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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Los círculos amargos de la Historia

Armenia alarmada ante la escalada del conflicto, ha declarado una movilización general de su población, lo que también está aconteciendo en Azerbaiyán.

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Juan Pablo Glasinovic Vernon es Abogado

Hace unos días, estalló un nuevo episodio del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán por el enclave de Nagorno Karabaj, que amenaza con convertirse en un nuevo conflicto regional, con la participación de Turquía y Rusia.

Armenia y Azerbaiyán forman parte de los países del Cáucaso, área geográfica entre el Mar Negro y el Mar Caspio y entre Europa y Asia. También tienen territorio en esta región, Rusia y Georgia, y una serie de territorios autónomos o semi autónomos como las denominadas repúblicas de Daguestán, Abjasia, Osetia, Chechenia y Nagorno Karabaj.

El Cáucaso fue durante siglos la frontera entre el Imperio Otomano y el Imperio Ruso. Rusia desde el siglo XIX impulsó campañas sistemáticas para conquistar la región y someter a sus pueblos autónomos y hacer retroceder a los turcos.

Durante la I Guerra Mundial, el Imperio Ruso logró avances sustantivos en el territorio otomano. Como represalia a la colaboración que habría prestado la población armenia (cristiana) a los rusos, los turcos procedieron a la agrupación forzosa y al “destierro” de la población armenia en su territorio, lo que significó la muerte de alrededor de un millón de civiles en el proceso, y se conoce como uno de los primeros casos de genocidio del siglo XX (lo que hasta hoy es desconocido por el estado turco, quien expone que nunca hubo una política deliberada y sistemática de exterminar a estas personas, sin perjuicio de algunas muertes producto de otras circunstancias).

Quienes lograron escapar al exterminio se distribuyeron en todo el mundo, en lo que se conoce como la diáspora armenia.

Con la Revolución Bolchevique y el término de la I Guerra Mundial, hubo un breve espacio de autonomía de varios territorios en el Cáucaso, tanto del yugo turco como ruso, pero esto fue pronto revertido por el asentamiento de la República Turca y de la Unión Soviética.

En el caso de Armenia, en el Tratado de Sevres, que selló la paz entre los aliados y Turquía, fue reconocida como estado moderno y se le dio un amplio territorio, pero entró al poco tiempo en guerra con los turcos que no querían un desmembramiento mayor, y terminó perdiendo buena parte de lo cedido en dicho tratado.

En el seno de la Unión Soviética, se reconoció la condición de repúblicas a Armenia, Georgia y Azerbaiyán, además de otorgar autonomías a otros territorios, haciéndose cargo en algunos casos de reconocer la diversidad étnica y religiosa de la región. Sin embargo, como era un mismo país, los gobernantes soviéticos nunca se preocuparon de que los límites internos de sus repúblicas o regiones coincidieran con las fronteras de su pasado independiente o autónomo, o con la distribución de su población. Incluso en algunos casos, las cesiones de territorio de una república a otra fue por voluntad del jefe de gobierno, como cuando Nikita Krushev en 1954 entregó la península de Crimea a Ucrania, como regalo por los 300 años de la “adhesión” de esta república a Rusia. En este caso sabemos que Putin invadió este territorio hace algunos años y lo “reintegró” a la Federación Rusa.

En el caso de Armenia y Azerbaiyán, lo que se conoce como Nagorno Karabaj, territorio poblado mayoritariamente por armenios, fue asignado a esta última república, aunque con un status autonómico.

Al producirse la disolución de la Unión Soviética, todas sus repúblicas integrantes se convirtieron en estados independientes, conforme a los límites internos que tenían.

Como era de esperar, lo que se había diseñado por decreto durante el período soviético tuvo su prueba de realidad histórica, y el peso de la misma abrió una multiplicidad de conflictos, especialmente en el Cáucaso. En esa dinámica, Nargorno Karabaj, territorio poblado mayoritariamente por armenios y que era considerado por ellos como parte de su territorio ancestral, se rebeló contra Azerbaiyán, para no quedar sometidos a este país. La población azerí es mayoritariamente túrquica y su relación con los armenios ha estado marcada por conflictos, incluyendo matanzas de población civil y deportaciones. Por el lado armenio, esta enemistad no se puede separar del trauma del genocidio.

Producto de esta rebelión, el enclave se unió fácticamente a Armenia en 1994, extendiendo su control a territorio azerí más allá de los límites de su autonomía soviética. En esta guerra, hubo limpiezas étnicas, que incluyeron la expulsión de los azeríes de este territorio, y también de armenios desde Azerbaiyán. Desde el punto de vista formal, Nagorno Karabaj se proclamó como una república independiente, lo que no ha sido reconocido por ningún estado. Armenia, quien ha prestado todo su apoyo a esta escisión, también ha mantenido su ambigüedad en el plano jurídico para no atizar el enfrentamiento con Azerbaiyán.

Desde los 90s hasta la fecha, han habido varias episodios bélicos, en los cuales básicamente Azerbaiyán ha tratado de recuperar lo que de acuerdo al Derecho Internacional, como estado heredero de la URSS, le corresponde en materia de territorio y sus fronteras.

Todas estas escaramuzas, que han significado la pérdida de miles de vidas, no han logrado romper el statu quo, con el control armenio de este territorio.

En los últimos días, Azerbaiyán, país con importantes reservas de gas y petróleo, y que venía incrementando en forma sostenida sus adquisiciones de armamento, lanzó una ofensiva masiva (aunque culpa a Armenia de los primeros ataques) con el decidido propósito de recuperar lo perdido.

En esta oportunidad, Turquía con su presidente Recep Erdogan, quien en la práctica se siente y comporta como el heredero de los sultanes otomanos, se ha alineado activamente con Azerbaiyán, entregando soporte en armamento, asesoría bélica y mandando a tropas irregulares (se habla de milicias sirias entrenadas por Turquía) para apoyar a las tropas azeríes. Esto además de ejercer presión a Armenia desde la frontera común.

Armenia alarmada ante la escalada del conflicto, ha declarado una movilización general de su población, lo que también está aconteciendo en Azerbaiyán.

Rusia, como antigua potencia dominadora, ha mantenido una activa presencia en la región, con una política de alianzas, pero también de debilitamiento y división, para mantener su ascendencia. En materia militar, ha vendido armas tanto a Armenia como a Azerbaiyán, y tiene una importante base militar en el primer país.

Desde el inicio de este conflicto, Rusia ha procurado mediar, evitando tomar partido, no queriendo abrir una confrontación adicional a la que mantiene con Georgia, lo que se ha traducido en su apoyo a separatismos en este país.

Pero en esta oportunidad, la situación amenaza con degenerar en un conflicto más extendido y de carácter regional. Turquía ya está con un pie adentro y si Azerbaiyán, con su ayuda arrolla a los armenios, podría empujar a Rusia a intervenir. Si esto ocurriese, se estaría reeditando el conflicto entre los imperios ruso y otomano.

Mientras tanto se ha vuelto a correr el tupido velo que ha tratado de mantener en el olvido terribles y penosas memorias históricas en esta región, como el genocidio armenio y la deportación de pueblos enteros como los chechenos (que fueron exiliados a Siberia tras la II GM y después autorizados a regresar).

La Historia arrastra sus amargos frutos y amenaza con repetirse, mientras no se enfrenten las heridas y fantasmas del pasado y, a partir de ese reconocimiento, se construya el diálogo.

Ojalá que el actual ruido de los cañones no silencie una vez más los gritos por la paz.

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