La responsabilidad social ¿empresarial?
Por eso, evitemos la hipocresía de inventar propósitos de moda con sentido social, ni suponer que el empresario dejará su ambición para transformarse sólo en un ser altruista.
Guillermo Bilancio es Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Consultor en Alta Dirección
La inequidad es una deuda social crónica en Chile y en esta parte del mundo, la que se manifiesta con más profundidad en momentos de máxima tensión, como el que vivimos en esta inesperada pandemia que se suma a la crisis social permanente, casi interminable.
En tal sentido la sensación es, sin caer en falsas ideologías ni en el repetido diagnóstico de su ineficiencia o impericia, que el Estado no puede resolver aquellas cuestiones esenciales de la base de la pirámide social.
En este escenario, aparece con fuerza la idea de la empresa privada como protagonista relevante de la sociedad, haciendo hincapié en el gastado concepto de la responsabilidad social empresarial que hace suponer a las empresas como el eje del equilibrio y del desarrollo.
En base a esta afirmación, creo que debemos hacernos una pregunta esencial: ¿Frente a un Estado ausente, la empresa debe hacerse presente?
Tenemos la buena costumbre de envidiar sanamente a los países nórdicos como los más desarrollados, e inclusive los tomamos como ejemplo.
¿Acaso en esos países, las empresas privadas se ocupan de la seguridad de la gente, de la educación y de la salud pública, de hacer caminos y puertos o de sostener una infraestructura de bienestar?
Claro que no. Es el Estado quién se ocupa de promover ese espacio.
En esos países desarrollados, las empresas desarrolladas cumplen un rol esencial: Promover la evolución social creando riqueza a partir del crecimiento sostenible y responsable, del desarrollo tecnológico y de la permanente preocupación por las personas. Algo así de simple.
Entonces, y para intentar despejar dudas, ¿Qué implica la responsabilidad social empresarial?
Exactamente el 13 de septiembre de 1970, hace 50 años, Milton Friedman planteó y respondió una pregunta fundamental: ¿Cuál es el papel de las empresas en la sociedad?
Y su postura era clara: “Existe una y única responsabilidad social de las empresas: utilizar sus recursos y participar en actividades diseñadas para aumentar sus ganancias”.
Hoy, algunos pensadores tratan de suavizar esta afirmación, en tanto que empresarios confunden el rol de ser responsable socialmente intentando ganar reputación a través de dádivas que buscan neutralizar la culpa del más fuerte en medio de la desigualdad.
Otros más ingenuos hablan de la empresa como un factor determinante para colaborar con todo lo que el Estado ineficaz no cumple. Falso.
Simplemente, creo que debemos acordar que la responsabilidad social de la empresa está en cumplir con su rol. Para eso, no hay que pedir más que esto:
• Que las empresas cumplan con la promesa a sus consumidores.
• Que las empresas inviertan en las personas, en su desarrollo y bienestar.
• Que las empresas no tengan brechas infinitas en sus remuneraciones. No puede haber un ejecutivo que gane 100 veces más que el colaborador de menos responsabilidad.
• Que las empresas crean fervientemente en la investigación, en la innovación y en la sustentabilidad, y no lo hagan como un simple discurso de moda.
• Que las empresas protejan y hagan crecer a sus proveedores. Y que consideren a los competidores como un obstáculo que deben sortear de manera legítima.
• Que las empresas puedan crecer, y optimizar sus resultados.
• Que las empresas que hacen negocios con el Estado lo hagan de forma justa.
• Que las empresas paguen sus impuestos.
Imaginen si las empresas hicieran esto, lo mínimo e indispensable de su rol y, como en los países desarrollados, paguen un impuesto relevante que sirva para que un Estado presente los transforme en bienestar a partir de la educación, la salud, la infraestructura y la seguridad. No le otorguemos a la empresa una función que no tiene.
Por eso, evitemos la hipocresía de inventar propósitos de moda con sentido social, ni suponer que el empresario dejará su ambición para transformarse sólo en un ser altruista. Debemos darnos cuenta, que la empresa existe para generar riqueza genuina, y que a partir de su capacidad de evolucionar será parte de la evolución de toda la sociedad.
Algo mas que simplemente hacer ricos a los accionistas.