre que a ella la habían violado. Y contaba que años después se había encontrado con otra mujer que también la habían violado y que había escrito sobre eso con una actitud muy punketa al respecto, que le decía: ‘No te estoy diciendo que no es terrible lo que te pasó, pero sigue tu vida’. Y con esto vuelvo al tema del abuso y Princesita, es como que la persona tuviera que cargar la culpa y exhibir esa cosa culposa. Como si la mujer, además de ser violada, tuviera que estar sufriendo todo el tiempo por eso y así se limpiara un poco de su violación. En cambio, si la mujer dice ‘esto fue una experiencia de mi vida horrible, pero quiero seguir con mi vida’, se levanta una sospecha sobre ella.

-¿Y pasa eso mismo con el aborto?

-Cuando leí esto me di cuenta que opera algo similar sobre el aborto. Si no estás diciendo que es lo peor que te pasó, que te sentiste culpable, que estuviste tres años soñando con la guaguita muerta, es como si no te perdonaran. Esto es lo que pasa, por eso estamos hablando de tres causales, porque para estas personas una mujer solo limpia su experiencia en tanto que lo pasa como el orto. Entonces ahí eres perdonada. Es una cosa muy católica, de sufrimiento y perdón. Yo no encuentro nada de malo no sufrir al respecto.

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