La Hora del Planeta: ¿hay que ser alarmista?
La respuesta es sí, porque el esfuerzo global no ha logrado tomar decisiones que podrían ayudar a detener el calentamiento, y la contienda es desigual.
Erika Cortés es Académica de Ingeniería en Energía y Sustentabilidad Ambiental de la Universidad San Sebastián
Durante esta semana estamos celebrando tres efemérides ambientales que convocan a la opinión pública a tomar conciencia: el Día Mundial del Agua, el Día Mundial del Clima y la Hora del Planeta. Esta última se conmemora desde el año 2007 y nos invita a apagar las luces por una hora.
Apagar la luz, es simplemente un acto simbólico, porque gran parte de la energía eléctrica que usamos proviene de fuentes de combustibles fósiles como el carbón, petróleo, gas natural, todos elementos causantes de agudizar el efecto invernadero y, por lo tanto, el cambio climático. En Chile, esas fuentes de energía todavía representan más del 60% de la matriz de generación eléctrica, por lo que aún tenemos mucho por hacer. Y se está haciendo mucho, a pesar de que somos un país pequeño en el aporte a esos gases en comparación a los países industrializados.
Pero los cambios han sido rápidos, mucho más rápidos de lo que podemos reaccionar. Estamos confiando en proyecciones basadas en modelos y lo que hoy en día se teme, es que esos modelos estén todavía subestimando la magnitud del calentamiento que debiéramos esperar en 100 años. Todo está sucediendo en nuestra generación, no la de nuestros hijos. La falta de agua que nos afecta hoy, sólo se va a agravar porque la demanda sigue creciendo, lo mismo pasa con la demanda de energía.
Entonces, ¿hay que ser alarmista? La respuesta es sí, porque el esfuerzo global no ha logrado tomar decisiones que podrían ayudar a detener el calentamiento, y la contienda es desigual.
Con respecto al Día Mundial del Agua, en Chile hemos pasado siglos pensando que el agua era infinita y que había agua de sobra, y por lo mismo, hemos perdido tiempo en saber qué pasa con su demanda en cada cuenca. El agua es simplemente la base de la vida, pero también la falta o el exceso de agua provoca desastres por sequía o aluviones, como el que vimos en San José de Maipo este verano. Hoy en día nuestro desarrollo y decisiones de ocupación y uso de la tierra son ciegas con respecto a la magnitud de la escasez hídrica por región. Si bien, ante la sequía no podemos hacer mucho, ante la escasez hídrica sí podemos actuar, con investigación, con infraestructura, con monitoreo, con leyes.
Entonces, no esperemos la Hora del Planeta para tomar consciencia, tomemos consciencia cada día y a largo plazo. Ahora que Chile se abre al diálogo para escribir una nueva Constitución, tenemos la oportunidad única de ser otra vez un ejemplo mundial en la lucha contra el cambio climático, al reconocer en nuestra Carta Magna nuestra absoluta dependencia del agua y de la naturaleza como proveedora y protectora de nuestros sistemas de vida y sistemas productivos. Queda mucho por hacer, ¡conversemos!