Pandemias, sentimientos y política
"Ahora, les ha dado con que las cuarentenas declaradas no son lo suficientemente estrictas ¿Qué dicen de Francia e Inglaterra, donde en la cuarentena se permite a la gente salir a hacer deporte, o de Japón, Corea y Singapur, donde no hay cuarentena?"
Rodrigo Pablo es Abogado Universidad Católica.
“Muerte en Venecia”, película de Visconti, basada en un libro de Mann, relata el amor platónico de un hombre por un niño. Amor que lo lleva a ignorar la plaga que azota a la ciudad y sus propios problemas de salud para mantenerse cerca de él. Finalmente, terminar muriendo en una playa mientras lo veía jugar. Podríamos decir, que el protagonista, obnubilado por la belleza del niño, pierde el concepto de realidad, se pone en peligro y lo pierde todo.
Así, la película recuerda como los sentimientos nos pueden llevar a razonar de formas erradas, llenarnos de pánico o subestimar males, siguiendo ideales abstractos y lejanos con los que jamás hemos tenido ni tendremos una verdadera interacción. También, es un recuerdo de que hay quienes saben esto y, a través de mentiras, lo utiliza para engañar poniendo sueños o pesadillas en la cabeza de sus víctimas.
Por un lado, se nos puede hacer errar por buscar algo mejor. Ese fue el caso de AC Inversions, una estafa piramidal que arruinó a miles de chilenos. Ni siquiera el hecho de que la palabra inversion en inglés signifique “invertir” (dar vuelta) y no “inversión” disuadió a aquellos que entregaron sus ahorros a dicha sociedad. Algo similar se ve en el proceso constitucional. Millones de chilenos cifran sus esperanzas de un mundo mejor en una nueva constitución “ciudadana” que “arreglará los problemas de la gente”. Ni el hecho evidente de que la Convención será integrada por gente de los partidos políticos; ni el ver mentiras patentes en la propaganda de algunos partidarios de esta opción (ej: en un video, Beatriz Sánchez menciona como casos exitosos de asambleas constituyentes: a Gales, que no tiene constitución, a Noruega, cuya constitución data de 1814, y a Estados Unidos, cuya constitución es de 1787); ni el ver como este proceso se ha movido en base a la violencia (de la que nada bueno puede salir), generan dudas sobre esas expectativas.
Por otro lado, hay quienes son movidos por el odio. Como dijo un filósofo norteamericano: “los movimientos masivos pueden crecer y extenderse sin creer en Dios, pero jamás sin creer en un demonio”. El odio nos mueve, el problema es a dónde. En Chile hemos visto recientemente como muchos pedían cuarentena para “los cuicos”, que serían los responsables de traer el virus al país. Idea carente de cualquier rigor: el virus también llegó con turistas; chilenos de todos los sectores sociales e inmigrantes, y es, ante todo, una pandemia mundial. Sin embargo, hay parlamentarios que explotan esta narrativa con afanes particulares, tal como en otros momentos pueden usar la misma con cualquier minoría. También, hemos visto como las redes sociales se llenan de “expertos” en pandemias que atacan sin cuartel las medidas tomadas por el gobierno; reclaman por frases de la autoridad sacadas de contexto, y citan a su favor la prensa pasquinera chilena e internacional. Ahora, les ha dado con que las cuarentenas declaradas no son lo suficientemente estrictas ¿Qué dicen de Francia e Inglaterra, donde en la cuarentena se permite a la gente salir a hacer deporte, o de Japón, Corea y Singapur, donde no hay cuarentena? ¿Qué pretenden hacer con la debacle económica, el abandono que viven muchos, las enfermedades físicas y psicológicas relacionadas con el encierro, y otra serie de factores que probablemente causarán múltiples muertes? ¿Por qué no pensarán en que la autoridad tiene que manejar diversas variables para proteger de la mejor forma a la población?
La adecuada participación en la vida social implica saber controlar nuestros sentimientos. Quienes no saben hacer esto o no escuchan razones, o atacan con epítetos o ridiculizando la postura de sus detractores. Ese tipo de actitudes hablan de los problemas afectivos e intelectuales de quien las expresan y son muestra de que no tienen un genuino interés por el bienestar de los demás.
Para alejarse de esta actitud una primera recomendación es siempre interpretar lo que me dice quien está al frente de buena fe. Una segunda, es mantenerse estudiando con apertura de miras. Un tercera, desconfiar de quienes sean muy dados a incurrir en esta clase de conductas. Aprovechemos para mejorar en esto durante estos tiempos de aislamiento y reflexión.