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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Elige Vivir Sin Drogas: Palabras remozadas para ideas trasnochadas

El plan que se implementará no deja de ser una expresión más de un enfoque preventivo que ha fracasado rotundamente y que más allá de un discurso grandilocuente, no es una verdadera innovación en esta materia.

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Raúl Saldívar Auger es Diputado de la República, distrito 5

El Presidente Piñera a través de cadena nacional anunció el plan Elige Vivir sin Drogas, programa que según él vendría a solucionar la -hasta ahora eterna- preocupación por el alto consumo de estupefacientes por parte de los jóvenes en Chile, realidad que se pone de manifiesto en el hecho de que, según la Organización de Estados Americanos (OEA), Chile es el país que más consume marihuana. Sin embargo debo decir que el plan que se implementará no deja de ser una expresión más de un enfoque preventivo que ha fracasado rotundamente y que más allá de un discurso grandilocuente, no es una verdadera innovación en esta materia. En efecto, el plan “Elige Vivir Sin Drogas” persiste en el enfoque prohibicionista; el mismo que a 50 años de imponerse legalmente en Chile no ha logrado erradicar el consumo de drogas. La razón de esto es muy simple: en toda la historia no ha habido sociedad que –por más severo que sea el castigo asociado– haya conseguido erradicar el consumo de estas sustancias.

En la antigua Roma se prohibía a las mujeres que consumieran vino y éstas terminaban haciéndolo a escondidas; en sectores de Alaska se prohíbe el consumo de alcohol y en vez de no existir consumo, existen altos índices de alcoholismo y debo mencionar que en nuestro país, a pesar de que año a año se incrementan los gastos en políticas públicas prohibitivas, aún los jóvenes chilenos siguen liderando el consumo de marihuana en Latinoamérica, por lo tanto, pienso que por muy bien intencionado que sea el Presidente Piñera, no tengo dudas de que fracasará en su cometido.

Considero además, que como política pública, los efectos del Plan propuesto son improbables pues, está inspirado en un programa implementado en un país cuya realidad no se asemeja en lo más mínimo a la nuestra. En este caso, cabe resaltar que Islandia es un país que si bien cuenta con poco más de 300 mil habitantes, tiene uno de los más altos estándares de vida; una realidad que se aleja sideralmente de la nuestra, donde los niveles de desigualdad son enormes y gran parte de nuestra juventud es vulnerable. Por esta razón considero que aplicar una política así resulta antojadizo, ya que, no cumple ningún requisito de cientificidad que deben cumplir todas y cada una de las políticas públicas que se implementan en nuestro país.

En lo personal, comparto la preocupación por el alto consumo de drogas que tienen los jóvenes de Chile. No obstante, debo decir que el poner especial atención al consumo por parte de este grupo etario es un tanto hipócrita. No debemos olvidar que en nuestro país -lo enfrentemos o no- existe un consumo generalizado de estupefacientes y que sólo rasgamos vestiduras por el uso de drogas recreativas empero no tomamos en consideración el uso indiscriminado de drogas legales. Me refiero a ansiolíticos, antidepresivos, estimulantes y sobre todo al tabaco y el alcohol. Todo lo contrario, en estos últimos somos campeones mundiales y no vemos al Presidente mostrando la misma preocupación.

Nuestra legislación -de forma más o menos eficiente- regula el consumo de tabaco y el alcohol e incluso este último es fomentado a nivel cultural no obstante a  encontrarse directamente relacionados con un alto porcentaje de las muertes que se producen en el país y si esto fuera poco, se obliga a los niños el consumir sustancias nocivas tales como el ritalin o la risperedona sin necesitarlo; las que tienen un efecto idéntico al de las anfetaminas. En este caso, a los padres se les ha obligado drogar innecesariamente a sus hijos para que sean aceptados en el colegio y esto a vista y paciencia del Estado.

Considero que el prohibicionismo tiene finalmente sólo efectos negativos. Al respecto, tenemos como antecedente histórico la experiencia de la Ley Seca, que por más de una década prohibió tanto el consumo de alcohol, como su producción y su expendio en los Estados Unidos de Norteamérica, medida que lo único que logró fue la proliferación del crimen organizado y el aumento dramático de muertos por intoxicación, pues el alcohol consumido no cumplía ningún estándar de calidad. En este caso, las autoridades norteamericanas fueron cómplices, pues crearon un mercado ilícito para satisfacer una demanda que -les gustara o no- iba a seguir existiendo.

En mi opinión, para reducir el consumo de drogas debemos actuar de forma multisectorial y enfrentar los problemas que como sociedad tenemos y que son caldo de cultivo para el consumo de sustancias nocivos. Esta es la desigual repartición de beneficios dentro del sistema económico y sus efectos en la sociedad, una desigualdad abismal, ya que, el consumo problemático de drogas en los jóvenes está relacionado íntimamente con la marginalidad social, a la falta de expectativas de vida y a las pocas opciones de esparcimiento que tienen niños niñas y adolescentes, reflejo de un sistema que produce y reproduce desigualdad. Al respecto, décadas atrás el presidente Allende, al referirse al aumento de uso de drogas por parte de los jóvenes sentenció Muchas y de variada índole son las causas de este fenómeno, pero todas ellas pueden remitirse a la mala estructuración de la familia y de la sociedad. Frente a un mundo sin horizontes cunden los mecanismos de evasión”

Por lo anteriormente señalado, es que emplazo al Ejecutivo a buscar cambiar de paradigma en materia de prevención de drogas, a abandonar el prohibicionismo fracasado y avanzar en la senda de reducir los daños que ocasiona la droga, tanto en el consumidor como en su entorno y llevarlos a su mínima expresión. Este es el camino que han optado países como Portugal, Holanda y algunos Estados en Norteamérica con resultados positivos, que sólo confirman lo antes dicho.

Finalmente decir, que tengo lamentablemente tengo la certeza de que nunca podremos reducir el consumo de estupefacientes si no dotamos a nuestra juventud efectivamente de oportunidades de vida, de esparcimiento y de brindar las condiciones materiales para que efectivamente permitan decirle no a las drogas.

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