La carrera por el espacio
No cabe duda que las billonarias inversiones en esta carrera tendrán repercusiones en múltiples ámbitos de nuestro desarrollo, muchos de los cuales ni siquiera aún sospechamos, y será uno de los frentes en el cual se definirá el liderazgo mundial en las próximas décadas.
Juan Pablo Glasinovic es Abogado
En 2017, Stephen Hawking, quien participó remotamente en el festival Starmus, que reúne en Trondheim, Noruega, a científicos y expertos de diversos ámbitos preocupados por el porvenir de la Tierra y del género humano, dijo que el futuro de la humanidad está en la exploración y colonización de nuevos planetas.
El científico británico, especialista en agujeros negros y quien murió en marzo de 2018, fundamentó su posición en que “el mundo se está volviendo demasiado pequeño para nosotros; los recursos físicos se están explotando a un ritmo alarmante”. Citó el cambio climático, la extinción masiva de especies y la deforestación como pruebas de la acción destructiva de la humanidad. “Cuando hemos tenido crisis similares en el pasado –recordó–, hemos colonizado nuevos territorios. Pero ya no hay ningún Nuevo Mundo al que extendernos. Nos estamos quedando sin espacio. Ha llegado la hora de explorar otros sistemas solares”.
La carrera espacial se inició en la década del 50 del siglo pasado entre la entonces Unión Soviética (URSS) y Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría. La URSS fue la primera en realizar con éxito un vuelo tripulado en el espacio exterior, con Yuri Gagarin, el 12 de abril de 1961. Esto impulsó la reacción de Estados Unidos para no quedar atrás en la conquista espacial, y el 20 de julio de 1969, la nave Apolo XI de la NASA alunizaba. Al día siguiente, el astronauta estadounidense Neil Armstrong fue el primer hombre en pisar la luna, dejando para la posteridad la famosa frase “es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Después de esa misión, le siguieron seis que alunizaron exitosamente con tripulación. La última expedición humana fue en 1972, con Apolo 17. Han pasado ya casi 50 años.
En el intertanto, más países se sumaron a la carrera espacial. Japón, China e India han hecho llegar naves no tripuladas a la luna. En el 2019, China completó una misión no tripulada en el lado oscuro de la luna, la primera de su tipo, y para el 2024 está considerada la llegada de personas, con el objetivo de establecer una base permanente.
Numerosos otros países, destacando la Unión Europea más los mencionados anteriormente, han incursionado en el ámbito espacial, desde el lanzamiento de sondas exploratorias a distintos planetas y más allá de nuestra galaxia, pasando por el perfeccionamiento de la tecnología satelital para una multiplicidad de funciones al servicio de los habitantes terrestres, hasta la observación astronómica. En este último campo, nuestro país se ha convertido en la principal plataforma para mirar al universo, con los observatorios más poderosos del mundo, como son ALMA (radiotelescopio) y Cerro Paranal (Very Large Telescope). A estos se sumará el centro astronómico del Cerro Armazones (Extremely Large Telescope), cuya construcción empezó en 2017 y que tendrá un diámetro de 39 metros, siendo el observatorio óptico más grande del mundo.
Aunque la carrera espacial nunca se ha detenido, de unos 20 años a esta parte, ha retomado con nuevo brío. A la revitalización de la NASA, cuyo presupuesto había mermado, se están sumando actores privados, como Virgin Galactic y Space X. Este último ya ha lanzado satélites y se apronta para proyectos mayores.
El objetivo principal de esta competencia, que cuenta con múltiples participantes, es establecer presencia viable y estable en determinados puntos del espacio exterior, para -como decía Hawking- colonizar nuevos planetas.
Esto partirá con la luna, donde como se mencionó los chinos apuntan a contar con una base a partir del 2024. También está en la mira Marte, donde acaba de aterrizar la nave “Perseverance”, la cual estará meses explorando la superficie marciana para después volver con distintas muestras de materiales. No es la primera nave en hacerlo (la primera fue Viking 1 en 1976), pero es la misión más ambiciosa y completa, con el propósito de regresar exitosamente a la Tierra.
Estados Unidos ha destinado ingentes recursos para su proyecto Marte, del cual “Perseverance” es el hito más importante de la primera etapa. Así como en su momento EEUU estuvo en una dura competencia con la URSS por llevar la delantera, ahora el competidor más fuerte es China. Tal como ocurrió con el primer viaje tripulado por Gagarin, ante el avance de China en su proyección espacial, EEUU ha apresurado su cronograma, para establecerse en la luna el 2024 (misma fecha indicada por China). Lo que está en juego no es sólo el orgullo nacional. Esto va desde fortalecer la percepción de liderazgo mundial, hasta el impacto en el desarrollo tecnológico y la oportunidad de posicionarse en un lugar de privilegio para definir las reglas del juego de la actividad humana en el espacio exterior.
Por eso la NASA definió un programa de tres partes para el asentamiento humano en otros planetas. La primera fase contempla proseguir con el entrenamiento y estadía de personal en la base espacial internacional hasta el 2024, para pasar a la segunda a partir de ese año, con el comienzo de la instalación en la luna como base para misiones de ida y vuelta a distintos puntos. Y finalmente, iniciar en 2030 vuelos tripulados a Marte, también con el objetivo de establecer bases permanentes. Los insumos del “Perseverance” serán fundamentales para ese propósito.
Considerando las extensiones siderales del espacio, se está trabajando afanosamente en tecnologías que permitan aumentar la velocidad de navegación. Una línea apunta a desarrollar “velas solares”, que como lo indica su nombre se alimentarían de la radiación de las estrellas y que, de acuerdo a proyecciones físicas y matemáticas, permitirían alcanzar un desplazamiento equivalente al 20% de la velocidad de la luz.
No cabe duda que las billonarias inversiones en esta carrera tendrán repercusiones en múltiples ámbitos de nuestro desarrollo, muchos de los cuales ni siquiera aún sospechamos, y será uno de los frentes en el cual se definirá el liderazgo mundial en las próximas décadas. En este contexto, Chile por su infraestructura de observación y procesamiento de datos estará sin duda en la primera línea. Es de esperar que nuestros astrónomos y otros expertos puedan jugar un papel en esa tarea, generando un efecto multiplicador hacia otros campos de la actividad nacional.
Otra cosa es desahuciar a nuestro maravilloso planeta y considerar como única alternativa el escape para sobrevivir en otro lado, como lo pregonaba Hawking. Aún cuando se logre establecer una presencia permanente en las próximas décadas en la luna y en Marte, resta mucho para que la vida ahí o en otro lugar sea viable y valga la pena. Mientras tanto debemos concentrar nuestros esfuerzos y energía en evitar la catástrofe ambiental.
Bajo ese prisma, sería oportuno que las potencias evalúen la conveniencia de sostener un esfuerzo presupuestario tan gigantesco en la competencia espacial, y busquen una mayor cooperación para el beneficio de todos, incluyendo la liberación de recursos para mitigar y contener el cambio climático. Hay precedentes para ello, como la propia estación espacial internacional, existente desde 1998.