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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La transición política chilena no es para Venezuela

Ambas partes hicieron lo que pudieron por salir con el mejor acuerdo posible y meses después la democracia volvía, pero con Pinochet como jefe eterno del ejército.

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Braulio Jatar es Abogado, comunicador, escritor

Hemos advertido del riesgo de vender la transición chilena como fórmula para Venezuela. Usar como referencia el debate de demócratas chilenos con un gobierno militar, no solo es un error, lo que es peor, puede estar trayendo malas consecuencias a la actual negociación en la tierra caribeña.

Pinochet fue obligado, por su propia Constitución, a llamar a un plebiscito a los ocho años de haberse promulgado la norma marco. El jefe militar apostaba que ganaría el proceso eleccionario, montado en una ola de éxitos económicos. La propuesta de los entonces “chicago boys” habían puesto a Chile en una ruta que la democracia ha mejorado, dándole contenido social, pero nunca desmontado. La dictadura echó las bases de uno de los más exitosos planes económicos en Latinoamérica. El gobierno perdió el proceso eleccionario al que concurrió el 97.53% del electorado, pero con un 44% de los votos de su lado y con unos resaltantes índices económicos, se sentó a negociar – con un importante bloque de partidos de la oposición – algunas reformas a la Carta Magna redactada por sus fuerzas militares y “aprobadas” en 1980 en un proceso que muchos repudiaron por falta de legitimidad.

Ambas partes hicieron lo que pudieron por salir con el mejor acuerdo posible y meses después la democracia volvía, pero con Pinochet como jefe eterno del ejército, un porcentaje de los ingresos derivados de la exportación del cobre adjudicado directamente a la institución militar y otras normas denominadas “anclajes autoritarios”, que por años permitieron que la sombra del militarismo oscureciera la blanca democracia.

El régimen venezolano, en donde militares han ocupado una infinidad de cargos, no tiene éxito económico alguno que mostrar. Por el contrario: es un desastre sin precedentes en la historia universal con 4 millones de venezolanos desplazados. Sus habitantes, víctimas de la violación de derechos humanos, civiles, sociales entre otros, tal y como lo señala el Informe Bachelet, tienen al gobierno con un 87% de desaprobación, según todo tipo de encuestas, por lo que competir en unas elecciones limpias, no es una opción, tal y como quedó demostrado cuando en el año 2016 la Constitución ordenaba celebrar un referendo revocatorio presidencial y el órgano electoral impidió su realización.

En esta Venezuela, la oposición no cuestiona la actual Constitución (1999), los que la gobiernan no tienen éxitos económicos que mostrar, tampoco han cumplido con procesos electorales conforme a ley ni a estándares internacionales, no cuenta con apoyo popular y al igual que el otrora Chile ha violado derechos fundamentales de nuestros ciudadanos. ¿Qué es lo que hay que negociar? Una “retirada ordenada” al estilo de la dictadura Argentina, país que después del fracaso de la guerra de Las Malvinas, quedó devastado por todos los costados.
Venezuela no es Chile.

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