Querido Roger
"Es un símbolo del arte de nuestro tiempo y sabemos que en el arte hay ideas. Y las de Waters son claras: Basta de guerra, basta de desigualdad, basta de abusos, basta de neofascismos, basta de atentar contra el medio ambiente, basta de someter pueblos indefensos, basta con la injusticia".
Guillermo Bilancio es Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Consultor en Alta Dirección
Yo tenía 14 años y mi discoteca era muy escasa por aquellos años. Pero Dark Side of the Moon fue el primer disco importante que compré. Waters y Gilmour me rompían la cabeza con música celestial y con letras acorde a mi rebedía con sentido.
Así como Charly García marcó el ritmo de mi vida en los años oscuros de la dictadura, Waters iluminó el camino de lo que debería ser y de lo que deberíamos cuidarnos. Y de lo que nunca más debiera suceder: Guerras, fascismo, hambre, desigualdad, terrorismo, entre otras tantas plagas de esta era.
Cada vez que Waters se dio una vuelta por estas tierras, allí estuve. Atento al mensaje, disfrutando del sonido que envuelve y que golpea en el pecho y que, con el correr del tiempo nos emociona hasta las lágrimas, aún con lo nuevo como Wair for her, por ejemplo. Waters se renueva a sus 74 y yo lo disfruto a mis 60.
Pero esta última visita fue más allá de lo previsible. El mensaje profundo de “Resist to…” en el intervalo del show, los símbolos utilizados (El cerdo en “Pigs”) con mayor despliegue y las conferencias realizadas en lugares especialmente elegidos ideológicamente, merecen prestarle atención a esta versión de Roger Waters.
Todo artista tiene ideología y eso lo hace más artista. Pero también es necesario considerar que este tipo de artistas, con un discurso contundente, manejan masas que pueden confundir el mensaje y allí aparece la responsabilidad del emisor del mensaje.
Sus shows en Brasil, dónde tuvo un principio de distanciamiento con gran parte del público que se sintió afectado por sus dichos sobre Bolsonaro, hicieron de Waters un promotor de la grieta ya existente.
La conferencia en Uruguay dada en la sede del Sindicato de Trabajadores, y alentando su admiración por Mujica, hizo que su presentación en el Centenario fuese fría, considerando que el público adoptó una postura madura e independiente, no de rebaño. La grieta.
En Argentina, los dichos sobre resistir al estado de Israel, promovieron un toque de atención en instituciones ligadas al gobierno israelí, considerando que Waters estaba cruzando un límite peligroso.
Está claro que Waters habla resistir al Gobierno de Israel, algo que es muy distinto a resistir al pueblo judío, pero esa sutileza no la entiende del todo el rebaño post adolescente que se agita frente a esa propuesta.
Así como en el recital de Buenos Aires, cuando al lado de Waters canta Leon Gieco “La Memoria”, y que en el párrafo de “los muertos de la embajada de Israel y de la Amia…” se producen pifias de un público sorprendentemente muy joven y tal vez desinformado, hay que tener cuidado con la confusión.
Yo no tengo dudas que el mensaje de Waters es claro y es profundo.
La pregunta es si el público de esta parte del mundo está dispuesto a comprender esa profundidad o simplemente se hace eco de un mensaje que pase de ser profundo a ser casi un panfleto populista. La obra de Waters no merece eso.
Porque Waters es más que un rockstar. Es un símbolo del arte de nuestro tiempo y sabemos que en el arte hay ideas. Y las de Waters son claras: Basta de guerra, basta de desigualdad, basta de abusos, basta de neofascismos, basta de atentar contra el medio ambiente, basta de someter pueblos indefensos, basta con la injusticia.
Nos encanta destruir la pared, vivir sin muros, pero eso le exige a Waters responsabilidad al explicar su mensaje y no transformarlo en un grito de guerra, esa guerra que tanto le quitó y que tanto odia.