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Actualizado el 9 de Noviembre de 2021

Simón, el niño invisible

Mientras en el Congreso la Ley de Garantías de Derechos de la Infancia lleva como dos décadas postergada y se discute la subvención para una modalidad educativa de reingreso para devolver el derecho a la educación a los niños y jóvenes que la han dejado, los legisladores empecinados en sus mezquinos afanes electorales se dedican a acusar al saliente Piñera, a tramar cómo esperan a los que podrían sumar votos para fregarlo, a terminar de reventar las pensiones y la economía del país con un cuarto retiro.

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Ximena Torres Cautivo

Ximena Torres Cautivo es Escritora y periodista

Simón es de una tenacidad digna de un mejor fin. 

Lo internan, aguanta dos días y se fuga. Lo internan de nuevo. Interviene la familia. Se niegan al tratamiento. En sus palabras, “lo rescatan”. Se vuelve a arrancar. Lo encuentran los carabineros. Intoxicado. Tiene 13 años y severos problemas de salud mental asociados al consumo de alcohol y drogas. Ha atentado contra su vida, no una vez, sino varias. La familia siempre ha desistido de la intervención profesional; consideran que “no es para tanto”. Bajo los efectos de las drogas, vuelve a cortarse. Es derivado a una residencia de protección por los tribunales de familia. La madre se resiste y logra que abandone el proceso de rehabilitación. Se fuga. Vuelve a consumir. Entra a una unidad de corta estadía hospitalaria donde buscan desintoxicarlo. Escapa tras robarse 10 cajas de Clotiazepam. Es encontrado y un tribunal lo vuelve a ingresar a un hogar en modalidad de acercamiento familiar. Debido a sus desajustes conductuales, es hospitalizado nuevamente. La mamá renuncia a su cuidado. Desde octubre pasado, no se sabe nada de él. Dejó la urgencia con paradero desconocido.

Este caso es literalmente cierto; salvo su nombre. Leer su ficha psicosocial es leer la crónica de un desastre inminente.

La semana pasada, después de dos años de investigación, la Alianza para la Erradicación de la Pobreza, que reúne a 5 entidades que trabajan por la infancia, presentó el estudio “Nacer y crecer en pobreza y vulnerabilidad”, que da cuenta de cómo en Chile se transgreden los derechos de cerca de un millón de niñas, niños y adolescentes, aumentado la posibilidad de perpetuar la pobreza en sus vidas. El estudio sostiene que las nocivas consecuencias de nacer y crecer en esa condición pueden llegar a matar. Y en los casos más extremos, así no más es.

Lo he visto de cerca, trabajando en una de esas cinco instituciones.

Gran parte de los niños que están bajo la protección del Estado han llegado al mundo en desventaja desde su etapa embrionaria. Hijos de padres con consumo problemático, de madres malnutridas, prematuros, mal paridos, poco estimulados, pobremente alimentados, pierden lo que los especialistas llaman esa “primera ventana de oportunidad”, que son los primeros mil días de vida. El 40 por ciento de las habilidades mentales del adulto se forman en esa etapa; el tamaño del cerebro se duplica, es el momento de mayor actividad y desarrollo cognitivo de toda la vida. Se asimila y decodifica el lenguaje. Por eso, para que un niño aprenda a hablar, hay que hablarle mucho, estimularlo, quererlo. El cariño es clave para la construcción de una personalidad fuerte, con buena autoestima y confianza. Y el desarrollo de habilidades sociales se logra conviviendo y relacionándose con otras personas. El vínculo afectivo es crucial. Los niños que pasan esos primeros mil días de vida en un hogar desestructurado, violento, con problemas, presentan al crecer problemas severos de salud y de comportamiento.

Existe una “segunda ventana de oportunidad”: la adolescencia, que coincide con el paso de octavo básico a primero medio, momento en que muchos niños pobres y vulnerables dejan el sistema escolar. La escuela no puede con ellos y sus problemas, y ellos no pueden con la escuela. En ese momento, con ayuda, es posible torcerle la mano al destino. Pero no es el caso de Simón. Tampoco tendrá esa oportunidad; con suerte, sabe leer y sumar. Está completamente desescolarizado.

Lo más lamentable de todo es que, mientras en el Congreso la Ley de Garantías de Derechos de la Infancia lleva como dos décadas postergada y se discute la subvención para una modalidad educativa de reingreso para devolver el derecho a la educación a los niños y jóvenes que la han dejado, los legisladores empecinados en sus mezquinos afanes electorales se dedican a acusar al saliente Piñera, a tramar cómo esperan a los que podrían sumar votos para fregarlo, a terminar de reventar las pensiones y la economía del país con un cuarto retiro, a idear cómo podrían hilar 24 horas de discurso hueco para retardar las votaciones, a dar vergüenza ajena aullando en un pretendido canto. Todo eso, mientras Simón y los niños más postergados de Chile, los que terminan con severos daños a causa de la pobreza, son invisibles para ellos.

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