Análisis: Juventud, rendidor tesoro
Never Have I Ever es una serie que no olvida que su tema es la adolescencia, pero no deja fuera a otros públicos y que, lo mejor de todo, al centrarse en un tema tan específico como una familia indio-americana y su cultura, encuentra la universalidad de sus experiencias.
Si hay un nicho donde Netflix ha sabido sacar dividendos es a la programación enfocada en adolescentes. Ahí le pegó el palo al gato por partida doble con Elite y la película To All the Boys I Loved Before, y se abrió una lucrativa veta de la que ha sabido sacar provecho. Desde con la secuela a esa exitosa cinta, hasta estrenos recientes como Outerbanks y sucesivas temporadas de la serie española, y una seguidilla de filmes de comedia adolescente.
Por eso no es tan extraño que la mejor serie que la plataforma ha estrenado en buen tiempo también se inscriba en este género. Uno muchas veces subvalorado, pero que cuando está bien hecho puede competir con los mejores. Se trata de Never Have I Ever, comedia que estrenó sus diez capítulos en Netflix el viernes pasado y que rápidamente se anotó como uno de los imperdibles de la plataforma.
Las cosas parten bien con una trama que no tiene complicaciones innecesarias, pero ofrece todos los elementos para prometer: Davi es una adolescente de origen indio que vive en California y viene saliendo de unos meses para el olvido: su padre murió delante de ella y tuvo una parálisis psicosomática en las piernas. Ahora, espera partir el año escolar dejando todo eso atrás, mientras lidia con su fama de nerd, su madre sobreprotectora y la prima que vive con ellas, que es inteligente y además preciosa.
La primera señal de que la serie destaca es también su jugada con más riesgo: está narrada por la ex estrella del tenis John McEnroe. Los relatos en off pocas veces funcionan. Son una muletilla para “decir” cuando la ficción tiene que “mostrar” y suelen subestimar a los espectadores explicando lo que es evidente en pantalla. Pero cuando son efectivos, pueden elevar una serie que ya era de gran calidad. Es lo que ocurre con Never Have I Ever (y en Jane the Virgin, pero eso es material de otra columna). McEnroe no sólo da en el tono, sino que el material que le dan remata casi todas las escenas para darle ese toque extra que las hace más graciosas o significativas.
Apoyados por un elenco superior, los libretistas y su creadora, Mindy Kalling, entregan una comedia que encuentra el balance preciso entre momentos emotivos y humor de filo algo negro realmente efectivo. Never Have I Ever es una serie que no olvida que su tema es la adolescencia, pero no deja fuera a otros públicos y que, lo mejor de todo, al centrarse en un tema tan específico como una familia indio-americana y su cultura, encuentra la universalidad de sus experiencias, entregando cercanía y una ventana a distintas vivencias.
Un imperdible en un género que se agradece Netflix haya revitalizado. Bienvenida juventud.