La historia de Gonzalo Boye, el chileno que dirige Mongolia, la revista más comentada (y odiada) de España
Su vida podría servir para un guión cinematográfico: estuvo 8 años en prisión acusado por participar en un secuestro de ETA. En el encierro estudió derecho, demandó al gobierno de George Bush y apareció en Wikileaks calificado como una "amenaza para Estados Unidos". Hoy se entretiene como editor de Mongolia, una de las revistas más polémicas de España.
“Se llevan a un chileno en camilla pero parece que va en la bandeja del escáner del aeropuerto. En serio”. Ese irónico tuiteo fue una de las publicaciones más comentadas que la revista Mongolia hizo a través de su cuenta en Twitter mientras relataba -a su modo- la monumental derrota de España ante Chile en Brasil 2014.
Crítica e irónica, esta revista es comparable en Chile al diario The Clinic en su versión en papel. El punto seis del manifiesto de la publicación los describe: “No somos de izquierdas ni de derechas; repetimos: no somos de derechas”. La publicación no se ha limitado en criticar a toda la política y monarquía española; de hecho, su última portada fue dedicada a la abdicación del Rey Juan Carlos… en su particular estilo: “Felipe podrá violarte. Ahora todos somos Leticia”.
La Infanta Cristina también ha sido víctima de las portadas de Mongolia. Luego de su detención por presunto fraude fiscal, la revista publicó una fotografía suya tras las rejas en una edición que imitaba al semanario de espectáculos Hola! mostrando a sus lectores su nueva casa, “un derroche de lujo, encanto y exclusividad en algún punto de España”. Pura ironía. Incluso la revista original pidió el retiro de esos ejemplares.
El chileno Gonzalo Boye (49) es quien lidera la revista Mongolia desde hace dos años. Es abogado, de esos que disfruta apareciendo en la prensa, dando entrevistas y siendo parte de los casos más “televisivos”. Prueba de ello es que incluso, llegó a querellarse contra el gobierno de George W. Bush, razón por la que apareció en Wikileaks, siendo catalogado como una amenaza para Estados Unidos.
Antes de su impasse con el gobierno norteamericano, Boye ya era un conocido abogado en España por su defensa a delincuentes latinos detenidos en el país ibérico. “Un abogado que tiene de clientes a todos los criminales que llegan desde Latinoamérica”, dice un blog local. Y en cierta forma lo fue, ya que fue representante de varios chilenos detenidos por robos, estafas, fraudes y delitos económicos en España.
7 años, 11 meses y 23 días
El primer día en que puso un pie en España, este chileno oriundo de Viña del Mar, que cursó sus estudios en el colegio Mackay, no imaginó el camino que tomaría su vida. Llegó hasta la península ibérica en busca de nuevas oportunidades, ahogado por la dictadura militar que por esos días vivía Chile. Pero su cercanía al MIR terminó vinculándolo en una causa judicial y el proceso tuvo un insólito desenlace: junto a otros dos miristas chilenos fue condenado a catorce años de prisión por colaborar en el secuestro del grupo terrorista ETA al empresario Emiliano Revilla en 1988.
El 24 de febrero de 1988, Revilla llegaba a su casa cuando fue abordado por cuatro personas, quienes lo subieron a un auto y se lo llevaron. Por casi un año estuvo en manos etarras, luego de semanas de planificación y seguimiento del grupo terrorista, lo que a juicio de la Audiencia Nacional española, por diversas razones, implicó una participación de Boye en la logística del plan.
La justicia española determinó que había sido parte de ese “comando terrorista (ETA)” en virtud de un lazo previo con el MIR. Sin embargo, Boye asegura que solo fue simpatizante de ese movimiento político y que lo vincularon por ser socio de René Valenzuela, un amigo chileno que sí tenía lazos más directos con la ETA. Valenzuela también cayó preso.
En prisión Boye estudió derecho en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, lo que redujo la sentencia a casi la mitad. Antes de caer preso ya había obtenido en España una licenciatura en sociología y economía. En total estuvo bajo custodia por 7 años, 11 meses y 23 días, como él se encarga de aclarar.
En conversación con El Dínamo desde Madrid, Boye rememora: “Me condenaron como autor de un secuestro que es atribuido a ETA. No participé en ese secuestro, tampoco en ningún otro, pero la Justicia no siempre acierta y mucho menos cuando hay importantes componentes políticos a la hora de enjuiciar”.
Hoy, las relaciones de Boye con Chile se mantienen frescas, tanto por sus viajes constantes al país como por los vínculos laborales que ha establecido con sus compatriotas. Ya instalado en el bufete de abogados que creó junto a su esposa, defendió a Angélica Jeria, viuda de Héctor Figueroa, chileno muerto en los atentados de la estación de trenes de Atocha, el 11 de marzo de 2004. Ese juicio, dice, cambió su vida.
“Ha sido el mayor juicio por terrorismo de la historia de España y, también, a nivel mundial. España demostró que se podía enjuiciar los hechos en menos de 3 años y que se podían obtener condenas respetando todas y cada una de las garantías de los acusados”, dice el abogado.
Pero el 11M no fue un hecho aislado. Boye cruzó otra vez la frontera para querellarse -como abogado del Centro palestino- contra el ex ministro de Defensa israelí Benjamín Ben-Eliezer y seis militares, a quienes les imputó un delito contra la humanidad por un ataque en la Franja de Gaza el 22 de julio de 2002, donde murieron catorce civiles. A Boye le gustan los peces grandes, le reconocen en España.
Bajo el panóptico de EEUU
Probablemente, su juicio más relevante es uno que mantiene pendiente contra Estados Unidos, lo que significó a Boye aparecer en los documentos filtrados de Wikileaks. Junto a un grupo de abogados, el chileno presentó una querella contra seis asesores del ex Presidente George W. Bush por grave violación a los Derechos Humanos, en ejercicio de la llamada “jurisdicción internacional”.
La querella acusa, entre otros, al ex fiscal general de EEUU, Alberto González, y al jefe de gabinete del ex vicepresidente Dick Cheney, David Addington -quienes prepararon el marco jurídico para la instalación del presidio de Guantánamo- de ser culpables de la detención ilegal y la tortura de los prisioneros confinados allí, en un limbo jurídico sin ninguna garantía de sus derechos.
Las notas de Wikileaks describen presiones del gobierno español y diplomáticos estadounidenses para desbloquear a toda costa la querella presentada de Boye y compañía ante la Audiencia Nacional, sobre todo por parte de fiscales que han colaborado activamente para quitarle el piso a la querella.
Hoy el proceso continúa. Boye y su equipo buscan no solo el procesamiento de los asesores de Bush, sino que de sus mandos militares y quienes estaban encargados de la base naval de Guantánamo. Estados Unidos ha sostenido siempre que los presos en Guantánamo son “combatientes enemigos”, explica Boye; es decir, personas que no están protegidas por la misma ley que el resto de los ciudadanos. “Eso es falso y la reciente liberación del soldado norteamericano Bowe Bergdahl ha demostrado que es falso”, dice.
El Presidente de Barack Obama justificó su liberación en un canje por 5 presos en Guantánamo aduciendo que era lo normal cuando se trataba de prisioneros de guerra. “Si Bowe Bergdahl es un prisionero de guerra y es cambiado por 5 prisioneros de guerra ¿cómo es que el resto de presos en Guantánamo no son prisioneros de guerra? Al final todos terminan entrando en contradiciones”, concluye el chileno.
A Boye le gustan estos casos. Su aparición en Wikileaks lo toma como algo positivo, un triunfo, un “reconocimiento profesional” de que les preocupa que él sea un abogado punzante y que no retrocederá en nada.