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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La penosa inconsecuencia tributaria

"La Reforma Bachelet le hizo mal al país, y la Reforma de Piñera, procura corregir distorsiones que son evidentes, y que si aprueba, terminará favoreciendo a los mismos ciudadanos que aunque opinan que los ricos pagan poco".

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Christian Aste es Abogado VLA. Villarroel, Lecaros & Aste

Que difícil resulta entender la forma de cómo piensan algunos actores políticos. Lo digo a propósito de la tramitación de la Reforma Tributaria que impulsa el actual gobierno. Mientras el proyecto anterior, fue votado en tiempo record, y considerado como clave para el desarrollo estratégico de Chile, ya que con lo que se recaudaría – poco más del 3% del PIB – se financiaría una educación gratuita y de calidad, la que emparejaría la cancha y permitiría a quienes menos tienen acceder a oportunidad que hoy están reservadas para quienes tienen la suerte de nacer en determinados lugares, la actual reforma ha enfrentado una dilación injustificada y una oposición feroz.

Sé y me consta que los políticos tienen una mirada distinta a la que tiene el ciudadano común, ya que su estabilidad laboral depende del voto popular, y éste de las decisiones informadas o no que hace el colectivo social. El ciudadano en cambio, responde a la realidad de la sociedad, la que se va a ajustando en función del contexto histórico y de las mismas decisiones políticas. Es un círculo que puede ser virtuoso o vicioso. Para graficar esta diferencia, que mejor que recurrir a ejemplos concretos. Los políticos se convencen, con el aval ciudadano – encuestas, mítines, focus group, estudios, etc. – que los ricos pagan poco impuesto; que recurren a especialistas para eludir sus impuestos; y que el órgano fiscalizador tiene pocas herramientas para revisarlos. Como consecuencia de esta convicción acuerdan, aumentar la tasa de las empresas, introducir normas que sancionen los planeamientos orientados a obtener ventajas tributarias, y le otorgan al Servicio de Impuestos Internos múltiples facultades.

El ciudadano, mismo que entrevistado en las encuestas, estuvo de acuerdo en que los ricos pagaban poco impuesto, constatan en su cotidianidad, que su empleador no le aumenta el sueldo, como antes lo hacía, y que aduce que le cambiaron las reglas y que ahora tiene que pagar más impuesto y destinar más dinero para pagarle a los asesores externos y que su decisión por lo tanto: es o vender la compañía, porque le sale mejor quedar como rentista, pagando un 25% y sin riesgo, que seguir de empresario; o invertir en un país más amigable, con tasas impositivas más bajas, y con un órgano fiscalizador menos inquisitivo. Raya para la suma el trabajador en el mejor de los casos conserva su empleo, con el mismo sueldo y la economía del país, que es la suma de las economías individuales se resiente. Se deja de crecer, y el desarrollo ya no existe como alternativa.

¿Qué ocurrió, si el pueblo que vota quería el cambio?. Lo qué ocurrió es que las buenas intenciones, no sólo no recogieron la realidad, sino que se expresaron en una ley mal hecha. Por de pronto, para aumentar la tasa, en vez de recurrir a un indicador objetivo cómo es la renta que el contribuyente determina, lo que hizo fue diferenciarla en base a la forma jurídica que los contribuyentes se organizaban. De este modo, quienes eran sociedades anónimas o sociedades de personas, conformadas por personas jurídicas, quedaron obligados a pagar una tasa más alta. No importaba que tuvieran menos renta que el resto. Lo relevante no era eso, sino que la forma que estaban organizados.

Luego para controlar su tributación, en vez de exigirles que lleven un único registro de control – como era el registro FUT – les obligaron a llevar varios registros. No consideraron que quien debía llevarlo no sabe de contabilidad y si supiera, su tiempo lo tiene para producir riqueza, por lo que debió acudir a su contador, quien evidentemente le aumentó el honorario que le cobraba.

¿Qué explica qué esto se produzca?. El hecho, que un porcentaje no menor de los que hacen las leyes, son esencialmente políticos, parten liderando marchas en los colegios, luego en las Universidades, asumen cargos directivos en unos u otros, y desde ahí llegan al Congreso. En concreto se hicieron conocidos a punta de eslóganes y discursos panfletarios. Nunca han trabajado en el sector privado, y jamás han emprendido nada. Los técnicos que los apoyaron, sólo tenían una mirada pública. Les faltaba la calle, y por lo mismo la consecuencia económica de sus propuestas.

El problema es que insisten en que su Reforma – pésima – generó recaudación, y que la propuesta que hace el actual gobierno, y que la hizo considerando la realidad de los negocios y no del panfleto, está concebida para beneficiar a los ricos, lo que no es cierto.

Es penoso que en pleno Siglo XXI, todavía persista una mirada clasista de la sociedad, y que los políticos se nieguen a reconocer la realidad. La Reforma Bachelet le hizo mal al país, y la Reforma de Piñera, procura corregir distorsiones que son evidentes, y que si aprueba, terminará favoreciendo a los mismos ciudadanos que aunque opinan que los ricos pagan poco, en los hechos son los que resultan perjudicados con reformas que se hacen por personajes, que utilizan formatos discursivos equivalentes a los que se hacían en plena guerra fría.

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