Más que una cuestión de platas
Si bien es cierto se necesita evaluar cuidadosamente programas y políticas implementadas en educación, es difícil imaginar que podremos minimizar o reducir el aumento de las brechas sin fortalecer decididamente la educación pública y sin apostar con claridad a un perfeccionamiento docente ‘público, gratuito y de calidad’.
Loreto Jara es Directora del Observatorio de Política Educativa de Educación 2020
Hablar de dinero nunca es un asunto sencillo, pero ciertamente es necesario. En uno de los años más complejos e intensos de nuestra historia reciente, detenerse a analizar la discusión del Presupuesto Nacional 2021; es un deber.
Son numerosas las voces que se han alzado señalando que hay recortes incomprensibles: la salud municipal, la cultura y las artes; las ciencias, investigación y desarrollo, especialmente en tecnología, son áreas desde las que se han levantado importantes alertas, descontando, por cierto, el pesar de posibles postgraduados que han quedado sin la opción de Becas Chile, por la suspensión del programa.
¿Y en educación? El panorama es complejo, porque la discusión presupuestaria contempla también el Fondo de Emergencia Transitorio, lo que hace que haya algunos ítemes que tienen platas de aquí y de acullá; especialmente en fortalecimiento de educación pública y educación parvularia. ¿Raya para la suma?: el presupuesto baja.
Algunas de estas reducciones corresponden a: 12,7% en recursos educativos (textos escolares y Centros de Recursos para el Aprendizaje), 11,5% en los recursos asignados a Mejoramiento de la Calidad de la Educación y la baja de un 25,1% menos en Evaluación y Perfeccionamiento docente. Esto implica perder oportunidades para hacer cambios en la didáctica, en los modos de hacer aprendizaje, lo que es especialmente sensible en un año en que esperamos que los desafíos que genera la pandemia puedan traducirse en las transformaciones pedagógicas que nuestro sistema viene necesitando hace mucho rato. Aportes sobre conectividad y herramientas digitales propias del nuevo escenario derivado de la educación a distancia, brillan por su ausencia.
Otras bajas significativas: -41,2% en recursos asignados al programa Fondo de Apoyo a la Educación Pública, reducción de recursos para el Fondo de Infraestructura vía Fondo Nacional de Desarrollo Regional (-20%) y para los Programas de Asistencia y Apoyo Educativo a Establecimientos Municipales (-21,7%). Las universidades también salen bastante mal paradas en función de los recursos asignados, especialmente en lo que respecta a aportes fiscales que pueden financiar investigación y desarrollo y fortalecimiento del área técnico profesional.
Si bien es cierto se necesita evaluar cuidadosamente programas y políticas implementadas en educación, es difícil imaginar que podremos minimizar o reducir el aumento de las brechas sin fortalecer decididamente la educación pública y sin apostar con claridad a un perfeccionamiento docente ‘público, gratuito y de calidad’; entre otras dimensiones que resultan fundamentales en este contexto.
Por otra parte, la discusión presupuestaria, coyuntural como es, no puede darse sin prestar atención a un problema estructural de nuestro sistema escolar: la subvención por asistencia. El financiar gastos fijos -y crecientes- con ingresos variables, es un mecanismo que no resiste ninguna lógica, y que por años ha venido precarizando innecesariamente la gestión de las escuelas y sus sostenedores. Durante la primera fase de la pandemia desde el Mineduc se decidió financiar los establecimientos según la cantidad de estudiantes matriculados que tienen, que debiera ser el principal factor de cálculo a la hora de asignar recursos económicos a las escuelas; pero con las ansias de retorno a la normalidad volvió también la tensión entre financiamiento por asistencia o por matrícula.
Chile puede pensar en su presupuesto con altura de miras y escoger con sensibilidad social dónde es que pone sus fichas: si se trata de alcanzar un verdadero desarrollo, respetuoso de la dignidad de las personas y sus territorios, la educación siempre será una pieza clave. Esperamos que quienes toman las decisiones concuerden con esa premisa y determinen un presupuesto educacional que, sin duda, es mucho más que una cuestión de platas.