Lo que quiere la gente
"Las comodidades de los tiempos actuales han permitido a los representantes políticos abusar de las encuestas y en definitiva disociarse de la comunidad".
Jaime Abedrapo es Director de la Escuela de Gobierno de la USS
Siempre escuchamos a los parlamentarios y políticos en general señalar “lo que quiere la gente…”, en el marco de una democracia representativa de corte liberal. La lógica es que ellos son cada cuatro años elector o reelectos con un mandato para representar los intereses y anhelos de la ciudadanía de sus respectivas circunscripciones o distritos. Sin embargo, esta muletilla (“lo que quiere la gente…”) cada vez pareciera más vacía, ya que el desacople de la elite política es más evidente por estar desconectada de sus electorados y sin un ideario consistente en la escena nacional.
En los hechos, parecieran más bien interpretar las encuestas según el interés circunstancial y acomodar el discurso según sus intereses y/o un mapa mental confuso y casi vaciado de principios o convicciones, lo cual quedaría en evidencia tras la carencia de testimonio de vida de nuestros representantes en el Congreso.
En la confusión ideológica actual, en el marco de un cambio de época, una de las características más visibles es la inmediatez y la adaptabilidad meteórica de los políticos a las posiciones políticas según sea la opinión pública mayoritaria o referencial cuyo objetivo es mantenerse en el círculo de las elites políticas (no intelectuales obviamente).
Las comodidades de los tiempos actuales han permitido a los representantes políticos abusar de las encuestas y en definitiva disociarse de la comunidad. Ello en paralelo con un adormecimiento de sus sueños en sociedad y una tecnocracia que tiende a deshumanizar las relaciones sociales, porque no escucha, porque no entiende de frustraciones y justicia social. En efecto, las carreras políticas de los últimos tiempos se han estructurado en búsqueda de empatizar con las tendencias en las redes sociales y en la agenda de los grupos de interés pequeños, pero que consiguen ser efectivas en su lobby, o simplemente porque esos grupos financian sus campañas políticas.
Ante lo señalado, podemos encontrar pistas de la crisis actual de la democracia fruto de la desafección, básicamente porque los políticos que en general no saben que proponer (vacíos de convicciones y principios), desconectados de sus representados, lo cual explicaría su carencia de credibilidad frente a la ciudadanía.
En consecuencia, lo fundamental es que los políticos, quienes tienen una enorme responsabilidad frente a la actual crisis, más que insistir en señalarnos lo que “quiere la gente”, nos digan que es lo que ellos piensan para la sociedad, y así plantear acciones que permitan conducir la política, primeramente, escuchando a las personas para luego fundamentar su visión de sociedad, un ¿para qué están en política? Esta propuesta será válida mientras se mantenga el sistema democrático representativo, ya que no podemos ser miopes en observar que la crisis de legitimidad del régimen democrático liberal está siendo observada a nivel planetario y por múltiples razones, destacando el rechazo a la concentración de la riqueza que ha reproducido a escala internacional.
En nuestros días de estallido social y de confusión generalizada del gobierno y oposición, debiéramos buscar un camino de reencuentro entre la ciudadanía y quienes están en la elite política, esto por el bien de nuestra República. Debemos entender que la Política, con mayúsculas, es un arte que requiere dosis importantes de valores y sentido social, para desde ahí buscar acuerdos nacionales que nos permitan una estabilidad en base a un orden pactado, un orden más justo.