Los predicadores “progres” convirtieron a Dino Gordillo en un “rebelde”
A este nuevo progresismo le duele ver las grietas; le teme a descubrir lo que ya sabe: nada ha cambiado y en gran parte es culpa de quienes quieren hacer una revolución sin hacerla realmente.
Francisco Méndez es Columnista.
En estas noches festivaleras ha estado en boca de todos, como siempre, el desempeño del humor. Luego de la gran actuación de Felipe Avello, muchos quedaron atentos al día siguiente para ver a Dino Gordillo, el humorista más cercano a una comedia que está en franca retirada. Como era de esperar, en las redes sociales algunos no tuvieron paciencia hasta que subiera al escenario y comenzaron a acusarlo de no estar “acorde a los tiempos” con su manera de contar chistes y sus polémicas declaraciones.
Como también era de esperar, todo crítico o notero que no quiere estar fuera de lo que hoy debe ser, se enfrentó a este contador de chistes como si estuviera encarándolo. Le recordaron que sus formas ya no eran propias de estos días y que sus historias incomodaban. Porque eso es lo que más le importa a un nuevo relato “progresista”: no ser incomodado, que no le digan que las cosas existen y, a pesar de lo que creen, las problemáticas sociales no se han solucionado con su nuevo lenguaje, ya que, por el contrario, se han invisibilizado. Lo que sucede porque a este nuevo progresismo le duele ver las grietas; le teme a descubrir lo que ya sabe: nada ha cambiado y en gran parte es culpa de quienes quieren hacer una revolución sin hacerla realmente. Y eso recuerda Gordillo. Trae a la memoria que todos los gritos sociales y sus “causas” no son más que llanteríos de una elite que se olvidó de la lucha de clases para encapsularse en sus dolores individuales.
Con esto no estoy diciendo que el humor de este personaje sea particularmente divertido, carezca de vulgaridad o no sea misógino, homofóbico y machista; pero curiosamente, en los tiempos que corren, parece bastante más provocador que las interminables proclamas de personas que quieren congraciarse con un “sentir popular”, que de popular no tiene nada, y que vienen a contarnos que estamos cambiando alguna estructura cuando realmente estamos pegados en lo mismo. Es decir, lo de siempre, las viejas relaciones de poder, aparecen como frescas y empoderadas cuando no han sido desarticuladas y, en cambio, han sido fortalecidas por relato que dice haberlas resuelto.
Tal vez el ejemplo más claro de este “nuevo progresismo” sea Natalia Valdebenito y ese feminismo gritón que realmente no grita nada. Muchos de quienes quieren ver humor en la Quinta Vergara, hoy no esperan ser provocados ni incomodados, sino que solo quieren escuchar bonitas prédicas morales disfrazadas de causas sociales y políticas, como las de la comediante. Incluso varios han seguido este ritmo para no quedar como malas personas, no porque quieran hacerlo. Por esto es que vale la pena reaccionar y pensar: ¿realmente queremos matar un arma de rebeldía como el humor haciendo como si nos estuviéramos rebelando ante algo? ¿En serio queremos ser provocados sin serlo? ¿De verdad queremos que lo que nos provoque sea la mediocridad de Dino Gordillo? Es como si se quisiera jugar a decir cosas anti sistema mientras el sistema entero nos aplaude y nos abraza, porque sabe que nuestros desenfrenados actos realmente no modifican ni destruyen ciertos ejes esenciales que se mantienen intactos. Por eso muchos creen estar haciendo algo importante o cambiando paradigmas, pero lo cierto es que están ratificando los mismos. Y eso es muy triste.
Es importante recalcar que Dino Gordillo es considerado “incómodo” porque su reaccionaria postura hoy nos hace ver lo que queremos esconder. Porque nos recuerda las cosas que están ahí; las diferencias, las relaciones sociales que, aunque muchas veces sean tapadas por un discurso de buenismo y eterna complacencia progre, están presentes. Y eso es un fracaso para los que se creen triunfadores; una derrota para quienes andan victoriosos dando clases de vocabulario como si hubieran logrado realmente algo.