La pandemia y los desafíos tecnológicos para la educación superior
Si bien, muchos consideran que las instituciones educativas que contaban con programas de cursos online tenían ventaja, lo cierto es que la metodología e-learning tal como está diseñada, no cubre necesariamente los requerimientos de la teleducación.
Cristóbal Vergara es Gerente general de SAP Chile
Muchas universidades debieron enfrentar, pandemia y confinamientos mediante, un cambio de planes no menor: la educación remota. El impacto generó grandes desafíos no sólo para los estudiantes, sino también para quienes imparten los conocimientos. Todos necesitaron adaptarse a este nuevo escenario a la velocidad de la luz.
Si bien, muchos consideran que las instituciones educativas que contaban con programas de cursos online tenían ventaja, lo cierto es que la metodología e-learning tal como está diseñada, no cubre necesariamente los requerimientos de la teleducación, que conlleva un traspaso del formato presencial al mundo virtual. El desafío parece ser más humano que tecnológico. De cualquier forma, el cambio requirió poner a disposición tecnología e implicar esfuerzos mancomunados para responder a gran parte de los cerca de un millón 150 mil estudiantes que, según cifras del Mineduc, están matriculados en Chile.
La crisis sanitaria instaló modificaciones profundas en prácticamente todas las áreas. ¿Cómo se plantea la educación superior post COVID-19? Es probable que la dualidad “presencial/no presencial” sea un factor a considerar en el futuro cercano, marcado por un quiebre cultural que requerirá, inicialmente, una inversión país relevante para asegurar el aprendizaje y la conectividad, no solo móvil.
Las alianzas entre instituciones y proveedores de tecnología serán un factor determinante: no tiene sentido recorrer la inminente transformación de manera solitaria, menos en estos tiempos cambiantes. La experiencia hasta ahora ha podido satisfacer la demanda, pero en algún momento será indispensable un análisis destinado a perfeccionar la educación remota por medio de la inversión tecnológica. Solo así será posible contar con plataformas y herramientas de alta calidad que aseguren el aprendizaje y el intercambio de conocimiento.
La colaboración, que con alegría veo que ya se está forjando, es una palabra clave. Explorar experiencias de otros también es un buen consejo: revisar sus buenas prácticas y ver cómo podrían adaptarse a cada realidad. Herramientas como inteligencia artificial y machine learning (aprendizaje automático) que usen datos en el ciclo de estudios podrían facilitar los nuevos desafíos y entregar beneficios increíbles en el diseño de mallas académicas y en el perfilamiento de habilidades para adaptar el aprendizaje de acuerdo con cada alumno, rompiendo la estandarización. La información bien utilizada tiene el potencial de ser oro en beneficio de la educación. ¿Lo que se está impartiendo está teniendo el impacto que queremos? ¿Se están formando los profesionales demandados por un mercado cada vez más exigente? Las respuestas a estas preguntas podrían esconder la llave para construir una educación de mayor calidad de cara al futuro.
Trabajar en conjunto en una adaptación cultural que consolide prácticas de teleducación es un desafío que se instaló más allá de esta pandemia, porque la flexibilidad es algo que llegó para quedarse. Debemos estar a la altura de los retos que se nos presentan y poder satisfacerlos de forma inteligente y preparada.