El virus de la verdad
Por eso necesitamos un replanteo estratégico, olvidarnos de los lados y pensar en términos de una realidad que ya no merece tantas percepciones.
Guillermo Bilancio es Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Consultor en Alta Dirección
“La realidad es la única verdad”, decía Aristóteles. Esta frase, utilizada de mil maneras por políticos (En La Argentina la consideran parte del diccionario peronista), debió ser actualizada considerando las premisas post-cognitivistas, y plantear que “la percepción de la realidad es la única verdad”.
En esta parte del mundo, dónde la percepción y la imaginación suelen generar mil formas de ver la realidad, cada individuo que accede al poder o supone tenerlo cuenta una historia y se aferra a cualquier evidencia que transforme la realidad en un escenario conveniente para sus intereses.
Así inventamos que estamos cerca de ser un país desarrollado, o que la economía neoliberal nos permitiría un modelo de bienestar si esperamos pacientemente que la teoría del derrame se implemente, o que los rankings de competitividad nos ponen en una posición de actor principal en el concierto internacional, etcétera, etcétera.
Como bien sabemos, cada vez que una brisa amenaza nuestra pasividad, la tendencia de un lado es mostrar los alcances logrados y desde el otro lado, todo lo que nos falta como consecuencia que los logros no han sido equitativos.
Pero ahora, esa posibilidad de percibir la realidad se va reduciendo y nos expone a hechos concretos a partir de un virus impensado.
El Covid 19 desnudó verdades. Desde la pobreza, la opulencia, la ineficiencia y la impericia de algunos, hasta la riqueza y la efectividad de otros.
Estados y gobiernos presentes y otros ausentes, países desarrollados que hicieron funcionar su maquinaria social y los que quisieron, pero no pudieron.
Tal como lo plantea Mikhail Shishkin, quizás el escritor ruso en vida mas importante, el Covid 19 se transformó en el “suero de la verdad”, dejando en claro que puede ser un verdadero aliciente para sus compatriotas que deben darse cuenta de su “mentalidad de esclavos” frente a la corrupción de su gobierno.
Parafraseando a Shishkin, más que un suero, creo que estamos frente al “virus de la verdad”, tremendo, letal, pero que deja de manifiesto que no somos lo que creemos ser.
El escenario que plantea el Covid 19 nos permite identificar diferentes estereotipos de países, sociedades y gobiernos.
Los países nórdicos nos mostraron el estado de bienestar, con empleos sólidos y con una red de contención que permitió sostener los altos niveles de vida. Eso que siempre observamos con sana envidia, se transformó en acción efectiva. No es izquierda ni derecha, ni neoliberalismo ni pseudoprogresismo. Simplemente una muestra de lo que la evolución social puede lograr en términos de progreso.
Los populismos, en cambio, no pudieron hacer frente a la verdad con las falsas promesas ni con realidades inventadas. Trump, Bolsonaro, Putin, López Obrador, intentaron soslayar el virus con fantasías, con reduccionismos y hasta con ironías. El resultado fue muerte, desconfianza por ignorancia, hipocresía para sostener lo insostenible frente al hecho consumado.
Los improvisados nunca pudieron definir con claridad su dirección estratégica, es decir, “vamos por la salud o por sostener la economía”. Chile, y gran parte de la región, actuó de esa forma (Tal vez Uruguay es la excepción). El sistema de salud tuvo momentos de colapso, la economía se desplomó, el desempleo creció y la pequeña empresa sucumbió ante las idas y venidas de gobiernos sin rumbo claro, sólo conducido por maniobras interesadas. Después del Covid 19, los más vulnerables serán más vulnerables por endeudamiento.
Seguramente, alguien podrá plantear que es complicado actuar sobre lo no controlable, pero también es necesario reconocer que un Estado ausente, un empresariado que confunde dádiva con responsabilidad social, y una clase política sin luz son los condimentos de una tormenta perfecta.
El Covid 19 ha sido el virus de la verdad, con hechos consumados que muestran que durante los últimos años el relato y la fantasía superaron los hechos. Que los rankings y las predicciones son solo eso, una estadística en papel.
Por eso necesitamos un replanteo estratégico, olvidarnos de los lados y pensar en términos de una realidad que ya no merece tantas percepciones. Una realidad en la que la pobreza, la falta de educación, la precariedad de la salud, y una vez más la aparición de privilegios ya no pueden esconderse.
Este virus letal, dejó lecciones para aprender. ¿Aprenderemos?