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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

SOS : recesión económica y multilateralismo

"¿Cuál ha sido la reacción para mitigar el impacto económico del coronavirus? Los protagonistas han sido los estados y sus gobiernos, cada uno con acciones similares en su orientación, pero con muy poca coordinación entre sí".

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Juan Pablo Glasinovic Vernon es Abogado

Sin duda vivimos tiempos paradigmáticos. El sistema económico mundial, fundado en el consumo incesante, en todas las sociedades, en pocas semanas ha entrado en una situación de crisis inédita. La pandemia del coronavirus ha logrado paralizar o reducir al mínimo la producción de bienes y servicios, y el comercio global. De pronto, hemos pasado del materialismo más duro, en el cual la mayoría de las personas éramos consumidores antes que cualquiera otra cosa, a una dinámica de anteponer el cuidado de la vida por sobre la economía. Si hasta hace unas semanas todo tenía precio, en estos días prácticamente todos los gobiernos han privilegiado la salud de la población, sin importar los costos. Y esto ha ocurrido sin una coordinación global, actuando más bien por imitación de las medidas que parecen frenar el contagio del virus. Por eso la cuarentena ha sido el instrumento más recurrido por los países, manteniendo a la mayoría de la población en sus hogares.

Pero bien sabemos que, si no se invierte, produce ni vende, no hay ingresos, y las empresas comienzan con problemas de pagos, que se traducen desde una menor demanda por insumos, pasando por la reducción de personal, hasta la quiebra. Y cuando esto es generalizado, el efecto es devastador. Y mientras más duren las medidas de control de la pandemia, peor será el descalabro económico.

Todos los pronósticos de analistas económicos indican que este año verá una recesión mundial sin precedente, y que, aunque también se prevé un efecto rebote durante el 2021 con la recuperación del crecimiento, los efectos de la crisis en curso subsistirán por años.

De hecho, ya hay señales evidentes de que las grandes economías están entrando en ese túnel. En marzo más de 700.000 personas quedaron cesantes en EEUU (las expectativas pre COVID-19 eran 100.000) subiendo el desempleo de 3,5% en febrero a 4,4% en marzo. Además, cifras preliminares en EEUU y algunos países europeos muestran una tasa de incremento del desempleo no vista desde la Gran Depresión, y a una velocidad al menos 10 veces superior a la crisis subprime de 2008. Fundados en estas tendencias, algunos economistas proyectan que el desempleo podría alcanzar en su peak, el 32% de la fuerza laboral en EEUU o 53 millones de personas (como referencia durante la Gran Depresión la tasa de desocupación máxima fue de 25%).

En el caso de China, según Moodys, su crecimiento bajaría a más de la mitad de su promedio de los últimos años (también con grandes consecuencias en materia de desocupación), con un 3,3%. En cuanto al G20, también de acuerdo a Moodys, su PIB se contraerá en 0,5% el 2020. Pero estas proyecciones son dinámicas y van empeorando con la prolongación del estado actual de las cosas.

¿Cuál ha sido la reacción para mitigar el impacto económico del coronavirus? Los protagonistas han sido los estados y sus gobiernos, cada uno con acciones similares en su orientación, pero con muy poca coordinación entre sí. Cuando más necesitamos de la arquitectura económica multilateral y de sus instituciones (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Organización Mundial del Comercio principalmente), estas han tenido un bajo perfil y poca incidencia en concertar recursos y esfuerzos para superar el grave problema en desarrollo, más allá de apoyar medidas inmediatas para reforzar la estructura de salud y aliviar la deuda de los países más pobres.

La tónica a nivel país ha sido inyectar recursos en la economía, para evitar el desempleo y conservar la capacidad productiva para cuando pase esta coyuntura. También diferir o rebajar el cobro de impuestos y, en algunos casos, declarar una moratoria en el pago de créditos.

La transferencia de recursos va desde pagos directos a las personas, hasta subsidios a las empresas. Los bancos centrales también han rebajado las tasas de interés, comprado bonos gubernamentales y aumentado sus líneas de crédito a la banca privada, de manera de frenar la carga de la deuda de las personas y empresas, y sostener el sistema financiero.

A medida que las empresas entran en situación crítica, como ha sido evidente con las compañías aéreas y todo lo relacionado con el turismo, primeros afectados por el cierre de fronteras y las cuarentenas forzosas, los estados deberán ir decidiendo, si es que lo pueden hacer, a qué compañías van a rescatar y cómo. ¿Créditos blandos, nacionalización, subsidios? Respecto de las líneas aéreas, se han dado todos los casos reseñados. Alitalia fue nacionalizada. Emirates y Singapore Airlines fueron rescatadas por sus estados con aumento de capital, y en EEUU, el gobierno anunció un paquete de apoyo entre créditos blandos y subsidios por USD50 billones (solo American Airlines recibiría USD12 billones). En Chile será ineludible también tomar este tipo de definiciones.

Todos estos esfuerzos individuales implican sin duda el endeudamiento generalizado de los estados, sin garantizar sin embargo el éxito de sus objetivos, dejándolos además sin margen de maniobra en caso de profundizarse la crisis o surgir otra en algunos años más. Y aún cuando fueran exitosos, si no sucede lo mismo en otros países, especialmente si son socios comerciales importantes, el esfuerzo será en vano.

Por eso es fundamental una acción concertada a nivel multilateral mundial. Sin embargo, considerando que en los últimos años se terminó por romper el “Consenso de Washington”, la estructura financiera y comercial que ha funcionado hasta la fecha, no parece en condiciones de liderar ese esfuerzo.

La única alternativa real parece estar en la concertación, en el más breve plazo posible, de los integrantes del G7, sumando al G20. Para la crisis subprime en 2008, el G20 consensuó un paquete de estímulo económico que fue fundamental para apresurar la salida de la crisis y que, comparando cifras, es una fracción de lo que están gastando muchos países individualmente en la actualidad. La diferencia es que hubo un esfuerzo colectivo focalizado en los puntos más afectados por la crisis.

China y EEUU sin duda que son los pilares de cualquier plan viable de rescate, pero ello pasa por acercarse y dejar de lado la pugna por el liderazgo en la cual han estado enfrascados, especialmente desde que Donald Trump asumió la presidencia. Es urgente y de mutua conveniencia, darse una tregua y colaborar junto a los otros países del G7 y G20.
¿Quién dará el primer paso? China ya ha extendido su cooperación a ASEAN y en la Unión Europea se está también articulando una respuesta colectiva. Trump, quien inicialmente no tomó en serio lo que estaba ocurriendo, ha reaccionado tardíamente, presenciando como se desmorona la economía local (y sus posibilidades de reelección). El “America First”, de un país que podía prosperar aislado del resto del mundo, suena cada vez más hueco. En esta hora crucial, si EEUU no asume su cuota de responsabilidad e influencia para hacer frente a la crisis, no solamente erosionará más rápidamente su posición en el mundo, también se empobrecerá. Es de esperar que al menos por el lado del Presidente Trump y su administración, si no aplica una política proactiva para enfrentar multilateralmente la crisis, al menos sea como reacción a la posibilidad cierta de perder la reelección y quedar en la historia como el presidente que dejó a su país, en la crisis más profunda de la que se tenga memoria.

El coronavirus ha dejado muchas cosas en evidencia. Una de ellas es que de esta crisis no se sale bien parado sin una respuesta multilateral. La alternativa es una larga y dolorosa regresión económica.

SOS, necesitamos liderazgo (de calidad) y rearticular la arquitectura multilateral para hacer frente a los problemas globales. El coronavirus es el preludio de problemas mucho más complejos por venir, como el aumento del nivel de los mares y la escasez hídrica.

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