Algramo: la empresa chilena campeona mundial de emprendimiento en Silicon Valley
La startup nacional se quedó con el concurso The Venture, organizado por Chivas Reagal y que busca promover los proyectos que generen un impacto positivo en la sociedad, y de paso consiguió 300 mil dólares de premio, superando a concursantes de Estados Unidos, Inglaterra, Japón y China, entre otros. Esta es la historia de cómo llegaron a ganarse ese premio.
Al principio pensaban que era de la PDI. Que ‘¿qué hacían sus hijos?’ ¿En que qué trabajaban?’ Eran tantas las preguntas que hacía José Manuel Moller a sus vecinos de la población Joao Goulart en La Granja, que la gente creía que era un “tira” encubierto. Luego, al ver que vivía con más amigos, los vecinos creyeron que eran “una comunidad gay exiliada de los cuicos”. “Siempre trataban de encasillarnos en algo”, dice Moller entre risas. Pero la verdad era mucho más simple que las sospechas de los vecinos.
Años antes de irse a La Granja, el ahora ingeniero comercial de la UC era voluntario de Un Techo Para Chile. Allí trabajó en la construcción de casas definitivas con los dirigentes sociales. Y pese a que lo cataloga como una buena experiencia, Moller señala: “El voluntariado sirve mucho más para el voluntario que para la persona. Para que se generen soluciones reales no basta con ir a visitarlo los fines de semana, sino que hay que estar codo a codo”.
Fue en 2011 cuando decidió irse a vivir al sector junto a otros cuatro estudiantes de la PUC. Algo que pocos entendían. “¿Por qué quieres venir para acá si yo quiero salir de aquí?”, era la pregunta que más se repetía entre los vecinos. La respuesta de Moller: para ayudar a la gente, primero hay que entender cómo viven.
De vivir con su familia en Huechuraba, Moller pasó a habitar en una de las comunas más pobres del país. Lo acompañaron Diego Vela, ex presidente de la Feuc; Rodrigo Echecopar, actual jefe de gabinete de Giorgio Jackson; Martín Castro, integrante de la Fundación Teatro a Mil, y Nicolás Marshall, miembro del área de políticas públicas de la UC. No había una motivación religiosa detrás, tampoco un suerte de estudio sociológico. La idea era “cuestionar” lo que estudiaban. Y de paso cuestionar lo que su facultad les enseñaba. La misma que fue el semillero de los Chicago Boys. Y la misma que tiene como ex alumnos a Carlos Alberto Délano, Carlos Eugenio Lavín, Hugo Bravo y Pablo Wagner, los denominados “Pentaboys” que son investigados por delitos de cohecho, soborno, uso de información privilegiada y evasión tributaria, entre otros.
Viviendo en La Granja durante un año y medio, Moller y sus compañeros enfrentaron los mismo problemas que aquejan a la comunidad: inundaciones en invierno, tráfico de drogas, robos, etcétera. Pero hubo uno al que Moller le afectó de manera más directa. Él era el encargado de juntar la plata en la casa y hacer las compras. Y si bien todos tenían trabajos part time –porque aún estudiaban- el dinero no abundaba. Ya no vivían bajo el alero de sus familias. Así que hacían las compras en los almacenes del barrio en pequeñas cantidades. Juntando teoría y práctica, Moller se dio cuenta de algo que, años después, lo llevaría a crear su propia empresa: comprar productos en formatos pequeños resulta mucho más caro para la gente con menos recursos económicos. “Algramo surge porque a mí me empezó a afectar el problema, no porque le haya preguntado a las señora Juanita”, dice.
En 2012 el estudiante, junto a su socio Salvador Achondo encargado de producir la tecnología necesaria, comenzó con un proyecto que él mismo lo cataloga como “la revolución de la compra inteligente”. ¿Su funcionamiento? Tener dispensadores de productos en el almacén. Así la persona que no puede pagar por un kilo de arroz, compra a granel la cantidad que necesita y con envases retornables. ¿El resultado? Las personas se ahorran hasta un 40% de lo que gastarían normalmente comprando en formatos pequeños.
Hoy Algramo vende cinco productos –arroz, lentejas, garbanzos, porotos y detergente- y tiene presencia en 162 almacenes en Santiago. En junio de este año fueron el representante de Chile en una competencia internacional en Silicon Valley -organizada por Chivas Regal- en la que los premios a repartir son un millón de dólares. La competencia que terminaron por ganar, recibiendo 300 mil dólares. Con esa plata, Algramo busca expandirse a regiones. Incluso India y África están entre sus planes.
-Actualmente hay una proliferación de empresas motivadas por un sentido social. ¿A qué responde eso?
-Somos como 70 empresas B en Chile. Eso habla de muchas cosas. Uno de una generación muy potente de ONG y voluntariado que hubo en el país y que hoy tiene un espíritu un poco más crítico. Creo que antes estaba súper claro el paradigma entre empresa y ONG, no existía nada entre medio. Y ahora las empresas B, más que una certificación, es un movimiento de empresa que piensa distinto: cambia la lógica de maximización de utilidades y busca impacto social y medioambiental de manera rentable.
-¿Qué gatilla ese cambio?
-Chile es uno de los países más desiguales del mundo. Somos parte de una generación que nos cansamos de la lógica tradicional y nos atrevemos a cuestionar los estándares que existen. Somos una generación que no tiene ningún tipo de relación con la dictadura, no estamos peleando contra la derecha o la izquierda, sino contra la desigualdad y las injusticias.
-¿Se ve desplazado el voluntariado con las empresas B?
-El voluntariado debiese ir emigrando. Creo que siempre debiese existir, pero los cambios más potentes van a venir de la empresas sociales porque son independientes. Hoy una ONG depende de quién la mantiene. Eso fue un tema que me marcó y por eso quise hacer una empresa. Por ejemplo, cuando estaba en el Techo uno de nuestros auspiciadores eran empresas con las que yo no estaba totalmente de acuerdo en lo que hacen. Yo estaba en una organización anti Pascua Lama y al Techo lo financiaba en parte, Barrick Gold, que son los que estaban haciendo el proyecto minero. Ese tipo de incongruencias me molestó y esas son las cosas que hay que ir eliminando de principio a fin.
-¿Cómo se logra el equilibrio en este modelo que buscan impulsar?
-Empresas B establecen una ruta, no una norma: cada empresa adopta su política. En nuestro caso es que la gente ahorre más de lo que nosotros ganamos. Si hoy la familia está ahorrando un 40%, nosotros debemos estar ganando en torno al 20%. Yo sé perfecto cuánto vende mi competencia en los almacenes de barrio. O sea, sé cuánto más barato soy yo. Y con eso, puedo saber cuánto está ahorrando la gente. Mi competencia muchas veces no son las empresa que producen, si no los distribuidores. Hay empresas de marketing que hacen campañas brutales y que tienen que recuperar eso aumentando el precio. Nosotros apuntamos a algo que tenga más sentido.
-¿Entonces no van a tener ningún tipo de publicidad?
-Si alguien nos quiere regalar publicidad feliz, pero no vamos a encarecer los productos por gastos de marketing.
-¿Por qué se hace necesario una ruptura del modelo?
-El modelo tradicional que hay en Chile, y es el que enseñan en mi facultad, es el del chorreo. Llevamos 40 años de un sistema económico que cree que con crecimiento se solucionan los problemas. Y llevamos 40 años en que las empresas y efectivamente el país, crecieron, pero la desigualdad se mantuvo o incluso se pronunció. Entonces está demostrado que el modelo y esa lógica no es suficiente. La diferencia entre el que gana más y el que gana menos en la OCDE es 32 veces, en Chile esa diferencia es más de 100 veces. Eso es la cuna de la desigualdad.
-El éxito de grandes empresas muchas veces pasa por lograr su objetivo sin importar el daño medioambiental o incluso sin considerar la calidad de vida de sus trabajadores…
-Esa es una generación que creen firmemente, que ellos hacen un aporte al maximizar utilidades. Su único indicador de éxito son las utilidades de la empresa. Nosotros lo usamos pero desde un punto totalmente distinto. Un objetivo de cualquier empresa que se dice ser social debe ser reducir la desigualdad y el impacto medioambiental. Esas son las dos variables para la sostenibilidad. Son cosas que gran parte de las empresas no están considerando o creen que la están haciendo al tener un área de responsabilidad social empresarial. Es absurdo que una empresa tenga un área social, porque quiere decir que todo lo demás que hace no tiene nada que ver con lo social.
-Los casos de grandes empresarios que incurren en colusión, corrupción, evasión de impuestos parecen ser constantes. ¿Qué te dicen estos hechos, como el caso Penta?
-Si es un caso que se vincula con política creo que es mucho más grave. Cuando tu único fin es ganar más riquezas vas a hacer todo lo posible y usar todos los medios para ganarla. Si el incentivo lo tienes en la maximización vamos a seguir teniendo estos problemas. La gente va a hacer los máximos esfuerzos legales o ilegales para llegar a su objetivo.
-Délano, Lavín, Wagner, Bravo, Bilbao -por nombrar solo algunos- estudiaron en tu facultad. Incluso el decano de la UC dijo que rechazaban este tipo de conductas porque estaban “reñidas con la ética y constituyen un delito”. ¿Era necesario marcar esa distancia?
-Se agradece que exista esa crítica de parte de la facultad, es muy necesario. Incluso muchos de nuestros profesores que hoy están ejerciendo han estado involucrados en casos de colusión. No es tan difícil investigar y encontrarlo. Hace falta una revisión en las escuelas de administración porque tenemos profesores que, como los curas que son mandados a otra región y siguen siendo curas abusadores, han estado vinculados a estos casos y siguen haciendo clases en otras facultades. Se ve muy por encima las colusiones, los conflictos de intereses, pero tenemos profesores que están ejerciendo y están igual de vinculados que la gente que sale en la tele. Y peor aún: están haciendo clases a alumnos que están aprendiendo.
-¿Qué principios se enseñan en ingeniería comercial de la UC?
-La facultad aún sigue pensando que el único modelo que sirve es el crecimiento y que eso es lo que trae la solución a todos los problemas. Eso es lo que se enseña en la gran mayoría de facultades de administración, no solo en la Universidad Católica. El modelo se vanagloria de tener un país crece de manera muy rápida y sana, cosa que comparto, pero eso no soluciona ningún tipo de problemas e incluso genera otros como la corrupción y colusión de empresas.
-De lo que aprendiste en la universidad ¿hubo algo que te hiciera sentido para crear Algramo?
-Aprendí la lógica actual del modelo empresarial y Algramo sabe dialogar muy bien con esa lógica tradicional de las grandes empresas. Pero la formación más valórica vino por un factor externo, por el contacto con los dirigentes, viviendo en una población y entrecruzando el conocimiento. Mientras yo vivía en una población, habían profesores que me enseñaban lo contrario en cuanto a empresas.
-¿Qué te parecen las reformas que pretende reducir la brecha de la desigualdad?
-Como Algramo estamos dispuestos a pagar más impuestos si es para tener una educación gratuita, salud de calidad, si es para fortalecer los servicios para las familias que nosotros mismos queremos ayudar. Sería absurdo estar en contra. Los mecanismos son discutibles, hay que ver, de hecho todavía no se sabe muy bien de qué manera la reforma tributaria va a afectar a las pymes. Como dicen todos: la reforma tributaria tiene que pegarle al gran empresario y no a la señora que vende sopaipillas.