Museo de los Tajamares, ya es tiempo de revertir la historia
"Indudablemente que para lograr una adecuada incorporación del Museo de los Tajamares al parque Balmaceda se requiere la elaboración de una propuesta arquitectónica y paisajística realizada por especialistas".
Ricardo Riquelme Alvaro es Arquitecto independiente.
Con sorpresa recibimos por estos días la noticia difundida por los medios, en que se informaba la decisión por parte de la municipalidad de recubrir con material de relleno, el ingreso a las instalaciones conocidas como el “Museo de los Tajamares”, las cuales se ubican en el parque Balmaceda de la comuna de Providencia. Esperemos que la municipalidad no esté considerando la aplicación del relleno sobre los tajamares como una forma de sepultar el problema bajo tierra, teniendo en cuenta que el recinto se encuentra abandonado y en desuso desde hace bastante tiempo.
Es sabido que en nuestro país las edificaciones declaradas monumento nacional, al estar en manos de privados terminan por convertirse en un virtual “cacho” para sus propietarios, debido a las restricciones que existen para realizar cualquier tipo de intervención en las construcciones, en virtud de la prioridad que se le otorga al resguardo de dichas edificaciones para evitar que sufran algún tipo de deterioro, en consideración a su innegable valor histórico. Ciertamente que el Museo de los Tajamares no es privado, ya que es la municipalidad de Providencia la que lo administra, pero a la luz de lo sucedido desde su descubrimiento, durante la ejecución de las obras de extensión de la Línea 1 del metro de Santiago (año 1977), es posible afirmar que en este caso se confirma dicha regla, ya que efectivamente hasta ahora el museo se ha convertido en un verdadero lastre para sus administradores.
Los tajamares son unos diques construidos en base a muros de ladrillo durante la colonia, con el propósito de contener los desbordes del río Mapocho y se ubican bajo la avenida Providencia e inmediatos al parque Balmaceda. El museo se inauguró a contar de 1980 y aunque sin demasiado éxito funcionó hasta el año 2003, cuando fue cerrado debido a la poca concurrencia de público. A contar de ese momento se han realizado una serie de intentos por reabrirlo, pero sin mayor suerte hasta la fecha.
Uno de los principales problemas con los tajamares lo constituye su emplazamiento. El parque Balmaceda es un área verde que se desarrolla a nivel de superficie y aunque cuenta con algunos desniveles, estos son bastante graduados y en su extensión predomina la horizontal. Los tajamares constituyen un importante hallazgo y debido a su valor patrimonial se decidió integrarlos al parque, pero se ubican a nivel de subterráneo, lo cual implica que no son visibles desde el exterior y que su accesibilidad no es expedita. El ingreso a los tajamares se ubica alrededor de los siete metros de profundidad y mientras funcionó el museo el área de ingreso se convirtió en un elemento ajeno a la fisonomía del parque, ya que se configuró como una excavación en forma de pirámide invertida, cuyo tamaño era el requerido para visibilizar el ingreso al museo e incorporar una escalera para descender al lugar. El diseño para incorporar el ingreso al museo se realizó una vez que el parque ya se encontraba consolidado, lo cual contribuyó a que se efectuara de una forma bastante simplista y un tanto forzada.
Adicionalmente, en sectores del mismo parque existen algunos restos de tajamares, trozos macizos de muro, los cuales no cuentan con un tratamiento que permita reconocerlos como un elemento de valor por parte del visitante, lo que lamentablemente ha propiciado que se les utilice incluso como baño público.
Convengamos en que el interés por el valor patrimonial y arquitectónico de los tajamares puede resultar atractivo para un determinado espectro de visitantes, pero considerando lo heterogéneo del público que concurre habitualmente al parque Balmaceda, tendremos que reconocer que el contenido que ofrecen los muros tajamares no resulta particularmente atractivo para un público mayoritario.
Indudablemente que para lograr una adecuada incorporación del Museo de los Tajamares al parque Balmaceda se requiere la elaboración de una propuesta arquitectónica y paisajística realizada por especialistas, destinando a su elaboración los plazos de tiempo adecuados, lo que permitirá alcanzar el mejor resultado final posible.
La municipalidad de Providencia acaba de presentar un ambicioso proyecto para la recuperación del Museo de los Tajamares, el cual junto con la restauración del muro tajamar se propone rehabilitar el museo, la definición de nuevos accesos, además de la incorporación de otros espacios que aportarán nuevas actividades para complementar las ofrecidas por el museo. Indudablemente que nos encontramos ante una arriesgada apuesta por parte del municipio, teniendo en cuenta que se trata de una inversión que se estima superior a los 1.400 millones de pesos y que el estudio se encuentra recién en una fase inicial, la de anteproyecto. Dadas las circunstancias de este caso en particular, no se puede dejar de considerar que la prueba de fuego para constatar la pertinencia de cualquier proyecto que se emprenda, se tendrá que verificar en la etapa final del proceso, es decir al momento de su concreción.
Han sido varios los intentos por recuperar el museo para volver a ponerlo en funcionamiento, los que han fracasado por distintas razones, incluyendo el surgimiento de algunos imprevistos como lo fueron las inundaciones ocurridas a raíz del colapso de cañerías de agua en avenida Providencia. A ello se debe que una de las condiciones permanentes que se le pueden adjudicar al Museo de los Tajamares, si se recorre su breve y accidentada historia, es precisamente la incertidumbre que le depara a su futuro. Por ello confiamos en que la propuesta presentada públicamente por la alcaldesa de Providencia Evelyn Matthei en esta oportunidad no se trate de un nuevo “volador de luces”.
Situándonos en el supuesto escenario que no se logre avanzar con el nuevo proyecto, nos parece que lo más indicado será que la municipalidad transparente las cosas y asuma la condición del museo de forma seria, comenzando por reconocer que hoy en día no es factible sacar adelante un proyecto para rescatar los tajamares. Ello implicará adoptar una postura concreta en cuanto a considerar los tajamares como parte de la memoria de nuestra ciudad y si se pretende consolidarlos como una herencia a conservar para traspasar a futuras generaciones o sencillamente se optará por olvidarse del asunto. En consecuencia con ello definir la implementación de un plan de conservación permanente de los tajamares, que permita el día de mañana a otros hacerse cargo de su puesta en valor. Una vez planteadas así las cosas, incluso podría ser una buena opción la de preservar las instalaciones bajo tierra, pero realizando el proceso de forma responsable, vale decir, tomando todas las precauciones técnicas del caso, lo cual supone a lo menos la implementación de un sistema de ingreso de servicio a los tajamares y la definición de una estrategia de gestión y de financiamiento para realizar las labores de reparación y/o de conservación de forma sistemática y supervisada por especialistas, para asegurar su preservación por el tiempo que se requiera.
Por cierto que además de lo señalado, se tendrá que efectuar la anhelada recuperación del entorno inmediato al sector de los tajamares, área correspondiente al parque Balmaceda, que por más de 15 años se ha consolidado como un área de sacrificio, pasando de ser el ingreso al museo a convertirse en un espacio perdido, un socavón en constante deterioro que se ha transformado en un peligro para la seguridad de quienes transitan por el lugar.