¿Estamos preparados?
El foco no es el Excel, debe ser la gente. Y un país sano no es el que superficialmente se muestra para los demás, sino que resuelve desde sus entrañas las heridas que parecen todavía abiertas.
Guillermo Bilancio es Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Consultor en Alta Dirección
Nunca la violencia, siempre la conversación. Esa es la esencia de una sociedad democrática y justa que pueda convivir en un estado de bienestar.
¿Buena frase, no les parece? Plena de palabras clave que todo político usa en sus promesas de campaña y que son parte del lenguaje correcto frente a los medios.
Nunca la violencia.
Aquí tenemos que evaluar que hay una violencia que destruye el patrimonio material, detestable e incomprensible, al igual que la violencia que destruye sistemáticamente el patrimonio moral. Unos se aprovechan de la reacción de los menos favorecidos y rompen, otros se aprovechan de su poder y también rompen.
Nada justifica la violencia, por eso debemos cuestionarnos si estamos preparados para disolver estos actos violentos
producto de decisiones desiguales que violentan.
Siempre la conversación.
Pero para que esto suceda, será necesario comprender que se requiere equidad de posiciones para conversar, y que esa conversación no se transforme en un simple paso de información de unos hacia otros, sino en un verdadero debate acerca de qué podemos hacer para vivir mejor.
De esto se desprende que una verdadera sociedad democrática debate los temas, y recibe órdenes e instrucciones unilaterales en nombre de la ley. La ley debe respetarse, pero también es susceptible de ser interpretada a favor de unos o de otros.
Para ello, es indispensable abrir el debate sin prejuicios sociales, económicos o políticos. La democracia es justa si hay debate de ideas desde un lugar transversal en el que participen todos.
Y este debate debe ser la clave de la convivencia para que puedan integrarse ideas desde todos los sectores para resolver los problemas de la gente. La convivencia no debe ser una pantalla en la que se intente formar una imagen sin sustento real. Un país no debe ser una maqueta prolija para mostrar, sino que debe ser una construcción sólida real.
Y la única respuesta del gobierno, es el esfuerzo por dejar en claro el esfuerzo del presidente y la irresponsabilidad de la oposición, haciendo campaña prometiendo resolver deudas históricas que nunca han sido resueltas. Pidiendo orden, para evitar que la imagen del país se deteriore.
¿Nos interesa la imagen o nos interesa la gente? Otra vez Chile se muestra como una escenografía.
Y la parte final del discurso políticamente correcto, es la búsqueda del estado de bienestar.
¿Qué entendemos en Chile por estado de libertad? ¿Vivir en orden? ¿Reconocer y resolver los problemas de equidad social? ¿Asegurar los beneficios de la libertad? ¿Afianzar la justicia para todos de manera transversal? ¿Promover el bienestar en términos de educación, salud, seguridad, dignidad?
El problema no viene de ahora. La deuda social de Chile tampoco tiene que ver con el gobierno de Piñera. Viene desde las bases mismas de una sociedad desigual, plagada de privilegios para algunos y de sacrificios eternos para la mayoría que está postergada.
Por eso, debemos entender que el estado de bienestar es un estado responsable, que defiende la libertad y el orden, pero que acepta que nada es posible sin equidad.
Para eso, Chile tiene que resolver su deuda social profunda, que no es con la simplicidad de manejar un Excel que administre datos económicos y así asegurar una imagen de país macroeconómicamente sano.
El foco no es el Excel, debe ser la gente. Y un país sano no es el que superficialmente se muestra para los demás, sino que resuelve desde sus entrañas las heridas que parecen todavía abiertas.
¿Estamos preparados?