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14 de Noviembre de 2021

¿No se dan cuenta?

Se dice que lo último que se pierde es la esperanza. Una esperanza casi imposible. Una ilusión con que me aferro a que, en última instancia y en el último momento: sí se den cuenta.

¿No se dan cuenta? Todo señala hoy que son los dos extremos que pasarán a la segunda vuelta y que la zurda prevalecerá en las finales. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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En la medida que se acerca la fatídica fecha – faltan ya horas, más que días – para las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias y mi angustia crece cada minuto. Angustia por Chile, por las y los chilenos, por tanta gente que al parecer no se da cuenta. Ya no hay encuestas, pero sigue en la calle como segundo preferido para acceder al balotaje post 21/11 el candidato del FA y PC, Gabriel Boric. ¿Y no se dan cuenta?

Cambió su prédica en lo últimos días; tanto él a pesar de su consabida ignorancia, como una parte de voceras y voceros comunistas; porque ellos sí se dieron cuenta que metieron la pata publicitando sus planes para el caso de llegar al poder. Desdicen lo que pregonaron ayer, tratan de “suavizar” de repente sus reales intenciones de instalar en el país nada menos que, simplemente, una dictadura de extrema izquierda. Nos robarán nuestra querida DEMOCRACIA que quedará enterrada por quien sabe cuánto tiempo.

Cada día, cada hora llegan noticias angustiantes sobre lo que ocurre en los países donde ésta llegó al poder. Opresión, inflación, corrupción, miseria, retraso. No hay excepción. Basta ver tele, escuchar radio o leer algún papel impreso o crónica virtual. En orden alfabético: Argentina, Bolivia, Cuba, Nicaragua, Perú, Venezuela. El Foro se está propagando, infectando cada vez más a nuestro continente latino, a nuestros países sudacas, cuán un COVID social. ¿Se dan cuenta?

Todo señala hoy que son los dos extremos que pasarán a la segunda vuelta y que la zurda prevalecerá en las finales. El único programa sensato y del centro no parece haber recuperado el terreno perdido (ojalá me equivoque) y el panorama puede aún empeorar si la Convención Constitucional sigue en discusiones fútiles y altisonantes declaraciones sobre derechos infinitos y refundaciones sin sentido en vez de realmente dedicarse a redactar una moderna Carta Magna.

Argentina, el segundo país más rico en recursos y que era lejos el primero en cultura y educación en Sudamérica, está en un fango sin salida, hundiéndose en la triste corrupción generalizada, pobreza e inflación. Bolivia, con tesoros mineros sin par, sigue en el su dependencia del narco y la crisis económico-social, la virtual ausencia de progreso ensombrecido por un gobierno que ahora pretende expropiarlo todo a la semejanza soviética. De Cuba ya ni vale la pena hablar: la gente está tan desesperada que sale a la calle a pesar de saber que no recibirá otra cosa que golpes, cárcel, muerte. Ortega se transformó en uno de los peores imitadores de Cuba: a cualquiera que abra la boca, sencillamente lo meten preso y ya sabemos esto qué significa: tortura, hambre, mugre. En Perú la crisis política entre rivales hasta hace poco de extrema derecha, no pudo impedir un evidente progreso; pero ahora se está transformando en caos bajo la presidencia del posiblemente más ignorante mandatario de su historia. ¿Sigo con Venezuela? Ni vale la pena. El país de más recursos del subcontinente  hoy tiene una población con más de 90% – ¡NOVENTA POR CIENTO! – debajo de la línea de pobreza.

Se dice que lo último que se pierde es la esperanza. Una esperanza casi imposible. Una ilusión con que me aferro a que, en última instancia y en el último momento: sí se den cuenta.  Mi padre decía que hay que ser pesimista, porque al pesimista no le llegan malas noticias. Y unas doscientas horas antes del gong me hago optimista: sueño con recibir una buena. Sueño que la mayoría se despierte y ¡ojalá! SE DÉ CUENTA…

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