Katta Alonso, activista ambiental: “La contaminación ha traído pobreza, delincuencia y narcotráfico”
Eso, sin mencionar la proliferación de cáncer y trastornos cognitivos en los niños, denuncia esta mujer ronca, que vive desde hace 17 años en el sector costero Puchuncaví-Quintero. Aquí ha visto agravarse su bronquitis obstructiva, la que se hizo crónica, y multiplicarse su sensibilidad ambiental al padecer en carne y bronquios propios el impacto de vivir en una zona de sacrificio.
Ya no puede disfrutar de nadar en el mar, porque sabe que saldrá con la piel irritada, llena de sarpullido, tampoco puede cultivar menta o cedrón en su jardín ni menos comprar jaibas a los mariscadores de la caleta, porque el delicioso crustáceo supera con creces los niveles de contaminación permitidos.
Pero lo peor de todo no es eso, lo más lamentable es que la activista ambiental Katta Alonso Raggio (68) sabe que en su querida Ventanas y en toda la zona de Puchuncaví, “los niños están muriendo de cáncer en una proporción mucho mayor que en el resto del país. Que ha aumentado muchísimo la matrícula en las escuelas especiales, porque los niños tienen problemas de aprendizaje, autismo, bajo coeficiente intelectual y otras dificultades cognitivas. Llama la atención que las mujeres jóvenes estén presentando cáncer de mamas y de útero, así como abortos espontáneos, mucho más que en otras zonas del país. Todo esto nosotros lo abordábamos de manera permanente en las comisiones de medio ambiente del Congreso, pero con la pandemia todo eso se suspendió y nos hemos visto obligadas a estar menos activas”.
Katta, quien llegó hace 17 años a instalarse a la idílica zona donde sus bisabuelos paternos pasaban las vacaciones, buscando rearmarse tras una separación, hoy dirige la agrupación Mujeres en Zona de Sacrificio Quintero-Puchuncaví, las que se declaran “en resistencia”. Más oídas y más presentes a partir de los escandalosos episodios de intoxicaciones masivas (“¿Recuerdan lo sucedido en la Escuela de La Greda?”), que culminaron con un histórico fallo de la Corte Suprema que dictaminó 15 medidas a implementar por las autoridades, las que hasta la fecha se han cumplido sólo parcialmente.
“Mis bisabuelos, los Raggio, venían a Ventanas cuando era una caleta de pescadores con dunas de arenas blancas; le arrendaban una cabaña a los pescadores y se quedaban todo el verano. No había camino, tenían que esperar a que bajara la marea para llegar hasta acá desde Quintero. Mi mamá trajo a mi papá y él compró un sitio y construyó una cabaña que yo conservo y hoy es mi casa. Cuando llegué, empecé a hacer clases en la escuela. De reforzamiento de cálculo mental y lenguaje, y me di cuenta que los niños no aprendían. Por los mismos tiempos, un amigo organizó a los pescadores para iniciar un cultivo de ostras, pero la autoridad sanitaria cerró la planta porque los mariscos contenían metales pesados. A ellos les impiden trabajar; a los que contaminan nadie les pone límite. Por un lado les cierran los cultivos y por otro les dejan tener zonas de manejo pesquero. Son contradicciones inmensas. Así empecé a adentrarme en lo que significa vivir en una zona de sacrificio”.
Egresada del Manuel de Salas, con estudios de trabajo social, experiencia como empresaria –tuvo un taller de muebles y una tienda en El Arrayán hasta que la competencia de los muebles que llegaban desde la India y Tailandia, la obligó a cerrar–, madre de dos hijos de un primer matrimonio que no prosperó, sabe lo que es ser jefa de hogar, por eso entiende la vulnerabilidad femenina, más en una zona de sacrificio. Por eso, la hija del fallecido periodista deportivo Víctor “Cañón” Alonso, hoy es una mujer en resistencia. “Cuando empecé a trabajar acá, mi amigo Dani, que es ingeniero en pesca, nos enseñó mucho de lo que sabemos. Yo, por mi lado, me di cuenta de las estadísticas del estado de salud de los niños que manejan las escuelas y nos acercamos al Colegio Médico y al Instituto Nacional de Derechos Humanos. Así fundamos las Comunidades por el Derecho a la Vida; éramos tres, pero perdimos a uno, un querido amigo que murió de un cáncer de esos que te dan aquí, que te lo descubren un día y, a los tres meses, te mueres. Ahí quedé paralizada, pero hace ocho años partimos como Mujeres de Zona de Sacrificio en Resistencia, porque hay que hacer algo.
Describe así la zona de sacrificio donde habita: “Lo han contaminado todo: el agua dulce, el agua salada, el suelo, el aire. No han dejado nada limpio. Es imposible que una población de 50 mil personas pueda vivir con 19 empresas funcionando al mismo tiempo en un radio de 8 kilómetros entre una ciudad y otra. Hablo de la distancia entre Ventanas y Puchuncaví, donde está la bahía de Quinteros. En esa zona, en el borde costero está esa gran cantidad de empresas peligrosas y contaminantes. Ojalá algo así no vuelva a repetirse nunca en ningún lugar del mundo, porque es invivible. Lamentablemente, la normativa chilena es muy laxa y del año del cuete, insuficiente para controlar lo que lo que ha pasado aquí. La Superintendencia de Medio Ambiente no tiene presupuesto para fiscalizar y, además, son tres gatos. El descalabro social producido es inmenso y los más afectados son los niños, las niñas y los jóvenes”.
Los Cara de Pelota
Cualquiera medianamente informado sabe que en la zona de Puchuncaví y Quintero hay siete termoeléctricas a carbón, una refinería y una fundición de cobre, tres empresas relacionadas con la distribución de hidrocarburos, dos almacenadoras de químicos y tres distribuidoras de gas. Este enorme complejo industrial data de 1964 y su impacto se traduce en que la población está expuesta a altas concentraciones de contaminantes respirables, como arsénico, material particulado, dióxido de azufre o compuestos orgánicos volátiles, los que son emitidos a la atmósfera principalmente por la fundición de cobre de Codelco, las termoeléctricas a carbón de AES Gener, el terminal de petróleos de ENAP, y las actividades portuarias e industriales ligadas a estas empresas.
-Esto afecta a todo el mundo, pero particularmente a los más pobres, ¿lo percibes así?
-Claro que sí, los más pobres son los que más padecen el problema, porque no se pueden ir para ninguna otra parte. Hoy existen alrededor de 60 familias que sufrieron la intoxicación masiva de agosto de 2018 y están con muchas secuelas. Los niños siguen con las alergias. Hay mucha afección a la piel, mucha asma. Para los niños es muy fregado y las soluciones son parches: ponen purificadores de aire en las escuelas y cuando viene la nube tóxica, los encierran. No pueden hacer actividad física, deportes. Esto agravado porque no hay plazas ni áreas verdes. Realmente, no hay nada acá para los niños y los jóvenes.
La degradación del territorio, asegura, ha incrementado el consumo de drogas. Afirma: “Ha llegado el narcotráfico. La banda de Los Cara de Pelota vivían acá hasta que los pillaron, pero quedan acá familiares, amigos y todo se mantiene. El camino El Tebo, que une Ventanas con Horcón, donde hay un lugar en que se hacen fiestas de matrimonio top, está lleno de cabañas maravillosas que son de narcos. Y acá cuando llega la droga, como pueblo chico, te das cuenta al tiro, además son comunes los balazos. A los de acá, les venden pasta base y a los turistas, coca”.
-¿Qué salida le ves al problema medioambiental y social de la zona? ¿Podremos ver a Quintero y Puchuncaví libres de contaminación?
-Yo no creo llegar a verlo, porque ese cambio va a ser a largo plazo. Para mí, la esperanza es la nueva constitución, donde obviamente debe consagrarse el cambio de la matriz energética del país, no más centrales a carbón. En ella debe establecerse que no podemos seguir dañando la naturaleza y mucho menos los derechos humanos fundamentales, que aquí en Ventanas se vulneran todos a diario: a la vida, a la integridad física y psíquica, a vivir en un ambiente limpio, sano y libre de contaminación, a la vivienda, al trabajo digno. Hoy aquí no hay nada de eso se protege. Sólo existe pobreza. Hoy apenas el 6,6 por ciento de nuestra población y de ese porcentaje casi todos son hombres, trabajan en las empresas contaminantes, que mientras se construyen absorben mano de obra, pero luego queda muy poca gente trabajando. A nosotros esta concentración de empresas nos ha traído pobreza, delincuencia y drogadicción. La intervención que se requiere hacer para cambiar esto es enorme. Todos saben que las empresas que más contaminan son las del Estado, pero ahí están. Ahora se supone que en 2025 se cerrarán las termoeléctricas. Será grandioso empezar a deshacer el daño hecho por tantos años.
Katta es ronca. Muy ronca. Como si hubiera fumado toda la vida. “Siempre tuve la voz rasposa, porque nací con una cuerda vocal abierta, pero acá se me declaró una bronquitis obstructiva grave. A mí, mis dos hijos ya no me vienen a ver; prefiero ir yo donde ellos, antes que me visiten acá”.
Bronquitis obstructiva
Los intoxicados, en su mayoría niños y personas mayores, llegaban a los CESFAM de Quintero y Puchuncaví y al Hospital de Quintero con las extremidades superiores e inferiores dormidas, cayéndose, con vómitos, hemorragias nasales, mareos y mucho dolor de cabeza. Así son los síntomas de la intoxicación por contaminantes que se vivió en 2018.
“El problema es que no sabemos aún qué es lo que nos sigue envenenando. Hace unas semanas se intoxicaron en La Chocota, una pequeña localidad entre Ventanas y Horcón, 14 niños. O sea, sigue pasando. Cincuenta y cinco mil personas vivimos dependiendo de las condiciones atmosféricas de la bahía y todavía no hay solución, pese al fallo de la Corte Suprema que dictó 15 medidas para poder remediar esta situación”.
-¿Por qué eso no ha tenido ni un efecto?
-Porque no hay voluntad política para solucionar esto. Y es una situación solucionable, como vimos en España, en Huelva, donde hubo un “ecocidio”, como dicen allá y el Estado español obligó a las empresas a sentarse con la comunidad, poner recursos y descontaminar la zona. Se demoraron 10 años pero lo lograron, pero eso porque hubo voluntad política, recursos y leyes claras que es lo que se necesita ahora respecto a las energías renovables, según los expertos. Se supone que Chile, al 2025, ya estaría en condiciones de tener energía renovable en todo el territorio, lo que falta es la línea de transmisión, pero el resto ya existe. Y se requiere hacer los cambios ya.
-¿Qué piensas de la recién realizada COP-26 en Glasgow?
-El resultado es desalentador porque Estados Unidos, India y China no se plegaron a terminar con la carbonización por varios años más, al parecer. A nosotros nos invitaron a exponer en la COP Alternativa de la Federación Internacional del Derecho a la Naturaleza. Expusieron indígenas del Ecuador, quienes mostraron la problemática que tienen en la Amazonía, y nosotros, mostramos lo que pasa acá, en Puchuncaví y Quintero. Estas instancias no se ven en la COP oficial, por eso cada vez hay más gente en el mundo que sigue la COP alternativa. Es una muy buena oportunidad para ir mostrando las realidades. Al comienzo, nos miraban con escepticismo, porque pensaban que Chile era una maravilla, donde no había nada de contaminación. Finalmente, fuimos demostrando el horror que estamos viviendo y, finalmente, vamos empujando cambios. Es lento, se demora, pero cada vez hay más esperanzas.
Katta cree mucho en las iniciativas de mejora que surgen desde las mismas comunidades. Y relata emocionada lo que lograron hacer los vecinos de la caleta Horcón. También menciona cómo en Ventanas se organizaron para comprar agua potable en el sector alto, formando una cooperativa de vecinos. “Es súper bueno descentralizar el país porque cuando las decisiones vienen de los organismos centrales sin conocimiento de los territorios suelen ser absolutamente erradas. Creemos que es mucho mejor que sean las regiones quienes decidan cómo quieren vivir, empujando desde cada localidad proyectos creativos que puedan sustentarse, basados en una economía circular, que pare en parte el consumismo. Cuando las personas están involucradas en su destino, cuidan todo, la naturaleza, los espacios comunes, las obras, con sentido de pertenencia”.
-Se te nota dentro de todo esperanzada, ¿es así?
-Sí, porque hemos tenido logros, como el cierre de termoeléctricas. Aún hay unas diez funcionando, pero se habla que ya no lo estarán en 2030. Cuando empezamos a ir a exponer al Congreso hace muchos años, nadie tenía idea de medioambiente. Nos escuchaban y decían: Qué terrible; los vamos a ayudar. La toma de conciencia ha sido creciente. Hoy en el Congreso no hay nadie que no sepa que se debe terminar con las zonas de sacrificio. Saben que acá es esencial cerrar Codelco. Si no lo creen por convicción ambiental, lo hacen porque las externalidades negativas en materia de salud, a la larga son enormes para el país. La gente merece ser feliz, porque la contaminación produce amargura, depresión. Tengo además absoluta esperanza en que la nueva constitución sea ecológica, ponga el cuidado del medio ambiente como eje central. Confío en los integrantes de la Asamblea Constitucional: hay juventud y muchos preocupados de no seguir contaminando, con mucha conciencia ambiental, social y cultural.
-¿Te imaginas viviendo aquí para siempre?
-No, me estoy ahogando acá. No es bueno para mi bronquitis obstructiva que se me ha vuelto crónica. Tengo un terreno en el sur, en Villarrica, y estoy pensando en irme a vivir allá. Lo siento tanto, porque quiero a este lugar, tengo una vista al mar maravillosa, pero me cuesta respirar.