El intento del gobierno de despolitizar el feminismo
"Por más que haya habido mujeres de muchas tendencias políticas, o que algunas no hayan estado de acuerdo con el petitorio completo, lo concreto es que lo que motivaba la marcha, era más que un simple maquillaje, era la lucha en contra de algo que está establecido como lo real".
Francisco Méndez es Columnista.
Días antes de la marcha feminista del 8 de marzo recién pasado, el gobierno se mostró molesto con algunas de las reivindicaciones del petitorio que convocaba a las mujeres. Por esto, las ministras del ejecutivo, incluida la titular del Ministerio de la Mujer, Isabel Plá, salieron a decir que no se sentían “convocadas” y que muchos de los temas que motivaban la movilización no tenían nada que ver con “los temas de las mujeres”.
Era lógico. La marcha tenía un contenido político e ideológico claro. Hablaba de estructuras, cuestionaba relaciones sociales entre quienes ejercen poder y lo padecen; establecía antagonismos entre oprimidos y opresores, que no terminaban de resolverse con algún proyecto de ley conveniente que no tocara los ejes fundamentales de cómo se concibe a personas, clases sociales y el privilegio de unos por sobre otros. Esta marcha estableció una universalidad extraviada en un progresismo que estaba demasiado preocupado de individualidades y no de totalidades; trajo algo de esperanza a quienes pensábamos que la izquierda estaba perdida en manos de millennials y viejos fatigados.
Sí, porque lo expresado tenía como eje fundamental ideas de izquierda. Nos hablaba de luchas y conflictos, como también la necesidad de solucionarlos mediante la igualdad. Y esto era lo que el gobierno no quería que sucediera, por lo que trató de desautorizar la manifestación de todas las formas posible, tratando de decirnos que estaba siendo manipulada por “intereses políticos” (como si en La Moneda no hubieran salido condenar lo que sucedería el viernes por lo mismo), para así tratar de hacernos creer que la lucha de las mujeres no es política; que lo que padecen no es parte de decisiones políticas; y que el hecho de que algunas tengan más posibilidades de decidir sobre su cuerpo que otras, no es una cuestión ideológica ni de clase.
Y es que a La Moneda le interesa el feminismo abstracto. La ministra Plá, con tal de congraciarse con algunos progres individualistas, apenas llegó a ocupar el cargo, dijo varias palabras bonitas, habló contra el femicidio y todo tipo de violencia contra la mujer. Esto, hasta que las demandas comenzaron a aumentar y a materializar un descontento más grande, que toca visiones e intereses más profundos; que cuestiona instituciones concretas y señalan responsables. Desde ese momento, la derecha comenzó a ver en las feministas a opositoras y se encargaron de decirlo toda la semana.
Luego del éxito de lo sucedido el viernes, sin embargo, el gobierno, al igual que quien lo encabeza, hizo gala de un oportunismo bastante poco pudoroso. Al ver la cantidad de gente en las calles, Piñera y sus ministros comenzaron a hablar de los derechos de la mujer y del esfuerzo que, supuestamente, hace la administración de Chile Vamos. También, en un ejercicio de atletismo político pocas veces visto, varios actores del sector felicitaron lo que había sucedido, hablaron de la importancia de instancias como la sucedida el 8 de marzo, para así detener a la fuerza opositora.
Porque eso era lo que vimos en las calles. Por más que haya habido mujeres de muchas tendencias políticas, o que algunas no hayan estado de acuerdo con el petitorio completo, lo concreto es que lo que motivaba la marcha, era más que un simple maquillaje, era la lucha en contra de algo que está establecido como lo real. Y eso, independientemente de que sea una movilización mundial, en los distintos países motiva distintos sentimientos dependiendo de quién esté gobernando. Y acá el hecho de que sea la derecha la que nos gobierne, agregando la masividad de lo visto, no debería ser pasado por alto.