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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

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Hay padres que se organizan y contratan a una educadora de párvulos, para que ésta lleve una versión casera del jardín infantil a sus hogares. No obstante, este es un lujo que solo pueden darse los que ganan un cierto nivel de ingresos y que cuentan con amigos de ingresos similares, y ¿qué pasa con los hijos de quienes no presentan estas características?

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Pía Turner es Investigadora senior de Acción Educar.

Junto al desconfinamiento en las comunas más acomodadas del país, se han ido desarrollando iniciativas de padres que se organizan y contratan a una educadora de párvulos, para que ésta lleve una versión casera del jardín infantil a sus hogares. Así, en un contexto en el que, por un lado, la pandemia tiene suspendidas o sin trabajo a muchas educadoras, y, por el otro, a muchos apoderados tratando de compatibilizar el cuidado de sus hijos, con su proceso de aprendizaje, las tareas domésticas y, por cierto, las actividades laborales, todos los involucrados ven una mejora en su bienestar con este arreglo.

No obstante, este es un lujo que solo pueden darse los padres que ganan un cierto nivel de ingresos y que cuentan con amigos de ingresos similares y con el espacio adecuado en el hogar. ¿Qué pasa con los hijos de quienes no presentan estas características? Si los apoderados deben salir a trabajar, no les queda más que arreglárselas como puedan, quedando más expuestos que en tiempos normales a los riesgos del estrés familiar, del abuso o la violencia. 

En efecto, el cuidado y aprendizaje de los niños y niñas más pequeños en esta pandemia es un problema público, ya que se deriva del cierre forzado, aunque pertinente, de los jardines infantiles y salas cunas. Por lo mismo, la solución no puede continuar siendo privada y solamente al alcance de quienes pueden contratar a alguien que los ayude. En estas circunstancias, no es de extrañar que, de acuerdo al estudio de Comunidad Mujer, el 88% de las mujeres que perdieron su trabajo este año no estén buscando uno nuevo, y que la participación laboral femenina esté retrocediendo más de diez años.

Pareciera que esto ya lo comprendieron los alcaldes de Lo Barnechea y Providencia, quienes anunciaron la implementación de guarderías comunales para aquellos padres que más lo necesiten. Sin embargo, existe la posibilidad de que no sea replicable por las comunas de menores recursos en el país.

A su vez, cabe preguntarse por qué estas municipalidades, que son sostenedoras de los establecimientos educacionales de sus comunas, no promovieron los turnos éticos en vez de las guarderías. Los primeros se han desarrollado en otros países y fueron propuestos por el Mineduc para que los niños que no puedan contar con el cuidado de un adulto en sus hogares puedan ir a sus establecimientos, y ser cuidados ahí por docentes o asistentes de la educación que ya conocen, con todas las medidas sanitarias correspondientes. En contraste, las guarderías de Providencia y Lo Barnechea funcionarían solo para niños en etapa escolar y agruparían a todos los que lo necesiten en un solo establecimiento.

Por supuesto, como con todo en estos tiempos, la solución es -desde marzo- urgente, compleja e involucra recursos y trabajo intersectorial. A pesar de ello, este es un problema derivado por las medidas que ha tenido que tomar el Gobierno para hacer frente a la pandemia, por lo que corresponde darle respuestas desde el sistema público. Una de ellas, es desde el sistema educacional, a través de la promoción de turnos éticos para aquellos niños y niñas que estarán más seguros en su jardín infantil o escuela que en su hogar durante el día.

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