Eduardo Ravani: “Hay algunos recalcitrantes que todavía creen que fuimos el opio del pueblo, el circo de Pinochet”
En entrevista con El Dínamo, el comediante repasa su trayectoria en el espectáculo y cómo se concretó uno de los programas más recordados de Chile: Jappening con Ja. Todo esto, en medio del lanzamiento de su libro "Con Ja y Sin Ja".
En el marco del lanzamiento de su libro “Con Ja y Sin Ja”, Eduardo Ravani hace una pausa para comentar lo que ha sido su trayectoria en el espectáculo. En entrevista con El Dínamo, el actor aborda pasajes de su etapa como estudiante universitario, su relación con Fernando Alarcón, su vida como hombre de televisión y de qué manera lo que parecían juegos humorísticos terminaron catapultándolo como uno de los más grandes comediantes de Chile.
-Cuando niño, ¿qué querías ser?
-Quería ser Presidente de la República, esa es la verdad. En mi casa había una mesa grande, cabía toda la familia, yo me subía y hacía discursos. “Este niño va a ser Presidente de la República” decían mi mamá, mi abuelo y mi papá.
-¿Dónde estudiaste?
-En el Barros Borgoño, fui muy buen alumno, me saqué el sexto bachiller en Chile, que es como decir el sexto puntaje nacional. Entré a estudiar Derecho, mis compañeros eran Lucho Maira, José Miguel Insulza, Jaime Ravinet, todos próceres de la política. En segundo año me di cuenta que no servía para este cuento; ¿cómo voy a defender a un tipo que cometió un crimen y que todo el mundo lo sabe? Al final me salí, empecé a estudiar psicología.
-¿No terminaste Leyes?
-Estuve dos años y empecé a estudiar psicología, entré a la facultad de filosofía y educación en Estados Unidos. Tomé los ramos generales porque tenía la idea de meterme en la mente de las personas para hacer publicidad. Convivía con gente de otras ramas y empecé a estudiar dos carreras simultáneas, psicología y periodismo. Al segundo año tenía que elegir y me fui con periodismo, pero ya hacía radio, hacía televisión, ya estaba metido en las comunicaciones. Eso me hizo acercarme por tercera o cuarta vez a la televisión, estoy hablando de los años del campeonato mundial, cuando se prende la televisión en Chile. Con Fernando Alarcón ya habíamos trabajado en muchas cosas relacionadas y teníamos el bichito del humorismo.
-¿Cómo empieza a aparecer el humor?
-Nosotros éramos pelusas de cabros chicos, nuestro dúo se llamaba “El Diez”. Fernando era “El Uno” y yo “El Cero”. En la Universidad hacíamos humoradas, inventamos las semanas mechonas, éramos número pintado para la Semanas Bufa, donde con Fernando contábamos chistes y animábamos de todo, en la escuela de periodismo, de medicina, de ingeniería, de servicio social, de derecho, pasábamos de una escuela a otra. Como estábamos en periodismo éramos “Los Paparazzi”.
“¿Cuánto quieren ganar?”
-¿Imaginaron que esto se iba a convertir en una fuente de trabajo, que iban a tener éxito así?
-¡Jamás! Mira, nosotros creamos los clásicos universitarios, con Alberto Maturana que es Director de la ONEMI y Jaime Román, éramos ”Los Cuatro Mosqueteros”. Un día fuimos a un Congreso de Espectáculos Artísticos Universitarios que se desarrolló en la Universidad Santa María en Valparaíso y fueron artistas de todas las universidades: de la Austral de Valdivia, Concepción, la Chile, Valparaíso y del Norte. Nosotros arrasamos y un periodista nos vio: “¿Les gustaría trabajar en el Bim Bam Bum?” Nosotros dijimos: “¿en el Bim Bam Bum? Ahí hay puras vedette, puras minas piluchas”, y nos dice: “Voy a hacer una cita con el dueño, Julio Buddy Day”, un empresario uruguayo que tenía el Teatro Ópera en Huérfanos, el centro de la chuchoca artística nacional, ahí estaban todos los grandes. Cuando lo conocimos nos preguntó “¿Qué hacen ustedes?” Yo le contesto, “bueno, yo entro aquí y le digo un chiste… hágalo, suba al escenario”. Se apagan las luces y él más tres personas se ponen a mirarnos. De repente empezamos a sentir risas, murmullos, hasta que escuchamos: “¡Paren! Vayan a mi oficina”. Asustados fuimos, había como cuarenta personas que nos estaban viendo y nosotros no nos habíamos dado cuenta. “Pueden empezar en dos semanas en la Revista”. Estábamos parados y él sentado allá en el escritorio. “¿Cuánto quieren ganar?”, nos dijo. Le pedimos unos minutos para ponernos de acuerdo, salimos, teníamos unos veintidós años nosotros. Fernando me dice “serán unos trescientos mil ¿está bien? mitad para ti y mitad para mi”. Yo le digo “pidamos cuatrocientos, capaz que nos bajen”. Entramos y nos preguntan “¿Cuánto quieren?”, “cuatrocientos mil”, le dijimos. Julio Buddy saca un papel y nos pide que firmemos por el período de un mes: “cuatrocientos mil diarios, ok”. Así partimos y estábamos estudiando en la universidad.
-¿Cómo llegas a Televisión Nacional?
-Estábamos en relaciones públicas en el Ministerio de Educación y ahí nos mandaron a una oficina para crear las condiciones de un Sistema Nacional de Televisión que es Televisión Nacional Chile. Fernando y yo nos salimos y nos convertimos en una productora que se llamó “Paparazzi Producciones”. Armamos la programación de un año y medio de toda Televisión Nacional, incluyendo el noticiario. Nosotros somos los creadores de Televisión Nacional.
“Quiero dejar impreso un momento histórico”
-¿Que es lo que te motivó a escribir este libro?
-Quiero dejar impreso un momento histórico de la televisión chilena, dejar mi vida como un ejemplo, un legado, quiero que sirva como un libro de consulta para los universitarios que quieran meterse a la televisión. Yo soy profesor, guía de más de ciento cincuenta personas que están diseminadas en la televisión hoy día, comunicadores que son rostros, gente que se ha dedicado al periodismo, gerentes, gente que ha construido empresa de televisión, productoras, editores, camarógrafos, más de ciento cincuenta personas que están ahora, fueron alumnos míos.
-¿De qué hablas específicamente en tu libro?
-Hablo de la historia, de todo lo que ocurrió, pero hablo también del presente. Digo por qué la televisión está así hoy día y qué hay que hacer, si no, la televisión va a morir. Hago una analogía entre el pasado, cuando nació la televisión en función del cine y la televisión de hoy.
-¿Para quién es este libro?
-Es variable, para las nuevas generaciones en primer lugar y para la gente que quiera saber como era la televisión de esos años. Hay gente que quiere mirarlo desde el punto de vista farandulero, para saber como se construyó el Jappening y como estábamos nosotros involucrados, eso también está.
También creo que si en la universidad lo leen, van a entender cómo llegó a nacer la televisión en este país. Además, se van a encontrar con hechos, en Chile se producirá el apagón análogo. ¿Sabes cuándo va a ocurrir eso? En abril del 2020, o sea, quedan exactamente once meses. Si no piden agüita, hay muchos canales que van a desaparecer.
-¿Cómo cuáles?
-Los que tienen televisión análoga, todos los que están en el cable. Se van a ir todos para afuera si no tienen televisión digital. Los canales nacionales deben transmitir el ciento por ciento de su programación en digital y tener alta definición en abril de 2020. Yo sé que hay unas voces que salieron a pedir más tiempo, a pedir un reglamento adicional que diga que den un par de años más.
-¿Qué es lo que rescatas de la televisión chilena actual?
-Nada. La televisión chilena se ha ido empobreciendo, deteriorando, farandulizando, el concepto de televisión pública no existe aplicado, porque esto no es televisión pública, hay muchas cosas que están ocurriendo que la hacen caer en desmedro. Cuando yo hacía televisión, mi rating era de ochenta puntos, a mi me sacaron del Canal con sesenta puntos, ni el campeonato mundial de fútbol tiene sesenta puntos hoy, pero hasta los noticiarios ahora son burdos, hablan de la mejor empanada, del choque de la esquina, nada que ver.
“Yo estaba del otro lado, del lado de la Democracia”
-¿Qué tipo de anécdotas encontrará la gente al leer?
-Los éxitos, los fracasos, las penas, los cismas. Hechos con respecto a Pinochet por ejemplo, yo cuento aquí el día del Golpe, la llegada del color, cómo se hizo ”La Oficina”, el equipo inicial, el día que no olvidaremos, el once de septiembre.
-¿Te refieres a lo que se dice sobre ustedes, que eran “los payasos de la Dictadura”? ¿Hablas de ese tema en el libro?
-Yo lo respondo, en el libro doy mi reflexión, porque hay algunos recalcitrantes que todavía creen que nosotros fuimos el opio del pueblo, el circo de Pinochet. Yo estaba del otro lado, del lado de la Democracia, siempre, pero algunos fanáticos, radicalizados nos decían: “¿Por qué tienen que hacer reír si estamos todos como las huevas? Estos huevones están mandados por los milicos”. Y era al revés, lo que nosotros hacíamos era entregar un mensaje de optimismo, de esperanza. Hoy reflexiono profundamente sobre eso y digo “es de acuerdo al cristal con que se mire”. Nosotros podíamos ser aletargadores con la risa, pero resulta que estaba Don Francisco, estaba Cachureos, o sea, había programas de divertimento. ¿Por qué nosotros si Antonio Vodanovic hacía el Festival de Viña y todo eso? Pero nosotros éramos los culpables ¿por qué? porque éramos demasiado relevantes, la gente nos aplaudía, nos decía que éramos la raja, hacíamos reír, la gente olvidaba las penas. Y al otro lado decían “¿por qué se nos van a olvidar las penas?” Quiere decir que fuimos tontos útiles desde ese punto de vista, pero nosotros no éramos tontos útiles, nosotros decíamos que queríamos la libertad, queríamos la democracia, queríamos que la gente riera, que fuera feliz.
Coincido con eso si quieren opinar así, aunque toda la gente en la calle nos decía “gracias, gracias”. Se acercaban y me daban un abrazo, me tomaban la mano, a mí, a la Maitén, a la Gloria, a Fernando, a Jorge, a todos nos hacían lo mismo.
-¿Pasa todavía?
-Todos los días, yo salgo de aquí y a todo el mundo hay que darle un apretón de manos. Eso me satisface.
-¿Cómo observas otros programas de humor que aparecieron después, como Plan Z?
-Poco lo vi, pero encuentro que era una propuesta interesante, de acuerdo con los tiempos.
-¿El Club de La Comedia?
-También tuvo logros, permaneció en el tiempo, hay gente honesta y capaz de hacer cosas buenas. Ahí, conocí a gente que admira mi labor, como Sergio Freire, Rodrigo Salinas, he tenido contacto con ellos, me dicen “maestro” qué se yo, hemos tenido un diálogo permanente, ellos admiraban nuestro trabajo y creo que siguieron la misma línea.
-¿Te gustan ellos como comediantes?
-Sí, tuvieron logros y otros que no tanto, como también nosotros.
“A mí no me gusta Felipe Avello”
-¿Qué opinas del trabajo de Felipe Avello?
-A mí no me gusta ese huevón, no lo encuentro cómico, no me llega, a lo mejor es cómico para las generaciones actuales, pero a mi no me produce nada, no cuenta chistes, no hace nada, no sé que hace.
-¿Y Joyan?
-Joyan me gusta, lo tuve en “La Huincha”. Me gusta ese tipo, le falta libreto no más, yo se lo dije. Él tiene materia prima, tiene estilo y eso puede servir. Yo le di inclusive la oportunidad de seguir, pero él no se maneja con libretos, tendría que tener más background, me gusta muchísimo.
-¿Cómo te gustaría que te recuerde la gente?
-(Suspira) Bien… que me recuerden bien. Yo siempre di una imagen muy fuerte, soy una persona que tiene una personalidad avasallante, creo que sin mi el Jappening no habría durado más. Yo soy el menos artista de los cinco, siempre se los dije a ellos. Yo hacía personajes, tengo el de la peluquería, el Indio de “La Pobla”, el Zañartu, hacía a Don Francisco en la época “Chucruzberguer”. Pero yo fui más aglutinador, componía las estructuras, las cinco puntas de una estrella tenían valor por si mismas cada una: la Gloria brillante, la Maitén superlativa, Fernando Alarcón el mejor comediante de Chile, para qué hablar de Pedreros, que era un astro de la producción musical, un gallo con una memoria increíble sobre eso, un talento. Y yo… yo era el que cortaba el queque.
-Siempre en un equipo tiene que haber alguien con ese rol…
-Ese tenía que ser yo. Mantuve al Jappening, los otros se fueron, estuvieron lejos. Jorge estuvo fuera, la Gloria y la Maitén estuvieron fuera, pero volvieron incluso. Yo fui a buscar a Porcel a Argentina. Don Pío nace de una creación de él, pero yo le puse el nombre, yo me llamo Pío Eduardo, entonces, le dije “sé tu mismo, yo te doy una pauta y te regalo mi nombre: Pío. Desde ahora te llamarás “Don Pío”.
-¿Cómo sientes hoy la autoría del Jappening?
-Me siento orgulloso de haber podido plasmar esta idea loca que teníamos con Fernando de hace muchos años, es una cosa que duró tanto y que es relevante para la Televisión Chilena. Nosotros somos considerados “El” programa en todo sentido. Éramos extremadamente profesionales, pasábamos veinticinco horas trabajando, nuestras familias nos echaban de menos porque no nos aparecíamos.
-Los ausentes como Andrés Rillón, Jorge Pedreros, Óscar Olavarría ¿están presentes en tu libro?
-Siempre, los recuerdos son imborrables, yo digo “hoy Jorge está dirigiendo un coro celestial, donde está Andrés Rillón, Jorge Porcel, Oscar Olavarría, Myriam Palacios, Jorge Franco, Helvecia Viera”. A todos los tengo presentes.
En una parte del libro cuento sobre un compromiso que tuvimos con Fernando Alarcón y Jorge Pedreros: “Cuando el primero muera, los otros dos van a ir al cementerio y frente a la tumba se van a pegar un tortazo”. Cuando murió Jorge, mi hija Pía hizo la torta y Fernando y yo fuimos al cementerio de San Bernardo. Había miles de personas, y yo con Fernando estábamos al lado. De repente a Fernando se lo empieza a llevar la masa y yo me quedo atrás. “¿Y la torta qué huevón?” No pudimos hacerlo, estaba a treinta metros de la tumba y Fernando a veinte. Nos miramos diciendo “¿Y qué chucha?” Volvimos a la casa sin hacerlo, entonces le dije: “El próximo tendrá que pegarse el tortazo así mismo cuando muera uno de nosotros dos”.
-El tortazo sigue pendiente
-Así será.
Transcripción Enrique Campos.