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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La doble dimensión de nuestro ser ante el autocuidado

"¿Cómo suelo ayudar a otros? ¿Cuáles son las principales habilidades que pongo en práctica cuando veo a otra persona pasarlo mal? ¿Qué acciones realizo cuando cuido a los demás?"

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Claudio Araya es Profesor de la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez.

Aquella parte nuestra que se da cuenta que estamos sufriendo, no está sufriendo, y más aún, es una parte nuestra capaz de cuidarnos.

Cuando me hago una herida en la mano, hay una parte de mí que está sufriendo, y al mismo tiempo, hay otra parte (quizás la otra mano) que tiene la capacidad de cuidar de la mano herida, dándonos los cuidados que necesitamos.

Cuando cuidamos de nosotros mismos, sabiéndolo o no, ponemos en juego al menos dos dimensiones de nuestro ser. Por un lado aquella parte que requiere ser cuidada, es decir, la dimensión sensible y vulnerable de nuestro ser; y por otro lado, también está en juego la dimensión de nuestro ser capaz de brindarnos el cuidado y la protección que necesitamos, ambas parte forman parte integral quien somos.

Quizás la primera labor del autocuidado no sea la de realizar grandes acciones, sino más bien, sea la de reconocer esta doble dimensión de nuestro ser, por un lado aceptar nuestra vulnerabilidad y al mismo tiempo, reconocer nuestra fortaleza y el coraje de ser compasivos ante nuestro propio sufrimiento.

Si nos detenemos, podemos reconocer que existe una parte de nuestro ser que necesita ser reconocido y cuidado. Aquí las preguntas nucleares de la auto-compasión podrían ayudarnos a explorar esta dimensión, por ejemplo, podríamos preguntarnos ¿Qué necesito en este momento? ¿Qué necesito oír? Si nos hiciéramos esta pregunta en serio ¿Qué responderíamos?

Puede ser valioso hacer de manera práctica esta indagación, darnos unos instantes al día para explorar como estamos y qué necesitamos, podríamos escribir las respuestas que aparezcan.

La segunda dimensión de nuestro ser ante el autocuidado es aquella que tiene la capacidad de cuidar, la dimensión que escucha nuestras necesidades y que tiene la capacidad de emprender acciones hábiles para aliviar nuestro sufrimiento.

Esta segunda dimensión puede aparecer de modo más claro cuando escuchamos el sufrimiento de otros, y en respuesta a él emerge nuestra empatía y compasión, junto con el deseo de aliviar el sufrimiento. Por supuesto, esta habilidad no está limitada a cuidar de los demás, también puede estar al servicio del autocuidado.

Del mismo modo que podemos entender y ser compasivos con un buen amigo que la está pasando mal, podemos también aplicar esta habilidad a nosotros mismos, a nuestro propio sufrimiento.

Algunas preguntas que pueden ayudarnos a visibilizar esta habilidad de cuidar son:

¿Cómo suelo ayudar a otros? ¿Cuáles son las principales habilidades que pongo en práctica cuando veo a otra persona pasarlo mal? ¿Qué acciones realizo cuando cuido a los demás? ¿He aplicado alguna vez estas acciones cuando soy yo mismo quién he estado pasando por un momento difícil? ¿Cómo me he cuidado antes?

Por simple que parezca, visibilizar y ser consciente de esta doble dimensión de nuestro ser ante el autocuidado de por sí puede ser terapéutico, visibilizar nuestro lado vulnerable, y al mismo tiempo, reconociendo nuestras propias fortalezas y habilidades de cuidado, con la cual podemos abrazar nuestra vulnerabilidad.

Quizás la más genuina integración ocurra cuando nuestra vulnerabilidad sea vista y atendida, no por los demás, sino por nosotros mismos, cuando despleguemos la habilidad de cuidado hacia todos los seres, comenzando por el ser más cercano que tenemos, nosotros mismos.

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