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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Crisis del voto y nueva democracia para el siglo XXI: nuevos mecanismo de participación

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Claudio Quiroz P. es Cientista Político

Claudio Quiroz P, Cientista Político
Mauricio Pavez Galaz, Abogado

El estallido social comenzó por el alza de treinta pesos en el boleto del metro, los desatinados y erráticos comentarios. Pero sin lugar a dudas la crisis nacional tiene un origen pluricausal y de larga data. Hoy la discusión parece centrarse en la conveniencia, o no, de una Asamblea Constituyente (Lo anterior pues ya parece haber sido zanjada la pertinencia o no de una nueva Constitución). El gobierno, sobrepasado por los hechos, ha respondido nuevamente tarde y de manera equivocada al sentir ciudadano, lo que muestra su falta de conexión, diligencia y capacidad.

Teniendo presente lo expuesto, lo que corresponde descifrar, en especial por la elite política y todas las personas en cargos de poder ¿Cuál es el sentir ciudadano? ¿Qué dice la voz del pueblo? para luego, pronta y diligentemente ejecutar las soluciones.

Entre los extremos de la retórica, tenemos por un lado los que establecen que lo ocurrido es causa del éxito económico chileno y la incapacidad de poder satisfacer las nuevas demandas sociales, y por el otro lado se plantea que es culpa del modelo neoliberal. No es la intención de este artículo discutir esos argumentos, no por menospreciar o estimar trivial dicha discusión, sino por cuanto queremos explicitar nuestra hipótesis de la actual situación. Creemos que el problema radica en una incapacidad de los políticos profesionales (no de la política) y del actual sistema de democracia para representar y dar respuesta al ciudadano del siglo XXI, que no responde a la política ideológica y sesgada de antaño.

Se nos ha hecho creer que toda nuestra convivencia democrática se sostiene y soluciona con la asistencia de los ciudadanos a las urnas, ya sea cada cuatro años o en el tiempo que establezca la clase política. Se cree que el rol de los ciudadanos en democracia es de un minuto, cuando este acude a una caseta cerrada y delega sus derechos políticos a un representante, que supuestamente conoce mejor que él mismo votante las soluciones a sus problemas. Sin embargo, esta visión restrictiva de participación ciudadana es del todo anacrónica, lo que ha fallado en nuestra democracia. Como lo plantea David Van Reybrouck en su artículo ¿Por qué las elecciones son malas para la democracia?, “la causa fundamental de problema es el síndrome de fatiga democrática, radica en el hecho de que todos nos hemos convertido en fundamentalistas electorales, venerando las elecciones pero despreciando a las personas elegidas”. Es decir “las elecciones se han convertido en el combustible fósil de la política”.

Entonces ¿es casual este desapego actual de la ciudadanía con sus representantes más que con la política o la democracia? Según nuestra impresión, la respuesta es NO, por cuanto creemos son los efectos de la actual revolución tecnológica que ha modificado la relación de las personas con el poder y sus autoridades. Ya es frecuente encontrar elecciones en diversos países que solo logran el 50% de participación. En nuestro país desde el año 1999 viene ocurriendo una caída de la participación ciudadana efectiva en las elecciones. En relación al electorado total, los porcentajes alcanzados en estas últimas votaciones han sido: Ricardo Lagos un 37 %, Michelle Bachelet I un 35 %, Sebastián Piñera I un 29 %, Michelle Bachelet II un 25% y Sebastián Piñera II un 26 %. Si a estos resultados agregamos los últimos resultados del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile y el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, donde evalúan las instituciones en una escala de 1 a 10. Estos resultados evaluaron al Presidente (2,8), los ministros (2,6), los parlamentarios (2,5) y los partidos políticos (2,4), lo que evidencia una baja calificación. Es decir, nuestra institucionalidad política está profundamente debilitaba y desprestigiada.

Ahora, como solución mágica se nos presenta la necesidad de una nueva Constitución, cuya elaboración recaerá en la institucionalidad tradicional, ya que fueron elegidos democráticamente, “el Congreso”, pero como hay muchos resquemores y les aluden una falta de representación, están los promotores de elegir una Asamblea Constituyente a través de votación popular. Sin embargo, como se expuso y argumentó, seguir creyendo que democracia es igual a solo votar en dentro de una urna, que democracia es igual a representantes, que democracia es igual a delegar, es un error. En la actualidad el ciudadano quiere ejercer su derecho de participación en política de manera diferente y más continua. No quiere opinar de todo, pero sí quiere ser parte activa de los temas que les interesan, es decir, una delegación de poderes muy distinta que la que se entendía hace 50 años y donde nuestra clase política no está preparada a aceptar el cambio. La forma de practicar la democracia ha cambiado y seguirá haciéndolo, por eso hay que estar disponible a abrir nuevas formas de participación y delegación del poder en nuestra sociedad.

Ante el consenso de una nueva Constitución, al parecer, la opción con más promotores sería mediante una Asamblea Constituyente y ante ello la pregunta evidente es quiénes integrarán dicha asamblea, considerando esta crisis de representación. Para algunos la respuesta es el voto, pero nos preguntamos, ¿Queremos trasladar la discusión política a la campaña para escoger los asambleístas?, es decir más de lo mismo. Si ya es difícil conocer a los candidatos en una elección parlamentaria, imaginemos qué información va tener el ciudadano al momento de tener que votar por este nuevo representante para una Asamblea, finalmente la tendencia al hablar sin escucharse va continuar.

Esta crisis de representación, que no es sólo de Chile, ha derivado en que otras democracias hayan comenzado a desarrollar nuevas alternativas. En los casos de Irlanda e Islandia, para superar su crisis política profunda, donde los bloques políticos no se escuchaban, se decidió elegir a los representantes de la constituyente por sistemas de sorteos, basados en los criterios de género, edad, localización y clase social. ¿Cuáles fueron los resultados? Lograron mayores grados de diálogo y acuerdos que los políticos profesionales. Al llegar a esta instancia, no por una representación partidaria o ideología, los sesgos y los dogmas en ese sentido tienen menos fortaleza y se valoraba de mayor manera el diálogo, su vivencia y creencia como ciudadano. Estos casos que parecerían inusuales, se remontan a la antigua Atenas donde la gran mayoría de cargos públicos eran asignados por sorteo. Hoy otros países como Holanda, Bélgica, Australia y Estados Unidos están comenzando a acoger esta forma de elegir a sus representantes o tomar decisiones políticas.

Si queremos avanzar en ir solucionado verdaderamente nuestros problemas de representación, debemos buscar nuevas alternativas, y la forma de cómo integrar la Asamblea Constituyente, puede ser una buena oportunidad para hacerlo. Entonces, si hoy se quiere consultar a los ciudadanos por alternativas de cómo constituir la Asamblea Constituyente, parece lógico, incluir nuevas opción de definir la selección de ciudadanos para la Asamblea. Nosotros queremos proponer incluir como nueva alternativa, el sorteo de los asambleístas (100), a quienes se les debe sumar especialistas o una comisión técnica para que juntos realicen las propuestas para una nueva Constitución y que esta sea debatida en el Congreso considerando los criterios establecidos por la comisión, para finalmente realizar un plebiscito de aprobación del texto propuesto, de manera que todos los ciudadanos se pronuncien de la propuesta de Nueva Constitución.

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