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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Desaparición de Jamal Khashoggi

"A pesar de los años de brutalidad contra su propia gente, la desaparición de Khashoggi parece haber llevado a la temeraria violencia del gobierno saudita a la mira mundial aunque el régimen saudita ha sido un aliado extremadamente cercano de Estados Unidos e Israel".

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Rafael Rosell Aiquel es Abogado, Licenciado en Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magister en Ciencias Políticas, experto en Derecho Público y Etica, política internacional con foco en Medio Oriente. Académico Erasmus y Profesor Honoris Causa de National University of Political Studies and Public Administracion de Rumania. Miembro del Foro Académico Permanente América Latina y el Caribe-Unión Europea. FAP ALC-UE.

“Mohamed bin Salman Saud (MBS) está acumulando todo el poder en sus manos. Y sería mucho mejor para él permitir un respiro para los críticos, para los intelectuales saudíes, los escritores saudíes y los medios de comunicación saudíes para debatir” manifestó en marzo el periodista saudí, Jamal Khashoggi quién arremetió así contra el hombre más fuerte del Reino del Desierto. El 2 de octubre Khashoggi desaparece y su paradero es desconocido después que ingresó al consulado de Arabia Saudita en Estambul, la capital de Turquía.

Khashoggi, es columnista del periódico estadounidense The Washington Post y según el periódico estadounidense, funcionarios turcos enseñaron a sus colegas de Estados Unidos, grabaciones de audio y vídeo que demuestran que el periodista fue torturado y asesinado en el consulado saudita.

El periodista es una figura destacada de la élite saudí. Trabajó como colaborador en diversos diarios árabes. Tenía íntimas relaciones con la familia real y fue consejero del príncipe Turki al-Faisal, ex jefe de la inteligencia saudita, cuando este último era embajador en Londres. Además, era amigo del multimillonario príncipe Alwalid bin Talal.

Quizá su influencia le daba osadía para poner en tela de juicio las políticas del príncipe heredero saudita, Mohamad bin Salman. Kashoggi censuró la guerra librada contra Yemen y la imposición de las reformas económicas sin un debate nacional.

El periodista se exilió el año pasado en Estados Unidos poco después de la detención de su amigo Esam al-Zamil por sus críticas contra los Al Saud. De hecho, temió ser la próxima víctima de tiempos oscuros para la libertad de expresión en el país, ya que las autoridades habían impuesto varias restricciones sobre sus actividades, prohibiéndole de comentar a través de las redes sociales y hablar con periodistas extranjeros.

Arabia Saudita tiene precedentes terribles sobre el secuestro de sus críticos. La cadena británica BBC elaboró en 2016 un documental en el que confirmaba la desaparición en Europa -desde 2003- de tres príncipes que habían censurado a los Al Saud. Son Sultan Bin Turki Bin Abdulaziz (2003), Turki Bin Bandar y Saud Bin Saif al Nasr (2015).

Pero la desaparición de Khashoggi podría provocar una modificación en las relaciones internacionales. Además, The Washington Post manifestó que los servicios de inteligencia estadounidenses estaban al corriente del plan saudita para arrestar al periodista.

El Gobierno saudita es extremo y tendremos que ver cómo se desarrollan los hechos en este caso, aunque decapita a cientos de ciudadanos al año.

Con esta situación puntual, cuando se han hecho caso omiso a miles de violaciones a los Derechos Humanos, ahora varios senadores estadounidenses quieren introducir sanciones contra Arabia Saudita por la situación con el periodista opositor.

Según las leyes vigentes de Estados Unidos, en particular la Ley Global Magnitsky sobre Responsabilidad de Derechos Humanos, estipulan un plazo de 120 días para que el presidente estadounidense decida introducir sanciones contra los individuos involucrados en una violación de derechos humanos.

No obstante, la introducción de sanciones conllevaría a graves consecuencias en el mercado petrolero. Si se aplican sanciones, entonces el precio del barril excederá los 200 dólares.

Por eso para Donald Trump, la cooperación y el mantenimiento de las buenas relaciones con Arabia Saudita son temas cruciales. Sin la ayuda de Riad, Trump no podría haber impuesto sanciones a Irán sin causar consecuencias desastrosas en el mercado petrolero. El país árabe compensó parte de los suministros petroleros que solían provenir de Teherán, por eso el mandatario norteamericano no quiere prestarle atención al escándalo y estropear las relaciones bilaterales.

Con el objetivo de desestimar el conflicto, el Presidente estadounidense señaló que el disidente desaparecido no es un ciudadano de Estados Unidos, mientras que Arabia Saudita compra bienes y servicios estadounidenses – en su mayoría armas- por un valor de 120 mil millones de dólares al año. Un cliente así simplemente no puede ser ignorado.

Por su parte, el reino declara total su rechazo total a cualquier amenaza e intentos de socavarle, ya sea a través de sanciones económicas o presiones políticas. Mientras tanto el Presidente del Comité de Relaciones Internacionales del Senado norteamericano, Bob Corker, exigió una investigación y afirmó que Washington debe imponer sanciones a funcionarios sauditas si se confirma su implicación en lo ocurrido.

Hasta a los partidarios más fieles de Arabia Saudí en Estados Unidos les cuesta mantener su apoyo a la monarquía.
Precisamente Washington, el primero en criticar fuertemente a los países violadores de los Derechos Humanos, con Arabia Saudita -que es una monarquía teocrática que practica la pena capital y solo este año decidió otorgar a las mujeres el derecho de conducir automóviles- durante décadas tiene una estrecha cooperación.

Pero los senadores Bob Corker y Robert Menéndez -presidente y vicepresidente de la Comisión de Relaciones Internacionales del Senado estadounidense- la desaparición del periodista podría indicar que fue víctima de una grave violación de los derechos humanos reconocidos internacionalmente.

Y otros senadores, entre ellos Rand Paul y Lindsey Graham, este último un fiel defensor de la asociación de Washington con Riad, incluso propusieron suspender las ventas de armas a Arabia Saudí hasta que se aclare el destino del periodista desaparecido, que pudo haber sido asesinado.

Aunque no es muy probable una ruptura política o militar entre Washington y Riad, los sauditas se encuentran en una situación precaria y el desarrollo de la situación por el momento no está claro.

Tampoco es posible determinar si un tercer actor estaría sacando provecho de la riña entre los dos aliados.
Es posible que invocar la Ley Global Magnitsky sea la forma de Estados Unidos de encontrar un balance entre no hacer nada y salvar las convenientes relaciones bilaterales.

De esta manera, Washington podrá reaccionar al acontecimiento, pero el impacto de sus medidas quedará lo suficiente limitado como para mantener los lazos con Riad y con Mohamaad Bin Salmán considerado “el hombre más peligroso del mundo”, que además de violar consuetudinariamente los Derechos Humanos en todas sus formas, ordena, financia y manda a los asesinos de Al Qaeda y el Estado Islámico y se lo señala como el dirigente más belicista de Oriente Medio.

A pesar de los años de brutalidad contra su propia gente, la desaparición de Khashoggi parece haber llevado a la temeraria violencia del gobierno saudita a la mira mundial aunque el régimen saudita ha sido un aliado extremadamente cercano de Estados Unidos e Israel.

Pueden destruir Yemen, cortarle la cabeza a la gente y de pronto, todos están indignados por la desaparición de un periodista. Así descubrimos que Arabia Saudita es un régimen opresivo que mata a las personas. Esta atención repentina resulta extraña, tomando en cuenta asesinatos sangrientos con los cuales los sauditas han logrado salir impunes durante décadas.

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