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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

La pandemia de ciberataques en la comarca de “El Hobbit”

"Los expertos opinan que los riesgos han aumentado producto del teletrabajo porque los delincuentes informáticos aprovechan las conexiones remotas a los sistemas corporativos".

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Ernesto Evans es El Dínamo.

Qué duda cabe que la pandemia se llevará todas las referencias históricas cuando se hable del año 2020. Pero hay algo este año que es preocupación prioritaria de los gobiernos, organizaciones y las empresas: los ataques informáticos.

Una última noticia habla de un ataque a un hospital alemán y la muerte de una paciente; y, recientemente, que la justicia germana cree que murió por el retraso del tratamiento, después que un ransonware se alojó en sus sistemas. Sí, ¡ransomware! El mismo tipo de virus que atacó el BancoEstado. Pero no es la primera vez que arremeten contra hospitales: según NYT, en 2019 fueron 764 los afectados por este virus informático en EE.UU., y en abril 2020, la Interpol denunció que “crecen los ataques de ransomware dirigidos a hospitales”.

Más antecedentes: el 18 de septiembre pasado, en la India se intentó una violación cibernética a cerca de 100 computadoras del Centro Nacional de Informática (NIC), la agencia del gobierno responsable de la infraestructura cibernética crítica. Este año, el medio Teslarati publicó que un empleado de Tesla había recibido una oferta de un grupo cibercriminal para atacar la planta de Nevada. La compañía de seguros Mapfre también fue víctima de un ransomware, al igual que Honda y la multinacional Enel. Sobre esta última, el ataque causó una interrupción de su red interna, aunque los entendidos valoran su buena organización, que al poco tiempo tuvo sus sistemas disponibles.

Los expertos opinan que los riesgos han aumentado producto del teletrabajo porque los delincuentes informáticos aprovechan las conexiones remotas a los sistemas corporativos. No vivimos en la aldea global de McLuhan, sino en la comarca del “El Hobbit” de Tolkien, donde habitan estos personajes pequeños de pies peludos, piernas cortas y orejas en punta. Pero los atacantes no viven de vecinos en casas bajo tierra, en verdes praderas con plantas y flores, pero tienen similitudes entre ellos: viven interconectados, mirando la pantalla, usan buscadores, plataformas y herramientas especiales. Poseen sofisticadas técnicas de hackeo, buscan el anonimato, usan identidades ficticias, borran sus huellas, falsean información, roban datos de los usuarios, claves de acceso, agreden debilidades de los sistemas, etc.

Los ataques informáticos vienen de la comarca tecnológica mundial conectada 7×24, donde, con un computador, acceso a internet y una sólida comunidad de conocimientos, se puede agredir los sistemas de empresas y poderes del Estado. Se habla de “hacker culture”, una subcultura soterrada, incluso ideológica, amoral, donde el propósito sea el mayor daño, el simple robo o la satisfacción intelectual de violar sistemas; una comarca con conexión online, sin territorio físico, pero ataques sorpresivos, con organización dinámica y flexible. “Cuanto más conectado está el mundo, más posibilidades hay de que un desastre local provoque el miedo global y con el tiempo una catástrofe” (Slavoj Zizek, Pandemia, 2020).

Los ciberdelincuentes son como los Hunos para el imperio romano, pero sus armas no son el caballo y los arcos, sino la capacidad de procesamiento de sus máquinas, su organización y habilidades técnicas. En Chile, nuestra institucionalidad contra los ciberataques requiere ser re-pensada y re-definida. Además de expertos en tecnologías de la información, necesitamos una mirada estratégica, sociológica y antropológica.

Hay que analizar los efectos de este tipo de acciones, porque, aprovechando el impulso del debate constitucional, todos tenemos derecho a la protección de datos personales, y a que no nos roben el dinero de las cuentas bancarias. Pero sin la acción efectiva de las instituciones y los privados (bancos y empresas), este derecho se remitirá sólo al papel.

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