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11 de Julio de 2016

Alberto Mayol: "Lagos ofrece lo mismo que Bachelet y que fue irreal, estabilizar a empresarios y estudiantes"

En esta entrevista, el sociólogo hace un análisis de la clase política actual y cuáles son los escenarios ante el movimiento estudiantil y las próximas elecciones presidenciales.

Por Redacción
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Las élites no son personas, por lo tanto, aunque mueran las personas no mueren las élites”, dice el sociólogo Alberto Mayol, como parte de la tesis central de su nuevo libro: “Autopsia, ¿de qué se murió la elite chilena?” (Editorial Catalonia). En ella relata cómo la élite chilena se ha estructurado en la historia y cómo hoy ha perdido todo el poder obtenido.

En conversación con El Dínamo, Mayol asegura que las élites son una “estructura de pactos, que puede estar sólida, donde todos aceptan una posición en él, aceptan las reglas del juego para subir dentro del pacto y donde a todos les parece mejor proteger que entregar ese pacto”. “Ésas son las condiciones saludables de un pacto, que hoy están fracturadas”, concluye.

-¿En qué se ve esa fractura?

-El pacto de la transición establecía una jerarquía: arriba los empresarios, después la Concertación; la derecha fue subiendo, no estaba homóloga con la centro izquierda; luego la iglesia y el mundo militar,; después los medios de comunicación del grupo dominante y los grupos tecnócratas. No había fisuras entre todos ellos. Si alguien dentro del pacto necesitaba ayuda, se hacía. Se asumía que Longueira era un estadista por haber hecho un trato con Insulza, no se veía como colusión entre ambas coaliciones. Ni se veía como grosero la defensa de la Concertación a Pinochet en Londres. Pero todo eso ya no pasa. Ya no pueden articularse. Si hoy vieran a políticos entrar a un edificio a reunirse con equis empresa, como ocurría que un lunes un directorio recibía a un grupo de políticos y les daba desayuno, donde conversaban del futuro del país… esa pura foto ya no ocurre. Ya no tienen ni ese espacio para articularse. Además, los pactos requieren que mucha gente guarde silencio y hoy no están dispuestas a eso. Pero hoy toman la foto, la comentan, la comparten e, incluso, están disponible para declarar en la Justicia.

-¿Están intentando salvándose de la fractura?

-Hay un ataque de la ciudadanía a las élites por todos lados y esta élite ya no pueden satisfacer dos variables: salvarse a sí mismos o salvar el orden. Para salvarse ellos, tienen que destruir el orden, como Iván Moreira, que dijo “entrego a mi partido, pero me salvo yo”. Y si quieren salvar el orden, deben destruirse ellos y asumir los costos. Tampoco hay condiciones para ofrecer algo a cambio de salvar el orden. Por ejemplo, hoy en la Fiscalía no actúa como una sola, sino que hay tres actores globales: los que quieren detener el avance, lo que quieren dejar que ande con ciertos límites y los que quieren que se haga toda la justicia necesaria y no hay consideraciones políticas.

-¿Cómo aplica esto en el caso de Osvaldo Andrade y su ex esposa, Myriam Olate, por su millonaria jubilación en Gendarmería?

-Es un típico caso típico de construcción de un miembro de la élite que apelaba a su posición de no pertenencia a ese grupo; que es de Puente Alto, que vive allá, que emergió de abajo, etc. Andrade carece de los privilegios en su dibujo. Y resulta que termina en crisis por los mismos casos que ha caído toda la élite, que se condenan hoy con toda fuerza.

-¿Y en el caso de Juan Emilio Cheyre, procesado y detenido esta semana? Que en su momento fue defendido por altas figuras políticas, incluso el ex presidente Ricardo Lagos.

-En su caso tiene que ver el pacto mismo de la transición. Se necesita poner a los Derechos Humanos en un nuevo escenario y Cheyre era el corazón de ese dibujo: querían mostrar que no había habido una política de Estado ni menos institucional de las Fuerzas Armadas de violar los Derechos Humanos, sino que fueron casos personales. El caso de Cheyre fue levantado como símbolo de eso, de un hombre limpio, el hombre del “nunca más”. Esto suponía desconocer y borrar que no se había hecho una renovación de las élites dentro de las Fuerzas Armadas y que todos estaban metidos; así no caía sobre la institucionalidad esa crisis.

Los movimientos políticos

-Este lunes se presentó la reforma a la Educación Superior y tuvo críticas de todos los sectores, acusando presiones para no hacer cambios estructurales como había prometido la Presidenta Bachelet. ¿Sigue estando presente ahí la élite?

-El pacto ya no funciona. Lo más probable es que tenemos un proceso de reformas ya acordado con aquellos grupos de interés. Antes negociabas con ellos para cambiar dos o tres cosas y listo. Pero ahora cuando vuelves a negociar con la política, la política dice no. Dicen no por izquierda y no por derecha, y están todos enojados. El pacto ya no funciona. No funcionó en la Reforma Tributaria, donde los grupos de interés terminaron haciendo la ley pero después estaban enojados igual. En la educacional nadie de los que participó está contento con lo que se hizo, donde Revolución Democrática -que estuvo en el Mineduc- tampoco está contento, pese a que hubo un acuerdo previo. Todos sienten que están perjudicados. Nadie puede hoy garantizar una posición o algo para el futuro. Cuando no puedes hacer eso, los pactos no tienen mucho sentido.

-Cuando Bachelet volvió a La Moneda, puso a hombres nuevos, como Rodrigo Peñailillo y a otros, en cargos clave, pero de repente comenzaron a caer todos. ¿Se los comió el pacto de la élite? Porque ellos estaban fuera de ese pacto, mirados con distancia.

-Se los comió porque la élite determinó que no eran necesarios ni hacer esos cambios para salvar el proceso. Y ahí la élite se equivocó. El asunto es tan simple como que Peñailillo se había quedado corto con el tamaño de la crisis política y tampoco iba a poder resolverla con sus procesos. Los conservadores consideraron que eso era un exceso.

-¿Se quedó corto por incapacidad o por el poder de la élite?

-Hay un tema de incapacidad por los proyectos mismos, que no eran buenos. Pero mas allá de eso hay una incapacidad política que depende de Bachelet. Ella puso exigencias que al mismo tiempo hacía poner condiciones imposibles para la operación. Llegas al Gobierno, eres la única que puede salvar a la élite, tienes que hacer transformaciones que no parezca que vengan de la élite, las pones sobre la mesa, arma un lote propio, pero ese lote no te da “vertebralidad” política. Es un lote de 20 personas y de esos sólo Peñailillo tenía permiso para salir en cámara. No puedes tener a Cristo sin apóstoles. Cristo es con apóstoles. Esto es lo que fracasa desde el principio, porque Bachelet no está disponible para darle todos los poderes a su ministros, por ende, dispararle a él es más fácil que dispararle a un grupo. Ella no construye un Bacheletismo, por ende, no puede sostener este proceso. Cuando Bachelet llega a Santiago para ser candidata, la élite crece en confianza y cuando le disparan a ella, todo lo que quedaba vivo termina por morir. Fue un momento crucial. Por eso yo digo que esto está muerto, porque no tienes espacio de legitimidad mínima para poder reorganizarse, pedir perdón y hacer más cosas.

-¿Fuera de esta élite hay políticos que tengan el poder para generar cambios?

-Hay, pero el problema es otro: no han hecho una vértebra política suficiente, no tienen estructura. Es necesaria la emergencia de los impugnadores de la élite, que primero vaya con todo, no quiera negociar ni nada. Y a la vez que ese grupo sea capaz de construir una élite disidente, que no sean personas, que sean líderes de grupos, que esa élite con nuevos pactos pueda atacar a la élite principal, porque ésta puede estar muerta y gobernando, pero no se van a ir si nadie los saca.

-¿Es lo que pasó con el movimiento estudiantil en 2011? Aparecieron Giorgio Jackson, Camila Vallejo o Gabriel Boric, articulados en torno a un relato social y político.

-Esa Confech tuvo un éxito notable, porque construyó esta élite disidente, articulada con otros grupos, temas y dinámicas sociales. Es exitoso. Y luego se produce un proceso de “vertebración” en los últimos años.

-Se califica de “fracaso” del movimiento estudiantil actual por lo mismo, que no han logrado articularse.

-Es un fracaso relativo. Lo que le pasa es una cosa distinta. Hablamos del movimiento estudiantil como un fluvio de algo que pasó, pero hoy no existe un movimiento porque eso depende de si prenden o no. No se han configurado. Los movimientos son circunstanciales, no son históricos. Tienes gente movilizada, lo que es distinto a un movimiento. El movimiento es cuando la gente tiene éxito. Estos grupos logran llegar al sistema político y la sociedad los respeta y concede la bondad moral, que son a estos otros, pero con la bondad moral sólo pueden fundar una religión, no un partido político. Necesitas poder. Estos grupos no apelan de manera radical al poder y ahí es donde se equivocan.

-Bajo esta mirada, ¿qué piensas que ocurrirá en las próximas elecciones?

-Lo más probable es que sigamos en el pasado. Mientras no haya impugnadores exitosos, la élite muerta seguirá gobernando. Una élite muerta puede ocupar el sillón presidencial, pero no tiene el poder. Me pueden decir: oye, pero cómo la élite está muerta si la próxima presidencial podría definirse entre dos ex presidentes. Hay que ver, porque estos son escenarios donde un liderazgo nuevo puede prender con mucha velocidad, pero yo creo que finalmente se va a dirimir con los actores del pasado.

-En una eventual contienda entre Piñera y Lagos, ¿cuál es más funcional para la élite?

-Sin duda es Lagos. Los empresarios estaban felices con la posibilidad de Lagos, mucho más que con Piñera. Piñera es incómodo, juega por sí mismo, no es funcionario de ellos. Es distinta la relación política. Para la élite es agradable tener funcionarios. El empresariado pensaba que efectivamente las políticas de Piñera eran mejores para ellos, pero una cosa es la política general y otra el carácter ad-hoc de las situaciones. Llamar a Piñera a poder influir en algún tema es exponerse a una acción empresarial, no sólo política. Con la información que le diste, el tipo puede ir a invertir. Le cuentas que tienes un problema y te saca del negocio.

Por eso al empresariado le gusta más Lagos. Hoy los empresarios saben que él hoy no controla la escena, no es una oferta real. Lagos ofrece lo mismo que ofreció Bachelet y que no fue real: estabilizar desde el empresariado hasta el movimiento estudiantil. Lagos no puede ofrecer eso, aunque esté haciendo. El empresario está pensando en que Lagos podría pegarse un giro y haga políticas contra el mundo empresarial, cosa que Piñera no haría porque él es empresario, se afectaría a sí mismo.

En ese sentido uno puede agradecer la “generosidad” de un sólo empresario en Chile que hizo política contra sí mismo: Agustín Edwards. Irónicamente promovió el libre mercado que destruyó su riqueza, que está convencido religiosamente en el modelo más allá de su propia conveniencia. La conveniencia del resto está sujeta a los resultados.

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