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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Cómo vivir juntos… de nuevo

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Gonzalo Cortés Olea es Sicólogo clínico

Nuestro país, y el mundo, están pasando por una situación completamente inédita -para las actuales generaciones- a causa del Covid-19, enfermedad que no solo afecta la salud física, sino también la mental al gatillar sensaciones de temor, inseguridad y ansiedad.

Sabemos que la medida más potente para frenar esta enfermedad, es que realicemos cuarentena, sin embargo, este indispensable “quedarse en casa” produce un fuerte cambio en nuestro diario vivir, rompiendo la rutina a la cual estábamos acostumbrados, donde pasábamos – ya sea por estudios, trabajo u otras actividades- alejados la mayor parte del día de quienes convivimos bajo el mismo techo.

De esta forma, la cuarentena hace que más allá de la tensión que genera el propio encierro, el volver a “mirar” a quienes comparten la vivienda, para algunos se transforme –lamentablemente- en una situación que puede llegar a generar más ansiedad, por supuesto, amplificada por la situación del país y del mundo.

Por ello, resulta importante tomar esta compleja situación a la que se ve enfrentada la humanidad, como una oportunidad para acercarnos a quienes representan nuestros afectos, reaprender a vivir juntos, volver a encantarnos o, al menos, convivir en armonía durante esta cuarentena y quizás también, en el futuro. Para ello, podemos comenzar centrándonos en las siguientes acciones:

No forzar: No hay que caer en la tentación de forzar la comunicación y la interacción entre las personas que están en la casa con el fin de fortalecer la “unión”, ya que esto puede provocar el efecto contrario, aumentando la frustración. Lo mejor, es acostumbrarnos a esta nueva rutina, que paulatinamente posibilitará la conexión entre las personas que habitan en la vivienda en la medida que se vayan ajustando a la nueva dinámica establecida, lo que generará de modo natural (sin forzar) una interacción más libre entre el grupo.

Respetar el espacio personal: El factor que juega a favor de dicha naturalidad, es que cada persona del grupo pueda mantener cierta independencia o privacidad, incluso dentro del limitado espacio que existe en algunas viviendas, lo que significa respetar el tiempo en soledad propio y de los demás, no necesariamente físico, si no es posible, pero sí la independencia que genera leer un libro, oír música, practicar un pasatiempo o revisar las redes sociales, si ello implica una distracción individual.

Cultivar la paciencia y tolerancia: En esta situación de cuarentena que estamos viviendo es normal tener roces con las personas con las cuales estamos en nuestro lugar de confinamiento. La ansiedad, la frustración y el estrés acumulado hace que estemos más irritables, que veamos las cosas que los demás hacen mal y reaccionemos tratando que el otro cambie para que exista un ambiente más armónico, pero con esa forma de proceder el resultado es una escala de irritabilidad con la persona a la que confrontamos y, por lo tanto, el resultado no es satisfactorio para nadie. Esto pasa porque los dos (o las personas con que estamos en conflicto) vemos como obvias nuestras objeciones, como algo real, negando completamente la visión del otro (está equivocado al interpretar la situación o está actuando con maldad) y si la otra persona no acata nuestras normas, sentimos que está transgrediendo no solamente a nosotros, sino a lo que consideramos “válido” dentro de esta situación.

Y es aquí donde está el secreto, en un entorno de anormalidad, resulta lógico tratar de controlar el ambiente a nuestro favor y si es en convivencia estrecha con los demás, fácilmente se puede caer en intentar controlar la conducta de los otros, pero lo único que podemos controlar es nuestra propia conducta. Si queremos que algo cambie, empecemos por mirarnos a nosotros mismos, a escuchar a los demás, a practicar la empatía, la paciencia y la tolerancia y, con ello, ver cómo enfrentamos las situaciones de convivencia a las cuales estamos obligados. Es necesario recordar que no elegimos las circunstancias, pero sí podemos elegir cómo reaccionar ante ellas.

Desarrollar actividades generales: Es positivo aprovechar parte del tiempo en actividades que lleven a la interacción natural del grupo. Si éste, ya las realizaba antes de la crisis solo se trata de continuar con ellas o buscar otras nuevas. De no ser así, pueden presentarse opciones para realizar interacciones naturales (entendiéndose como no forzadas), actividades que no sean tan específicas, que sean del gusto de la mayoría. Una opción sería, por ejemplo, ver una película o jugar un juego de salón (las actividades varían de acuerdo a las preferencias de cada familia o grupo). Al ocupar el tiempo en algo que produzca distracción a la mayoría, el bienestar continúa incluso una vez terminada la acción, puesto que dará pie para conversar acerca de lo que hicieron, conocer las diversas experiencias y perspectivas, planificar nuevas actividades, posibilitando fortalecer la proximidad, los afectos, el respeto y un ambiente de cuarentena más ameno y reconfortante.

Valorar: Esta última, es una invitación a reflexionar sobre el sentido básico humano de estar en grupo. Estos momentos, donde la situación del país es muy compleja, nos permiten comprender que los que están con nosotros compartiendo la cuarentena son un apoyo, puede que no sea el estilo de vida al que estábamos acostumbrados o incluso que nos hubiésemos alejado un poco de estas personas con las cuales, hoy, tenemos que compartir día tras día por la cuarentena. Pero son ellas y nosotros (grupo total), quienes conforman la red de apoyo, de contención y de comunicación para enfrentar esta situación. Es la búsqueda instintiva del resguardo y la protección de la manada lo que podemos interiorizar en estos días y por supuesto, agregar el factor humano de comprensión (con las ideas anteriores) lo que hace que se pueda maximizar y aprovechar el apoyo grupal para superar este difícil momento. 

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