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Actualizado el 24 de Noviembre de 2021

Erradicando la violencia contra las mujeres desde las universidades

Creemos que para defendernos ante la violencia es necesario resignificar y ampliar lo público. En las universidades esto implica, entre otras cosas, revalorizar la docencia, la enseñanza y la vinculación con el territorio como elementos fundamentales y herramientas de transformación.

Por Catalina Lamatta
Durante años, desde nuestra propia historia, feministas, estudiantas y trabajadoras de universidades hemos dado cuenta de la violencia patriarcal. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Catalina Lamatta

Catalina Lamatta es Jefa Unidad de Género Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile

Este “Día Internacional de la no violencia contra las mujeres” nos invita a reflexionar. Lo hacemos desde nuestros cuerpos que conocen el dolor, la marginación, la exclusión -y en algunos casos- resistencia en contra del terror. Nuestra intención es multiplicar y amplificar una voz colectiva ante una hostilidad permanente.

En particular, queremos referirnos a los espacios universitarios, lugares donde tienden a prevalecer prácticas elitistas y violentas. Durante años, desde nuestra propia historia, feministas, estudiantas y trabajadoras de universidades hemos dado cuenta de la violencia patriarcal. Hoy queremos revisar el concepto de “erradicación de la violencia” en nuestro contexto: instituciones que promueven la investigación y el desarrollo y que, en el último tiempo, han mostrado importantes avances para la igualdad de mujeres y diversidades. ¿Por qué necesitamos de estos espacios? ¿Por qué la investigación, la innovación, la creación artística necesitan de la perspectiva de género y los abordajes feministas?

La transversalización del género en la actividad universitaria permite que los resultados del proceso creativo incorporen la diferencia de género en sus análisis. Lo que entendemos por género no es simple ideología, sino el producto de una serie de prácticas históricas y culturales, que modelan y constituyen los cuerpos, y distribuyen el poder de manera binaria y jerárquicamente. Al incorporar esta diferencia, se habilita que la creación de conocimiento sea robusta, inclusiva, propositiva, productiva, creativa y de mejor calidad. Pues tal diferencia afecta de modo particular y divergente según el género, el acceso a oportunidades y el ejercicio de derechos. La transformación y subversión de esa diferencia, permitida entre otras cosas, por una creación de conocimiento inclusiva y que reflexiona sobre las inequidades de género, permite la diversidad y el empoderamiento para así, enfrentar la violencia.

Espacios como estos permiten una reflexión necesaria para superar inequidades, desarrollar nuestras sociedades y valorar a la totalidad de sus integrantes. Así, la que termina siendo ideológica, es la visión binaria que define que la diferencia sexual es natural. Esa distinción “natural” que persiguen quienes atacan la incorporación del género en distintos ámbitos, es la que habilita el ejercicio de la violencia, ya sea epistémica, económica, física. Podemos enfatizar también la necesidad de esta perspectiva hoy, cuando sabemos que, en pandemia, han aumentado los casos de violencia patriarcal hacia la niñez, mujeres y disidencias. Este fenómeno ha sido transversal.

Creemos que para defendernos ante la violencia es necesario resignificar y ampliar lo público. En las universidades esto implica, entre otras cosas, revalorizar la docencia, la enseñanza y la vinculación con el territorio como elementos fundamentales y herramientas de transformación. Entendemos la urgencia de estar a la altura de la coyuntura, con responsabilidad para defender la academia en su tarea de pensar críticamente el país, para habitar lugares donde se reflexionen las relaciones, procurando constituir espacios seguros ante la violencia doméstica y callejera. La “no-violencia” nos remueve, nos invita a preservar y reactivar con fuerza universidades convocantes y reflexivas, para promover una creación de conocimiento que, desde la perspectiva de género, sea inclusiva, diversa, creativa y conectada con las necesidades de las personas y los territorios, principalmente capaz de articular respuestas colectivas para erradicar la violencia.

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