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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

El valor del poder

Es definitivamente necesario leer entrelíneas los relatos políticos fabulosos y el uso de términos o expresiones usadas en exceso que hasta pierden novedad.

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Guillermo Bilancio es Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Consultor en Alta Dirección

El concepto de creación de valor es uno de los términos más desgastados de los últimos 20 años. Planteado como un objetivo superior, que va desde el valor económico hasta el valor social según sea la perspectiva desde dónde se mire, los empresarios y los políticos lo han utilizado para cubrir el verdadero significado de valor en el que además de los intereses, hay una real consideración al otro.

Usado como propósito, como objetivo o como visión, el concepto de crear valor para otro, salvo contadas excepciones,
es una falacia.

¿Acaso hay una real determinación de parte de quienes ostentan el poder para practicar la empatía, el liderazgo como guía, el centro en las carencias y en los problemas de la gente? ¿Acaso hay una real motivación para construir un espacio de convivencia aún a costa de abandonar planteos mezquinos?

Ya es hora de entender que, la motivación fundamental de quienes gobiernan países o empresas es la búsqueda incansable del poder, ya sea para tenerlo y retenerlo. Poder económico para alcanzar el poder político o viceversa.

Los políticos, que plantean la creación de valor social basado en el bienestar de la gente, sostienen ese relato bajo el fin encubierto de acceder al poder, el que logran a partir de mostrar su mayor capacidad de gobernar lo posible y controlar lo controlable. Ese es elemento crucial que finalmente buscan demostrar más allá de la zona de promesas que, en esta parte del mundo, son solo promesas.

Y para gobernar lo posible y controlar lo controlable, la búsqueda de poder requiere de socios para lograrlo. Esos socios son los verdaderos beneficiarios de lo que se puede hacer desde el poder.

En tal sentido los empresarios, que también redactan propósitos altruistas, entienden la creación de valor económico como un enriquecimiento personal y de sus accionistas, enriquecimiento que los acerca a la sociedad con el poder.
Por eso el poder no tiene color, ni lados, ni ideas. Es el poder y desde allí, se determina que hacer para sostenerlo.

Desde el punto de vista de los políticos, como por ejemplo en Chile, esa pretensión de alcanzar el poder puede llevar a un eterno candidato de derecha a llamarse socialdemócrata, o a un comunista generar ilusiones de armonía solo para ganar reputación de líder posible.

Así como los políticos distraen con relatos estudiados y nunca aprehendidos, los empresarios también se manejan con discursos políticamente correctos dirigidos a su gente y a la comunidad, basados en la creación de valor integrando sentido social, sustentabilidad, innovación, crecimiento responsable, foco en las personas, centro en la sociedad, entre otras ideas de corte social. Pero estos relatos se diluyen frente a la voluntad de poder que desintegra los intentos idealistas, los que solo sirven como trampolín para después volver a la mezquina realidad.

Los políticos, en esta parte subdesarrollada del mundo, tienen que entender que el sacrificio de los ciudadanos debe ser en base a un propósito, y no para un interés individual encubierto.

Los empresarios, deben comprender que la satisfacción genuina de los consumidores, de los trabajadores y de la comunidad, es parte del potencial de generar riqueza genuina.

La creación de valor exige crear un espacio de coexistencia, algo que los políticos no practican por temor a diluir su supuesto liderazgo (Otra falacia), y que los empresarios rechazan por el miedo a una distribución de riqueza que los haga menos poderosos. Porque perder el poder es perder el valor.

Por eso, es definitivamente necesario leer entrelíneas los relatos políticos fabulosos y el uso de términos o expresiones usadas en exceso que hasta pierden novedad.

La creación de valor viene dada por la voluntad de poder. Cuestión de personas, de intereses de las personas, mas allá de idealismos.

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