Vox Populi, Vox Dei
Espero que más temprano que tarde emerja en Chile un líder, que no sea de izquierda ni de derecha. Que sea verdaderamente liberal; que tenga agallas para imponer el orden y la paz social.
Christian Aste es Abogado
Sean o no acertadas la decisiones del pueblo, está probado que su voluntad representa una fuerza irresistible, a la que no es prudente oponerse. Cuando se equivoca, que vaya que lo hace, siempre vuelve arrepentido a adoptar la decisión contraria. En eso es es parecido a Dios.
Dios se arrepintió de haber hecho al hombre (Génesis 6:6) y decidió terminarlo con el diluvio. Pero luego se arrepintió y salvó a Noé y su familia (8). Más adelante eligió a Israel y le prometió a Moisés la tierra prometida. Después se arrepintió y sólo permitió a Moisés verla de lejos. Posteriormente se desdijo de elegir a un solo pueblo, y decidió salvar a cualquiera, bajo la única condición de que se arrepintiera y reconociera a su enviado Jesús.
El hombre creado a imagen y semejanza de Dios, lo ha copiado hasta en eso. Los franceses seducidos por los ideales de la igualdad, la fraternidad y la libertad abrazaron con fuerza la causa jacobina liderada por Robespierre y el genio malvado de Fouché. Sin embargo, cuando comprobaron y con pesar, que ya no sólo guillotinaban a los enemigos, sino que también a sus aliados, se asustaron y renegaron de su propio radicalismo. Mataron a Robespierre y persiguieron a sus seguidores. Todo para postrarse nuevamente, ya no ante un rey, sino que frente a un emperador, a quien no le bastó Francia sino que quiso controlar el mundo.
La historia se repitió en Alemania. Tras la derrota en la Primera Guerra Mundial y la consecuente humillación que sufrieron los germanos en el Tratado de Versalles, un cabo persuasivo y paranoico, los convenció que habían sido víctimas de una conspiración y que había que castigar a los responsables. Como el país aceptó que había un enemigo común, y se plegó tras ese liderazgo, que a poco andar logró que la economía mejorara, a muchos no les importó que se construyeran campos de concentración y se persiguiera por medio de la policía secreta a los enemigos del régimen. Total no eran ellos los perseguidos.
Sin embargo, cuando comenzaron a morir jóvenes alemanes, y la victoria comenzó a escaparse, comenzaron las preguntas que pudieron hacerse antes. La población se replegó y se sumó a los ganadores, renegando de lo que habían apoyado y/o permitido.
En nuestro país pasó lo mismo. Cuando los militares gobernaban, y vendieron las empresas Corfo baratas a sus amigos en licitaciones cerradas. Cuando la policía militar perseguía a quienes disentían y en el mejor de los casos lo detenían, muchos miraron para el lado. Lo hicieron, porque el PIB crecía y la pobreza se reducía. Bastó que la economía comenzará a cojear, y que la población tuviera miedo a que la prepotencia de la bota militar se hiciera eterna, para que el pueblo se alzara y dijera NO.
Hoy somos testigos de algo parecido, en el marco de un gobierno dirigido por un ciudadano que nunca debimos elegir, no por la ausencia de capacidades, que las tiene y de sobra, sino simplemente porque no tenía la autoridad moral que se exige o debe exigirse a quien gobierna, hemos sido víctima de un inusitado e impune accionar violento que, amparado en la odiosidad y el resentimiento, ha vulnerado los derechos humanos de casi todos nosotros.
Nadie ha alzado la voz para defender a la gente impunemente violentada, porque se ha entendido y equivocadamente que en nuestro país los derechos humanos sólo pueden afectarlos los agentes del Estado.
Es más, existe una institución que defiende al ciudadano de los agentes del Estado. Lo hace a costa de los tributos que pagamos, y sin ponderar que cuando en democracia el agente del Estado recurre a la fuerza, lo hace amparado en la ley y para defender a los mismos ciudadanos de otros que se consideran por sí y ante sí que están autorizados y legitimados para protestar utilizando violencia. A esto se suma que entidades particularmente vinculadas a la opinión pública tampoco contribuyen a una perspectiva objetiva del asunto: los medios de comunicación los amparan editando sus acciones, y partidos políticos los han erigido como héroes. Debo anticiparles, sin embargo, que la gente, tal como ocurrió en Francia y luego en Alemania, que al principio entendía y justificaba lo que ocurría, porque era el costo necesario para hacer cambios, hoy está cansada, hastiada, enrabiada.
Lo está con la derecha, que defiende la libertad sólo económica, que cuando gobierna lo hace con los mismos de siempre, que viven en una burbuja, y que todavía preguntan por el origen del apellido, el colegio en que se estudió y la gente que se conoce, como condición de aceptación, y lo está también con los izquierdistas, que odian la libertad cuando es económica, que defienden la proliferación de organismos y funcionarios aun en desmedro de sus beneficiarios, que detestan a la autoridad y el orden cuando no son ellos quienes la ejercen, y repudian a quien o quienes han logrado más que ellos.
Debo decirles, que ambos sectores son parte del problema, y que su irresponsabilidad la hemos estado pagando a un costo muy caro todos los que sólo queremos trabajar en paz, y en una cancha donde se respete la dignidad de todos.
Para que lo entiendan de una vez por todas:
1.-Los unos que: nadie que pueda salir adelante si lo dejan trabajar quiere vivir a costa del Estado. Tampoco quieren mendigar subsidios y depender de la generosidad de un político que no produce y que sólo representa costos. Menos quiere rendir homenaje a delincuentes y narcotraficantes, que junto con violar impunemente las reglas, y ser incapaces de respetar al resto, no trepidan ni han trepidado en utilizar cobardemente la violencia, aprovechándose de la debilidad que ha exhibido y exhibe nuestra institucionalidad para sancionarlos.
Las ideas que algunos de ellos enarbolan, y que les ha permitido vivir muy bien de la política que financiamos todos, se ha demostrado que sólo producen pobres y más pobres. Quizás sería bueno pedirles que parte de la dieta que se les paga, la usen en algún curso de economía, finanzas básicas o de historia, para conocer la realidad de Cuba, Venezuela, Alemania Oriental y todas aquellas economías que creyeron en los cerditos de George Orwell y terminaron reteniendo a sus ciudadanos por la fuerza.
Nadie quiere tener solo derechos. El país exige ciudadanos responsables, que asuman deberes, como ocurre en los Países Bajos, Alemania, España, o Portugal.
2.- Y los otros que: ningún ciudadano desea vivir en una economía de mercado, en la que no se respetan los principios mínimos que la informan y la hacen destacarse por sobre otros sistemas, porque no debemos olvidar que la ‘mano invisible’ del mercado transforma los vicios privados en ventajas sociales, sólo si opera en mercados que sean competitivos y que disponen de un marco legal e institucional adecuado.
La gente quiere que no haya colusión; que se respeten los derechos de los consumidores; que los tributos se paguen por quien corresponda y se gasten efectivamente en beneficio de los que no tienen; que se acabe el nepotismo; que no se use información privilegiada; que no haya abuso de los monopolios legales o factuales; que todos respeten las reglas, y que exista una institucionalidad no ideologizada y competente para fiscalizar y sancionar.
Espero que más temprano que tarde emerja en Chile un líder, que no sea de izquierda ni de derecha. Que sea verdaderamente liberal; que tenga agallas para imponer el orden y la paz social, que fuerce a las instituciones para cumplir la función que les es propia y que reprima a quienes violentan el orden público. Que imponga la paz al costo que sea, que recupere Chile para todos los chilenos y no insista en aprovecharse de la historia para clasificar a los chilenos, entre mapuches y huincas, porque todos somos parte de un mismo país.
Un líder que conozca la realidad del chileno medio, que provenga del mundo real y sin privilegios. Que no tenga miedo en reconocer la familia homoparental, en regular el aborto, favorecer las adopciones sin perjuicios, avanzar hacia la eutanasia, en reducir la burocracia, promover la eficiencia estatal, exhibirle al ciudadano que no solo tiene derechos sino que también deberes, y que además ponga el eje en el emprendimiento y la iniciativa privada, pero que lo haga en el marco de una economía que cumpla con los principios que reglan o deben reglar la libre competencia.
Que formule un sistema tributario de fácil aplicación y que responda a criterios de progresividad, que controle el uso del gasto, que comprenda que un organismo público se debe a sus beneficiarios y no a sus funcionarios, y que finalmente se enfrente a la clase política y les quite las prebendas y beneficios que tienen.
Que reduzca el número de parlamentarios, y mejore el sistema electoral para que nadie que tenga menos del 10% de los votos ocupe un escaño de representación popular.
Un líder que se ocupe de resolver con inteligencia los problemas que afectan a los ancianos, que proteja a los niños, y que modifique la educación, haciéndola competitiva, integradora, y transversal.
Necesitamos en definitiva, un ciudadano ejemplar que asuma el cargo con vocación de servicio y con la convicción necesaria, para demostrar que el pueblo de Chile se cansó y quiere cambiar, porque para variar se equivocó y desea enmendar sus errores. Esa es hoy la Vox Dei.