El narcotráfico en Chile: un flagelo que pocos quieren mirar
El flagelo que significa el narcotráfico en Chile en estos días y su vertiginoso incremento demanda una respuesta integral a la problemática, la cual requiere de una perspectiva multidimensional y trabajo comunitario en la prevención.
Jaime Abedrapo es Director Escuela de Gobierno USS
Chile dejó de ser un país de tránsito de drogas. Nos hemos transformado en el tercer consumidor (porcentualmente) de cocaína y marihuana en América y la tendencia es peor, ya que sus niños, niñas y adolescentes están en el primer lugar entre todos los países de nuestro continente. En el consumo de marihuana (26,8%), cocaína (2,9%), pasta base (1,7%), nuestras futuras generaciones lideran la región.
Al respecto en Chile estamos haciendo poco. En general el tema del narcotráfico y penetración en el país se debate desde la academia, sin que se aprecien respuestas integrales respecto a la evidencia de un mayor control de las organizaciones narcotraficantes en los barrios más afectados. Desde la perspectiva de los medios de comunicación el énfasis ha estado en los asesinatos por encargo o secuestros, siendo que las organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico tienen una estrecha vinculación con el explosivo aumento del consumo de droga de los jóvenes, las riñas y las balaceras con las que tienen que convivir diariamente los vecinos de distintos sectores del país, afectando el tejido social, la moral y la calidad de vida de nuestros ciudadanos.
Se requiere que el narcotráfico sea instalando como una prioridad en los asuntos políticos, y no solo desde una perspectiva delincuencial, sino desde la salud pública y la calidad de la democracia. Al respecto, la encuesta del CEP de septiembre de 2021 nos mostró que el tema de mayor preocupación ciudadana es la delincuencia, asaltos y robos, desplazando a las pensiones y salud.
La penetración del narcotráfico en Chile es un problema en distintas dimensiones, desde la seguridad ciudadana como hemos afirmado y en la salud pública física y mental. Por ello, se advierte que tiene una estrecha relación con el incremento de la criminalidad en determinadas localidades (barrios), en la corrupción de funcionarios, en la infiltración en movimientos indigenistas reivindicativos y en movimientos políticos locales como el observado en la comuna de San Ramón.
Este escenario tendría a complicarse aún más en vista de que el crecimiento del narcotráfico va de la mano con el aumento del tráfico internacional de armas que se ha detectado hacia Chile. En efecto, a través de empresas de pantalla y por distintas vías, se están importando fusiles de asalto, miras láser, silenciadores, subametralladoras y escudos antibalísticos para los narcos. En los hechos, se ha incrementado el poder de fuego de las bandas y organizaciones criminales y se está haciendo más violento el enfrentamiento para el control de las rutas y la disputa territorial para la distribución y comercialización de la droga.
En consecuencia, el flagelo que significa el narcotráfico en Chile en estos días y su vertiginoso incremento demanda una respuesta integral a la problemática, la cual requiere de una perspectiva multidimensional y trabajo comunitario en la prevención. Además, se necesitan instituciones que avancen en una persecución policial efectiva, lo cual supone de una inteligencia que permita detectar el lavado de activos, para así apoyar a fiscalía al objeto de sancionar efectivamente a quienes están detrás del negocio del Narcotráfico. Esto debe ir acompañado de programas de rehabilitación y, sobre todo, una acción pública y privada comprometida en hacer retroceder el avance del consumo de drogas con sus lastimosas consecuencias sobre la vida de ciento de miles de compatriotas.