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Actualizado el 27 de Noviembre de 2020

El regreso del multilateralismo

Mientras China aprovechó los espacios que dejó Trump con su aislacionismo para convertirse en el país que más incide en la dirección de los organismos multilaterales y que ha cobrado creciente protagonismo en la definición de la agenda global, el regreso de EEUU a esta arena, anticipada por el tema ambiental, dependerá del consenso que Biden logre en el plano doméstico.

Foto Agencia Uno.
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Juan Pablo Glasinovic

Juan Pablo Glasinovic es Abogado

En las últimas semanas hemos sido testigos de dos eventos que constituyen impulsos significativos para el alicaído multilateralismo de estos últimos años. En el ámbito económico, el 15 de noviembre en Hanoi, capital de Vietnam, tras años de negociación, se firmó el RCEP o Regional Comprehensive Economic Partnership, que crea la mayor área de libre comercio del mundo en cuanto a población. Son 15 estados asiáticos sus integrantes: China, Japón, Corea del Sur, los 10 miembros de ASEAN, más Australia y Nueva Zelanda. India, Estado que se había sumado a la negociación más tardíamente, se salió de la misma el año pasado, ante el temor de ver acrecentado el desequilibrio comercial que mantiene con China. Los enfrentamientos fronterizos que ha mantenido con China este año le han alejado aún más de la posibilidad de suscribir el acuerdo.

Hay que recordar que las negociaciones de este acuerdo partieron en noviembre de 2012 como reacción de China al Trans Pacific Partnership (TPP), que había impulsado antes Obama y que excluían a dicho país. En esta pugna geopolítica, China sin duda se anotó una importante victoria el 15 de noviembre, al haber empujado un acuerdo que la tiene como principal mercado de esta gran área de libre comercio, mientras Estados Unidos se automarginó de su propio proyecto, el TPP (actualmente CPTPP), que apuntaba a mantener su hegemonía en el Asia Pacífico.

Junto con China, los principales beneficiarios son los países de ASEAN, los cuales llevaron el liderazgo de la negociación y ganan posiciones como un espacio de creciente atractivo para las inversiones productivas, como terreno neutral en la guerra comercial entre China y EEUU.

China en el ámbito diplomático logra, con la excepción de la India, convocar bajo el paraguas del acuerdo a diversos países con los cuales atraviesa un difícil momento en sus relaciones, cómo serían los casos de Australia, Japón, Filipinas y Vietnam, entre los más notorios. Esto, aunque no erradica las causas de las tensiones, genera un mejor clima que podría ser aprovechado por las partes para buscar un mayor entendimiento.

Con este tratado y más allá de su contenido específico en materia de liberalización comercial (que los expertos califican de modesto y gradual en relación al CPTPP), se da una potente señal a favor de la globalización, al menos en el plano económico y en contra de la percepción de que China está priorizando un desarrollo más autárquico. También muestra a Asia del Este como el portaestandarte de la profundización del libre comercio, en un clima general cada vez más proteccionista.

Este acuerdo aumentará el peso económico mundial de la región asiática, profundizando la tendencia de las últimas décadas. También consolida a China como la principal economía de la región y próximamente del mundo. El RCEP con seguridad convertirá a este bloque asiático en el de mayor porcentaje de comercio intrarregional e integración industrial, superando a la Unión Europea.

¿Incentivará el RCEP y esta victoria táctica de China, el regreso de EEUU a la lógica de la integración transpacífica mediante el CPTPP y APEC? Difícil de prever en el corto plazo. Biden tiene muchos frentes en los cuales quiere que lo ejecutado por Trump sea un paréntesis en la estrategia histórica de EEUU, con lo cual deberá dosificar bien sus energías y prioridades.

Además, probablemente no contará con el control del Senado, lo que dificultará el cambio de agenda de los últimos años, especialmente en aquellos temas más resistidos por los republicanos, entre los cuales está precisamente extender los acuerdos de libre comercio. Por ello, lo más probable es que la acción estadounidense privilegie la coordinación política y la cooperación en materia de seguridad con sus aliados del Asia Pacífico, recuperando las confianzas y sanando las heridas que dejó la administración Trump.

Otro hito a favor del multilateralismo, esta vez en materia ambiental, surgió del presidente electo de los EEUU, Joe Biden. Este anunció, conforme a su promesa de campaña, que EEUU volverá a ser parte del Acuerdo de París desde el primer día de su mandato. Y no solo eso. Designó a John Kerry como enviado presidencial especial para el clima. Kerry, en su condición de secretario de Estado durante la administración Obama, fue uno de los arquitectos del Acuerdo de Paris y quien lo suscribió por su país, con lo cual se realza el simbolismo del regreso de EEUU a la primera línea de los esfuerzos contra el cambio climático.

En su declaración al presentar a sus primeros colaboradores, entre los cuales, además de Kerry figuran Antony Blinken como secretario de Estado y Janet Yellen como secretaria del tesoro, dijo: “Necesito un equipo que esté listo desde el primer día para ayudarme a recuperar el lugar de EEUU en la cabecera de la mesa, unir al mundo para enfrentar los grandes desafíos que tenemos por delante y promover y asegurar nuestra seguridad, prosperidad y valores. Ese es el cometido más importante de este equipo.”

Además de volver al Acuerdo de París, Biden se ha comprometido que los EEUU sean neutros en las emisiones de carbono al 2050. Esto es un paso trascendental, porque se une al mismo objetivo declarado por la Unión Europea y China. Con esto se hace más difícil que otros países se desentiendan de este propósito, lo que ayudaría a convertir el 2050 en una norma universal.

Han sido semanas positivas para la recuperación del multilateralismo. Tanto China como EEUU han dado muestras de que su liderazgo es capaz de articular una acción colectiva en pos de objetivos comunes. Esto, sin embargo, no debe considerarse como un regreso al protagonismo creciente de las organizaciones internacionales. Ese multilateralismo, cuyo auge se alcanzó a fines del siglo XX, no volverá. Lo que tendremos, al menos en el corto plazo, son acciones concertadas en torno a ciertos temas, apalancadas fundamentalmente por las grandes potencias. Una buena noticia es que la lucha contra el cambio climático está entre estas.

Mientras China aprovechó los espacios que dejó Trump con su aislacionismo para convertirse en el país que más incide en la dirección de los organismos multilaterales y que ha cobrado creciente protagonismo en la definición de la agenda global, el regreso de EEUU a esta arena, anticipada por el tema ambiental, dependerá del consenso que Biden logre en el plano doméstico. Y como quedó en evidencia en estas elecciones, el país está muy dividido y los demócratas no contarán con mayoría legislativa, al menos durante los próximos dos años. Tendremos, por lo tanto, un multilateralismo de varios niveles o velocidades, impulsado según sus prioridades por alguna de las potencias o bloques.

Países como los nuestros deberán revisar sus objetivos y prioridades en función de este escenario, y aprender a moverse en contextos mucho más dinámicos y cambiantes en materia de alianzas y trabajo conjunto.

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