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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Ausencia de relato: un denominador común

"Ahora bien, en el caso del oficialismo quizás la falta de este relato es aún más evidente toda vez que, y con una oposición en el piso de la inexistencia, han sido incapaces de refrendar el masivo respaldo en las urnas para la administración del poder".

Por Rodrigo Durán Guzmán
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Rodrigo Durán Guzmán es Académico y periodista.

Si algo ha llamado poderosamente la atención, tanto en el oficialismo como en la oposición, es la falta de objetivos claros, de planificación estratégica y metas concretas. De hecho, si usted se anima a realizar un ejercicio muy simple de percepción de la opinión pública, es altamente probable que 1 de cada 10 personas apenas sepa o distinga alguna medida, anuncio o acción por parte de uno u otro lado. El problema de todo esto es que, ante la ausencia de relato por ambas partes, se dejan abiertos y libres espacios para el surgimiento de liderazgos populistas, en los cuales los extremos tienen cabida y simpatía ante la incapacidad de los bloques, o colectividades, tradicionales de sustentar su oferta política en base a contenido, a la consecuencia entre el pensamiento y la acción. Si no me cree es cosa de ver lo que ocurrió con Jair Bolsonaro en Brasil, cuyo triunfo se explica única y exclusivamente por la incapacidad de ambas coaliciones tradicionales, entiéndase derecha – izquierda, no sólo de hacer bien su trabajo (desilusión – desafección, ergo, desconfianza) sino de caer en prácticas de corrupción, entre otros, del más alto nivel que terminaron por mancillar la escuálida confianza en la relación ciudadanía – clase política. Entonces, ante la oferta de candidatos y experiencia mediante, la lógica operante es simple: Con Bolsonaro no vamos a perder más de lo que ya hemos perdido y sí podemos ganar mucho más de lo que nunca, a partir de sus compromisos de campaña, cumplieron los otros.

Ahora bien, en el caso del oficialismo quizás la falta de este relato es aún más evidente toda vez que, y con una oposición en el piso de la inexistencia, han sido incapaces de refrendar el masivo respaldo en las urnas para la administración del poder. Pero además, y a pesar de tener toda la cancha disponible para disputar el partido, con un equipo rival que con suerte tiene un par de jugadores y sin arquero, así y todo, el Ejecutivo no sólo se ha visto en la dificultad de anotar goles, sino que ha caído en la vieja trampa de los autogoles, algo que nos recuerda el primer mandato del presidente Piñera donde su mayor oposición, curiosamente, estuvo dentro de sus filas y no en la vereda contraria. Deja vú del cual pareciera que Chile Vamos no aprendió nada sobre respeto y lealtad hacia el liderazgo.

En la vereda contraria, y tras la partida de Bachelet a las Naciones Unidas, la oposición se encuentra inmersa en un letargo aún más extenso que cuando pasó de llamarse “Concertación” a “Nueva Mayoría”. Sin brújula, sin liderazgos, sin unidad y buscando perpetuar las prácticas de la vieja política lo cierto es que la coalición de centro izquierda no ha hecho mella en un gobierno que no ha sabido capitalizar esta orfandad opositora. Todo pareciera indicar que, y en nuevo capítulo de “Chile, país generoso”, estuvieran a la espera de que Michelle retorne desde los Estados Unidos y, una vez más, se convierta en la carta presidencial para liderar los destinos (y empleos) de este bloque. Ahora bien, convengamos que cualquier persona, que cumpla con los requisitos establecidos en la ley, puede ser candidato(a) a la presidencia de Chile, entiendo que otra cosa muy distinta es colgarse la banda presidencial: eso se gana con votos.

Pero lo más llamativo de todo esto, y consecuencia de la ausencia de relato, es el surgimiento de posibles candidatos a la presidencia de Chile… ¡A sólo nueve meses de asumido el nuevo gobierno! Esto, sin lugar a dudas, evidencia un incipiente vacío de poder que no necesariamente radica en la figura del Presidente, sino más bien se sustenta en la polarización de la política nacional. Al no existir un eje capaz de articular y mediar entre ambos mundos, entiéndase un referente en el denominado centro político, es natural que las posiciones se extremen ante la actitud timorata de los bloques y partidos tradicionales quienes, debido a la arremetida de liderazgos populistas y extremos, no quieren dar pasos en falso para efectos de no seguir dilapidando sus cuotas imaginarias de poder. Entiéndase imaginarias toda vez que el, por sobre el poder que ellos detentan, existe uno superior que somos nosotros: las personas.

Habrá que esperar que depara el comienzo del nuevo año en materia política esperando que, más temprano que tarde, podamos narrar nuevas y mejores historias no sólo pensando en las futuras generaciones, sino también en quienes hoy aportamos, desde nuestras respectivas plazas, al desarrollo, sentido país y visión de justicia social en beneficio de mejorar la calidad de vida de las familias chilenas.

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