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Actualizado el 26 de Agosto de 2021

Energía limpia versus fósil: complicado futuro

La energía eólica, geotérmica y fotovoltaica aún no es significante del total mundial, creciendo apenas un 1% anual en el último tiempo, mientras el aumento del consumo es más del 2% cada 12 meses. O sea, a este ritmo de cambiar las contaminantes por limpias, la cosa empeorará en vez de mejorar.

Por Tomás Szasz
Hoy día todavía el 81% de la energía en el mundo se produce en base a combustibles fósiles: aproximadamente 28% carbón, 32% petróleo y 21% gas natural. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Una tarea muy embarazosa espera a todos los países del mundo, entre ellos a Chile y sus gobiernos por venir, en la lucha – hasta ahora perdida – contra la contaminación ambiental. Contaminación que nada tiene que ver con el calentamiento global: hablamos de la que producimos los humanos para disponer de todos tipos de energía. Consumo que aumenta cada día en la medida del avance tanto de países emergentes como de los desarrollados.

¿Con qué se produce la energía mundial? Lamentablemente, hoy día todavía el 81% corresponde a combustibles fósiles: aproximadamente 28% carbón, 32% petróleo y 21% gas natural, en este orden descendiente en cuanto a contaminación. La generación “limpia” es apenas un 12%, casi toda hidroeléctrica. Al cuadro lo completa la energía nuclear, cuya producción es casi tan contaminante como la fósil con casi un 6%, dejando un insignificante porcentaje a otras energías renovables.

La energía eólica, geotérmica y fotovoltaica aún no es significante del total mundial, creciendo apenas un 1% anual en el último tiempo, mientras el aumento del consumo es más del 2% cada 12 meses. O sea, a este ritmo de cambiar las contaminantes por limpias, la cosa empeorará en vez de mejorar; tragicómico, ¿verdad?

Con todos estos elementos o sistemas emponzoñamos dos veces: la primera, durante su extracción, instalación, transformación, fabricación; la segunda, durante su consumo. Producimos 7 billones de toneladas de carbón, (equivalentes a 4 billones de toneladas de hidrocarburo) más 5,2 billones de toneladas de petróleo, y este último que solo en parte se transforma en combustible ya que la mayoría va a productos químicos y al sector orgánico, participando en nada menos que un 60% en la demanda mundial de los primeros y 80% del segundo. Son cifras espeluznantes. Más encima, todo este material se transforma en basura, gases y calor. Con la basura infectamos la tierra y los mares, con los gases a la atmósfera y agregamos calor al natural calentamiento global.

Y lo bizarro, lo contradictorio, lo tremendo es, ¿cómo reemplazarlos? La extracción y consiguiente industria compone hoy el mayor capital y la mayor ocupación de empleos en el mundo. Entonces, la cuestión es: ¿Cómo minimizar los fósiles y agigantar los limpios? ¿Cuáles serían las consecuencias sociales, comerciales, industriales y políticas? ¿El equilibrio de las fuerzas mundiales? No tengo las respuestas; solo constato lo que está ocurriendo.

Decimos que estamos en un momento histórico en Chile, ante unas elecciones decisivas para los futuros años o décadas dependiendo de qué ideología tendrá el próximo gobierno. Izquierda extrema, centroizquierda o centro, apoyado este último por todo lo que esté a su derecha. La lucha plebiscitaria es cada vez más encarnada en la medida que se acerca la fecha de la votación. La competencia está tratando de movilizar a todo el país – que hasta ahora solo parece haberse interesado en una gran minoría – para conseguir su voto.

Están en juego muchas cosas: la recuperación económica y sanitaria, las pensiones, la inflación, descentralización – o regionalización -, educación, cultura y un sinfín más de temas. Sin embargo, todos ellos sumados son insignificantes ante lo que ya está en la puerta: el calentamiento global, seriamente agravado por la contaminación que causamos para producir energía. Energía para tener electricidad, movilidad, alimentos y millones de cosas que consumimos o necesitamos en la vida cotidiana.

¿Qué diferencia habrá si el país es de una ideología u otra, si se sumará al conjunto de los que buscan el desarrollo, a los que están estáticos o se retroceden, si dentro de un parpadeo el mundo que nos rodea estará en una crisis existencial? ¿Si faltarán alimentos, si se desbordarán los océanos por el deshielo, si la atmósfera se hace irrespirable? Y no creo que esté exagerando al usar el título de una tremenda película de 1979, “Apocalipsis now”.

Este corto y no muy exacto – pero bastante certero – análisis es una alarma; es una alerta sobre un futuro inmediato para el que su autor no tiene, ni vislumbra solución alguna. Y aunque solo una fracción de esta ansiedad sea cierta, cosa que no creo, será la migraña de nuestros próximos gobiernos, cualquiera sea su color. Será quizás el único problema generacional de Chile y el mundo.

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