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Actualizado el 17 de Marzo de 2021

Monumentos para unir o dividir

Los monumentos son el reflejo de la sociedad, y la sociedad cambió. Es indispensable que las élites asuman que dicho cambio tiene consecuencias en lo que cada monumento significa. Su responsabilidad es conducir esos cambios y no oponerse a ellos para que los monumentos sean símbolos de unión y no de división.

Trabajadores analizan el estado del monumento al General Baquedano, por orden del Consejo de Monumentos Nacionales de Chile (Agencia UNO/Archivo)
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Marcelo Trivelli

Marcelo Trivelli es Ex intendente de Santiago. Presidente de la Fundación Semilla

La reciente decisión del Consejo de Monumentos Nacionales de retirar el monumento a Baquedano para su restauración, nos llama a reflexionar si los monumentos cumplen un rol de unir o dividir.

Monumento es una construcción arquitectónica o escultórica, generalmente de grandes dimensiones, que se erige en recuerdo de una persona o hecho memorables. Sin embargo, esta definición se ha ido modificando a medida que la sociedad fue dando valor a otros patrimonios, y es así que hoy se incluye a monumentos históricos, monumentos públicos, santuarios de la naturaleza, monumentos arqueológicos y zonas típicas.

No cualquiera puede construir una estatua y emplazarla en un espacio público. Los monumentos en Chile requieren de una ley o un decreto para levantarlo o para declararlo según sea su categoría y son, por tanto, reflejo de la mirada oficial o, en otras palabras, de quienes en un momento dado ostentan el poder y es por ello que en una época puede ser un símbolo de unidad y en otras de división.

Los cuestionamientos no son nada nuevo en la historia. Cambian los monumentos cuando cambia el balance del poder. La caída de la Unión Soviética trajo consigo el derribamiento de estatuas de Stalin y de Lenin, los triunfadores de la guerra del golfo destruyeron las de Saddam Hussein, y en Estados Unidos se retiran imágenes de militares y políticos esclavistas. El cuestionamiento a los monumentos es una sana práctica que demuestra que las sociedades están vivas y en evolución. El desafío es llevar esta reflexión por la vía pacífica del diálogo y de la convivencia e ir adaptando los símbolos públicos a los nuevos contextos que enfrenta la sociedad.

En Chile, la política pública ha privilegiado relevar figuras y hechos históricos de carácter militar y es así como en el eje central de Santiago, la capital del país, destacan los monumentos a los Héroes de la Concepción, a los Libertadores y al General Baquedano y a sus pies, la Tumba del Soldado Desconocido. En Arica, destaca el morro como símbolo de triunfo en la Guerra del Pacífico y, en todas las ciudades del país, monumentos al libertador Bernardo O’higgins y a Arturo Prat, cuyos restos se encuentran en una majestuosa construcción en una ubicación privilegiada frente al puerto en la plaza Sotomayor de Valparaíso.

Pocas ciudades destacan figuras no militares. Por ejemplo, en las plazas de armas de Punta Arenas y Concepción se levantan monumentos a Hernando de Magallanes y la diosa Ceres, respectivamente. Es difícil la adaptación a los tiempos actuales y, como ejemplo de ello, las polémicas que generaron las estatuas de los enamorados en Puerto Montt y de Condorito en San Miguel. Conozco bien Chile y creo que la única ciudad que tiene como figura destacada a una mujer es Vicuña y Gabriela Mistral. Las mujeres están prácticamente ausentes en los monumentos de Chile.

Los monumentos son el reflejo de la sociedad. Estamos viviendo una nueva época y la sociedad cambió. Es indispensable que las élites asuman que dicho cambio tiene consecuencias en la vida diaria y en lo que cada monumento significa y comunica. Su responsabilidad es conducir esos cambios y no oponerse a ellos para que los monumentos sean símbolos de unión y no de división.

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