Santaferia: crónica de una tocata para los niños de La Victoria
Son las 10 de la mañana y los miembros de Santaferia, la popular banda de “cumbia casera”, se embarca rumbo a la Población La Victoria. Allí compartirán con niños, adultos mayores e inmigrantes. Hace 61 años, en la madrugada del 30 de octubre de 1957, cerca de 1200 familias provenientes del Cordón de la Miseria del Zanjón de la Aguada se tomaron un terreno de la comuna Pedro Aguirre Cerda, inaugurando lo que primero sería una toma.
Es martes, 30 de octubre, son las 10 de la mañana y los miembros de Santaferia, la popular banda de “cumbia casera” se embarca rumbo a la Población La Victoria.
Hace 61 años exactos, en la madrugada del 30 de octubre de 1957, cerca de 1200 familias provenientes del Cordón de la Miseria del Zanjón de la Aguada, se tomaron un terreno de la comuna Pedro Aguirre Cerda, inaugurando lo que primero sería una toma, y luego se convertiría en la Población La Victoria.
Fueron los mismos pobladores los que definieron los espacios públicos y los construyeron, rechazando categóricamente toda asistencia social, pues su ideología se cimentó desde el comienzo sobre la consigna: “Nada por caridad, todo mediante nuestro propio esfuerzo”.
Años más tarde, La Victoria fue testigo del abuso del Estado durante la dictadura: varios de sus pobladores fueron ejecutados políticos, caídos en manifestaciones y detenidos desaparecidos hasta hoy. Fue en esta población donde fue asesinado el padre André Jarlan, el 4 de septiembre de 1984, por una bala de Carabineros destinada a periodistas que cubrían manifestaciones de los pobladores, que lo alcanzó dentro de su casa mientras leía la Biblia.
61 años después de su nacimiento, La Victoria se enfrenta a nuevos desafíos: lidiar con el narcotráfico y ser el nuevo hogar para un importante número de inmigrantes de la comunidad haitiana que ha llegado a nuestro país.
Pero el marco que lleva a Santaferia al barrio son los niños, la Escuela La Victoria celebra su aniversario 60 con una fiesta en grande: pasacalles, batucadas, presentaciones artísticas y una chocolatada, que culmina con un concierto de la banda que tocará para ellos y para la comunidad, ya que la Escuela ha decidido compartir la actividad sacando el escenario a la calle.
Rumbo a La Victoria en una van, los Santaferia bromean y conversan mientras el conductor, un hombre mayor, casi choca en Av. José Pedro Alessandri. Ya en el lugar, la banda es recibida por un staff encargado y por algunos pobladores que les piden fotos y autógrafos.
Vallas protectoras de mediana estatura separan la calle 21 de Mayo del frontis de la Escuela, donde profesoras y niños de dos o tres años de edad en adelante, se agolpan para ver a los músicos que los harán saltar y bailar.
Todo está organizado, los artistas ingresan al recinto escolar por un pasillo especialmente armado para ellos, y pasan directo a una sala donde se los recibe con jugos, aguas con rodajas de naranjas y distintas variedades de sandwiches. Luego, algunos músicos son llevados a una sala de la Escuela, donde unos 30 niños y niñas de octavo básico los esperan para realizar un conversatorio.
La actividad la lidera Annie Bay, mediadora del Programa Apreciación de la Música Nacional del Ministerio de las Culturas, Patrimonio y las Artes: “Es el tercer año de este programa, donde se hace una introducción a la música nacional y el artista va al colegio a hacer un concierto. La idea es crear audiencias desde pequeños, que los niños se relacionen con la música chilena, para que en el futuro asistan a conciertos y apoyen el arte en general en Chile. El programa prioriza comunas de riesgo y escuelas que tengan altos índices de vulnerabilidad. La Escuela de La Victoria tiene muchísimos niños migrantes. De la música se desprende un infinito de mensajes potentes, para que ellos puedan seguir sus estudios, surgir y apoyar a su comunidad”.
Y cómo no va a ser importante la música en la población La Victoria, si fue fuente de inspiración para el mismísimo Víctor Jara, quien visitó muchas veces la que en sus comienzos fuera una toma y que, conmovido por lo que los pobladores vivían, compuso los cimientos del disco “La Población”. Todo esto, gracias a la conversación de Jara con el “Choño Sanhueza”, un poblador de la toma en ese entonces: “Compañero, si estás buscando algo sobre lo cual cantar ¿por qué no haces un disco con la historia de nuestro barrio?”.
De vuelta, en la sala de la Escuela La Victoria, los músicos de Santaferia responden las preguntas de los niños, que quieren saber sobre el nerviosismo que sienten los artistas en las primeras actuaciones. También tienen curiosidad sobre sus preferencias musicales a la hora de salir a tocar. Para cerrar la actividad, una chica de nacionalidad haitiana, Madeleine, presenta para los miembros de la banda una balada colombiana, apoyada por un karaoke.
Pocos minutos más tarde, la banda es anunciada sobre el escenario. Mientras se acercan a él son recibidos con un gran aplauso, no sólo de los niños de la Escuela, si no que también de los vecinos y vecinas que han llegado durante la mañana y que esperan disfrutar del número musical. Además, está “La Vagancia” la hinchada de la banda que los sigue fielmente a donde vayan, con una bandera gigante y otras pequeñas, que entregaron a la gente que está en el lugar.
Un vendedor ambulante aparece en escena, en su mano lleva cintillos de Santaferia y banderas, que reparte gratuitamente a los niños presentes, uniéndose de esta manera a la “causa solidaria” de la que Santaferia es el número artístico principal. La banda actúa y los niños observan, cantan, bailan. Esto, mientras gente en casas aledañas han abierto sus ventanas y miran el show desde ahí.
Sobre el escenario la música fluye con otro tinte, los músicos se ven felices entregando la alegría que mueve los pies. Hay personas en silla de ruedas, gente mayor, juventud impetuosa, todos unidos en un día que había amanecido nublado y con lluvia, pero que en la medida que las horas pasaron, salió el sol, y con él la candidez necesaria para que la tocata fuera un éxito: “Sácate uno bueno” y la versión de “Yo canto a la diferencia” de Violeta Parra, fueron dos de los puntos más altos de la jornada.
Pero la alegría no sólo es del público. Para los músicos, poder tocar en La Victoria y en una ocasión tan especial como el aniversario de su Escuela, es un honor que los deja con un sentimiento de plenitud. En la van de vuelta se percibe la calma y se respira el sentimiento de haber enriquecido el espíritu, de haber entregado un mensaje más que musical.