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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Lecciones de la pandemia: repensar la escuela

Hoy tenemos una gran oportunidad: es el momento de reinventar la comunidad escolar para ser una verdadera respuesta a esta nueva realidad.

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Alejandra Grebe es Directora de Educación Pública.

En el año 2017 se crea una nueva Ley de Educación Pública, que traspasa progresivamente los establecimientos educacionales municipales a 70 nuevos Servicios Locales de Educación (SLEP), que agrupan un promedio de cinco comunas cada uno. Ellos buscan ser instituciones modernas, especializadas en educación, con identidad territorial y que orientan su gestión fundamentalmente en asegurar las condiciones para que cada comunidad educativa pueda entregar una educación de calidad. En la actualidad contamos con 11 Servicios Locales de Educación en funcionamiento, desde la región de Arica y Parinacota hasta Los Lagos.

Uno de los mayores retos que hemos enfrentado como Dirección de Educación Pública (DEP) debido a la pandemia, es garantizar la continuidad de los aprendizajes de las y los estudiantes, transformar el modelo presencial a modelos de educación a distancia, y mantener el vinculo con cada uno de ellos y sus familias.

Hoy en día, aún persisten problemas críticos como la baja conectividad, el aumento de la deserción escolar y la continuidad de las trayectorias educativas.

El desafío de cada comunidad escolar es salir al encuentro de las necesidades en el plano socioemocional, ya que estos son claves para un crecimiento armónico y su desarrollo son una pieza fundamental para que las brechas educativas que están presente en nuestro país, no se continúen profundizando.

El nuevo contexto requiere revisar, y repensar la organización de la escuela, la forma de enseñar, el trabajo de los equipos docentes y las condiciones de toda la comunidad educativa: profesores, educadoras, asistentes de la educación, estudiantes y sus familias.

Ha sido evidente el cambio de escenario que han tenido que afrontar los educadores y educadoras de nuestro país, realizando no sólo un esfuerzo especial, sino que desplegando toda su creatividad y compromiso por mantener el vínculo educativo. Enseñar y aprender son procesos complejos que involucran vínculos de reciprocidad, motivación y búsquedas.

En tiempos de crisis, resulta central cuidar el bienestar emocional de quienes están participando de la experiencia pedagógica: tanto el de las personas adultas para poder acompañar y enseñar, como el de cada estudiante para poder aprender.

Debido a lo anterior, ha sido clave el rol que han jugado los equipos directivos; planificando y creando espacios para que los docentes compartan sus sentimientos, inseguridades, anhelos y de esta forma ir conformando una nueva organización institucional que brinde protección a la comunidad educativa en su conjunto y resignifique nuevas formas de comunicación.

Como Sistema de Educación Pública durante este tiempo hemos establecido como uno de nuestros objetivos el “Fortalecer las capacidades humanas y técnicas de los actores claves del sistema (docentes, educadores de párvulos, directivos, asistentes de la educación y funcionarios SLEP) a través de la mejora de sus prácticas.”

Hemos puesto el foco en el acompañamiento, formación, fortalecimiento y desarrollo de las capacidades y habilidades de cada uno de los miembros de los equipos de nuestras escuelas, liceos y jardines infantiles.

Si bien resulta claro y evidente que las capacidades de quienes lideran estos nuevos escenarios se establecen como unas de las condiciones más relevantes, nos encontramos ante una oportunidad inédita que no podemos desaprovechar. Se trata de volver a mirar el rol educativo post pandemia. Y que ello impacte no sólo en la comprensión de la tarea docente, sino que nos confronte seriamente en cuáles son aquellas capacidades fundamentales que han de ser fortalecidas o derechamente mejoradas.

Hoy estamos invitados a repensar la escuela, toda vez que las fronteras de la sala de clases ya no existen, y que debemos hacernos preguntas fundamentales sobre la efectividad y pertinencia de la educación que entregamos.

Pero estas preguntas no son retóricas ni las podemos resolver “entre cuatro paredes”, debe ser producto de instancias participativas en que le preguntemos y nos dejemos interpelar por todos los miembros de la comunidad que constituyen las escuelas y jardines.

No podemos dejar de escuchar, porque si no oímos a nuestras comunidades daremos respuestas a preguntas que nadie nos hace, y finalmente no tendremos una mirada en el contexto real de nuestros estudiantes. La clave para el éxito de cualquier sistema es aprender desde donde el otro se encuentra y desde ahí construir.

La realidad nacional es diversa. Atiende niños en contextos no sólo que podrían ser considerados como habituales, sino que existe una realidad rural, técnico-profesional, especial e incluso en condiciones hospitalarias y de encierro que no podemos dejar de mirar.

La presencia y valoración de los pueblos originarios, entre otros, es también un componente que enriquece nuestro sistema educacional, en la medida que comprendemos que la normalidad se encuentra en la heterogeneidad y no en pretender que todo sea homogéneo e igual.

Tenemos mucho que aprender y estamos aprendiendo, porque como educadores también somos aprendices, siendo esta una actitud fundamental para poder responder a las necesidades y desafíos que los nuevos tiempos nos imponen.

Soñamos con una Educación Pública de calidad e inclusiva, en donde todos tengan un lugar para desarrollarse. Hoy tenemos una gran oportunidad de escribir experiencia y cambios de paradigma, ya que es el momento de reinventar la comunidad escolar para ser una verdadera respuesta a esta nueva realidad.

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