Evitemos el círculo vicioso: sin inversión en infraestructura no hay crecimiento
"Las inversiones, sean estas de puertos, carreteras, aeropuertos, pasos fronterizos e infraestructura digital, requieren de una respuesta estatal rápida, clara y sin incertidumbres".
Felipe Ulloa es Exasesor de la Cepal en infraestructura y Máster en Gestión para el Desarrollo, FLACSO Chile, Costa Rica.
La desaceleración económica de Chile se enmarca en una “Guerra Comercial” entre China y EE.UU, no obstante, el contexto local está determinado por altos niveles de desconfianza en las instituciones; lentitud en la respuesta de la autoridad ambiental para aprobar proyectos; judicialización de proyectos de inversión; déficit fiscal acumulado de 24% del PIB; agenda social de alto costo y polarización política que hace que Chile discuta en dos periodos presidenciales consecutivos reformas tributarias que van en direcciones opuestas.
La expectativa inicial de crecimiento económico del gobierno fue de alrededor de un 3,1%. Posteriormente, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en julio pasado pronosticó un 2,8%, mientras la encuesta mensual de agosto del Banco Central se situó en 2,6%. Esto, va acompañado de un déficit fiscal del gasto corriente del 2,0% anual. Estas mediocres cifras de expansión no alcanzan a ser contrarrestadas con el austero “Plan de Infraestructura” del gobierno cuya inversión de US$1.400 millones para 2019/2020 se encuentra muy por debajo de la brecha anual de infraestructura del país de US$15.000 millones (Cámara Chilena de la Construcción, CChC).
Un crecimiento del 2,6%, con un déficit fiscal anual del 2% y una inversión en infraestructura 10 veces más baja que la diferencia anual, acompañados estos elementos de una agenda social de alto costo y la ausencia de proyectos de obras públicas con estudios de ingeniería de detalle, hacen prever que el panorama no será distinto para el 2020, pues el Producto Interno Bruto (PIB) del próximo año dependerá de las decisiones de inversión que se tomen hoy y el Estado no tendrá la capacidad de respuesta para iniciar procesos de licitación en infraestructura.
El cierre de este déficit de infraestructura se establece para un periodo de 10 años, según estudios de la CChC. Sin embargo, el país no generó planes de desarrollo de obras públicas en los últimos 3 periodos presidenciales, poniéndose los énfasis en otras agendas y no en esta materia. Así pues, con un bajo ritmo de crecimiento (2,6% Banco Central), el país camina rumbo a la siguiente paradoja: “Si no se invierte en infraestructura, no se crece y si no se crece no se puede invertir en infraestructura”.
Este escenario configura elementos que nos hacen pensar que Chile solo pueda mantener en el corto plazo rendimientos menores. No obstante, todavía se puede corregir el rumbo realizando fuertes inversiones en infraestructura de logística nacional para dinamizar los sectores productivos y así devolver la confianza a exportadores/importadores del país.
Las inversiones, sean estas de puertos, carreteras, aeropuertos, pasos fronterizos e infraestructura digital, requieren de una respuesta estatal rápida, clara y sin incertidumbres. Para esto, los ministros sectoriales deben contar al interior de sus carteras con personal calificado de alto estándar capaces de cumplir con los desafíos del país. Cada semestre que se retrasa una respuesta para un proyecto de inversión es tiempo en que el país deja de crecer.