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20 de Enero de 2011

"La amiga de mi marido", por Andrea Silva

Mi marido tiene una amiga. Se reencontraron por skype o Facebook o twitter o alguna de esas huevas que atentan contra la familia. ¿Quién buscó a quién?, la pregunta me pareció asquerosa así es que no se la hice.

 

Mi sicóloga dice que ese acto de omisión fue "auto-cuidado", un salvavidas al que me aferro para no ahogarme porque en mi mente ya decidí que fue ella, la muy perra, la que lo buscó.

Por Redacción
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Mi marido tiene una amiga. Se reencontraron por skype o Facebook o twitter o alguna de esas huevas que atentan contra la familia. ¿Quién buscó a quién?, la pregunta me pareció asquerosa así es que no se la hice.

 

Mi sicóloga dice que ese acto de omisión fue “auto-cuidado”, un salvavidas al que me aferro para no ahogarme porque en mi mente ya decidí que fue ella, la muy perra, la que lo buscó.

 

Es española (uno- cero, punto para ella, dice polla y no pirulín).

 

Se conocieron cuando eran jóvenes mientras Pedro mochileaba por Europa (dos-cero, punto para ella, no hay nada que provoque más deseo que la juventud, aunque sea en recuerdos). Es casada y ayer llegó a Chile, viene acompañando a su marido en un viaje de negocios.

 

Antes de que a Pedro se le ocurra juntarse con ella en un café, mientras el pavo del marido está en la reunión y la pánfila de su mujer (yo) está haciendo el turno, hago mi jugada.

– ¿Por qué no los invitas a comer esta noche?, digo encantadora.

– ¿No te da lata?

– ¿Por qué? Aburrida no debe ser si hablan tanto por skype (tres-cero, punto para ella, se nota que estoy celosa).

– Le voy a preguntar, contesta Pedro relajado.

¡¿Le voy a preguntar?! ¿Qué significa esa mierda? ¡Desde cuándo estamos a merced de los deseos de la española! Desde cuándo decide un tercero lo que debiéramos decidir nosotros, desde cuándo dejamos de ser nosotros y es sólo él y ahora llega ella, y juntos son ellos en la trinchera del frente y a este lado yo, los niños, la señora gladis y el perro, como nosotros.

 

Mi sicóloga me dice que el matrimonio es un triángulo configurado por el marido, la mujer y la frustración.

– “Pedro nunca va a poder ser todo lo que tú deseas y tú nunca vas a poder ser todo lo que él desea, pero la complicidad de esa frustración mutua los enternece y los hace seguir juntos”, dice lánguida echada en su sillón cómodo.

 

La soborné para que me diera hora hoy y poder llegar empoderada a la batalla (comida esta noche en mi casa). En cambio, me voy con el ojo compota y la aterradora imagen del triángulo, donde la española reemplaza a la frustración! (cuatro-cero, punto para ella, llego débil al combate).

 

Son las 21:30, la comida está en el horno, los niños controlados en su pieza, Pedro se ve relajado y yo con un vestido apretado, rojo furioso. Suena el timbre. Llega la española (cuatro-cuatro, puntosssssss para mí, es gorda). Amorosa, del tipo rosada inofensiva.

 

El marido, un guapo encantador que me mira a los ojos toda la noche, que alaba el risoto de camarones, la casa, mi vestido y lo delicadas de mis manos (cuatro-cinco, punto para mí, soy la reina de la noche).

 

Ya acostados, yo feliz y en llamas, miro mi traje de guerra en la silla y sonrío.

– Estás preciosa -dice Pedro- Gracias por la comida, me encantó ver a mi amiga, sigue igual de buena gente que cuando la conocí – me abraza y agrega – el marido, un imbécil. ¿Que te preguntó antes de irse?

– Mi Facebook, mi skipe y mi twitter.

Me lanzo a besarlo y comenzamos una inolvidable noche de pasión (gano por goleada).

 

 

 

SOBRE LA AUTORA: Andrea Silva es chilena, bilingüe, casada, con hijos, profesional sin pega estable, con ahorros, un poco católica, sobrepasada, sobreexigida, adicta a la sicóloga y al dulce. Con mañanas horrendas, pero con tardes lindas.

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