Jorge Drexler, un trovador del nuevo milenio
"Las ondas sonoras de 'Eco' fueron la seguidilla de la íntima noche en donde el uruguayo se colgó la guitarra eléctrica y comenzó a sumar componentes al plató". FOTO: Francisco Aguilar A. / Instagram @franciscoaguilar.ph
Bárbara Alcántara es Periodista especializada en música. Instagram: chicarollinga
El sonido de lo que pareciera ser una caja de fósforos es el único elemento que Jorge Drexler (54) usa en el escenario para dar el puntapié inicial al primer concierto en Santiago de la gira “Silente”. Así de simple. A las maderitas revoloteando en una caja de cartón le suma frases como “digo que esta vida es llevadera solo porque sientes tú lo que yo siento”, composiciones de “Transporte”, éxito del disco que lo consagró por allá por el 2004 llamado Eco.
El show había comenzado.
Justamente las ondas sonoras de “Eco” fueron la seguidilla de la íntima noche en donde el uruguayo se colgó la guitarra eléctrica y comenzó a sumar componentes al plató. Cuatro módulos blancos se ubicaron detrás del artista con una iluminación dispuesta de tal manera que acentuaban su silueta y ambientaban tenuemente la velada. Muy acorde a “Deseo” donde incorporó una caja de ritmos y visuales que se proyectaban en los mencionados módulos, posteriormente el chistar de los dedos del público acompañaron “Mi guitarra y vos” mientras él repetía con sabiduría que “uno sólo conserva lo que no amarra” junto con recordarnos que “hay perros adictos a las drogas en las aduanas”.
Gracias a tres integrantes de su equipo que se pasean con diferentes guitarras y movían los paneles para dar distintas formas y conceptos, el show es dueño de un hilo dramático que continuó con la fase acústica donde el cantautor rememoró la historia detrás de “La aparecida”, su primera composición cuya creación tardó nueve meses y estuvo influenciada por Luis Alberto Spinetta, contó. Cada canción iba hilada por anécdotas, “¿se escucha bien?”, preguntó y la audiencia ubicada en el segundo piso del Teatro Nescafé de las Artes le contestó que se oía muy bajo. “¿Quién me manda a preguntar?”, bromeó. Las intervenciones iban de la mano de demostraciones de agradecimiento y mucha humildad, una cualidad que, a pesar de cargar con tres Grammy el 2018 por su último disco, Salvavidas de hielo (2017), no pierde.
La guitarra acústica fue su compañera en melodías como “Salvapantallas”, “Zamba del olvido” y “Disneylandia”; donde también usó un péndulo de Newton cuyo sonido escoltó “Todo se transforma” con la explicación física de aquel movimiento, interacción que duró más de lo esperado. “Si me pongo pesado, me avisan” remató con humor.
Acto seguido, volvieron las seis cuerdas eléctricas para bucear por la tristeza con una versión conmovedora de “Asilo” el single que en la versión original canta a dueto con Mon Laferte; luego los bloques se encasillaron para mostrarlo a él dentro de un cubo al son, más roquero de lo esperado, de “La vida es más compleja de lo que parece”, parte del sombrío 12 segundos de oscuridad (2006).
Cuando llegó el momento de “La edad del cielo”, el también ganador de un Óscar por “Al otro lado del río” en el 2005, usó un efecto que distorsionó su voz y una iluminación que nuevamente puso énfasis en su sombra. Contorno que por momentos se reflejaba gigantesca en el fondo del escenario, especialmente con los temas finales que incluyeron su nuevo gran hit “Telefonía”.
Dicho reflejo es en lo que se ha convertido con el paso de los años. Jorge Drexler pareciera no saber (y eso lo hace más adorable aún) que se ha convertido en un gigante y su teatral show, una vez más, lo demuestra. Se trata de un animal de la poesía que promueve un mundo sin fronteras, mezcla géneros clásicos latinoamericanos con nuevas tecnologías, sin dejar de lado la delicada sensibilidad que le otorga una guitarra de palo.
Definitivamente, un trovador del nuevo milenio.