Carta abierta a Sebastián Sichel
No me gustan los conservadores, no me gusta la derecha. Pero él y su eventual gobierno tampoco son un cuco para mí. Es el mal menor. Y ese mal hay que mejorarlo. ¿Quién si no tú y tu equipo, tu formidable equipo debería mejorar no lo malo, sino lo inexistente en la propuesta de Kast?
Estimado Sebastián,
Ahora que ya conocemos los resultados y, lamentablemente, no podré llamarte Señor Presidente en vez de sencillamente Sebastián, quizás llegó la hora de franquearnos. Bueno, para mí, el más anciano que trató de acercarse a ti y a tu – para mí impenetrable – comando, sí llegó el momento. No sé si mi carta te llegará, si la leerás, si te importará. Ojalá. Somos muchos que pensamos así.
Ahora, a la distancia, el error fue insistir en ser el abanderado de los partidos oficialistas. A muchos de nosotros, casi todos a las y los que tuve la inmensa suerte de conocer en esta Ilíada, nos hubiese gustado que corrieras como independiente. Los mismos partidos se te hubieran pegado de todas formas. Solo como independiente podías enarbolar la mágica palabra centro y ganar con ella. Porque un Parisi, perseguido por la ley, desde Miami y sin banderazos ni presencia mediática sacó más votos que tú con esa sencilla expresión: centro. Ni derecha, ni izquierda. Ni centroderecha, ni centroizquierda. Simplemente el centro que acepta todas, repito: todas las ideas, vengan de donde vengan con tal de que ayuden a Chile.
Ni siquiera tenía proyecto. Tu proyecto en cambio era el mejor, es decir, el único sensato y realista de todos. Y los que lo hicieron eran – por lo menos durante las inútiles primarias que ganaste – y siguen siendo los mejores. Pero la mano cambió en la segunda corrida. Nunca sabremos porque, solo que cambió para peor. Y a hermético. Para nosotros, acá abajo, parecías un nuevo Piñera, que no oye, no escucha, solo sigue adelante a pesar de estar perdiendo.
En los años ’70 había un programa cómico en la radio argentina que todas las semanas hablaba de un político fallido. Comenzaba diciendo: “Mirá que le dijimos…” y después de contar lo que pasó, terminaba: “Las manijas de adelante, las llevaban…” Bueno, me siento como uno que lleva ahora una manija. Y lloro.
Más aún, porque no supiste irte con dignidad. Dijiste que sales de la política y te dedicarás a tu familia. Ni se te ocurrió que nosotros nos hemos sentido tu familia. Parisi por lo menos manifestó a gritos que Boric, el comunismo nunca debe ganar. Con eso endosó sus firmas a Kast. No me gusta Kast. No me gustan los conservadores, no me gusta la derecha. Pero él y su eventual gobierno tampoco son un cuco para mí. Es el mal menor que no espera. Y ese mal hay que mejorarlo. ¿Quién si no tú y tu equipo, tu formidable equipo debería mejorar no lo malo, sino lo inexistente en la propuesta de Kast? Si ni tiene proyecto. ¿Acaso no deberías simplemente y sin humillarte, ofrecerle tu programa? ¿Crees que no lo aceptará? ¿Crees que la gente no aplaudirá si sale con tu programa? Por favor, date cuenta.
Nosotros nos desgañitamos apoyándote, trabajando para ti; por lo tanto, merecemos que lo creado se haga realidad. El país lo merece. Faltan menos de dos semanas. Aún hay tiempo para esa última jugada maestra. Trata de dejar algo del titánico trabajo que hiciste. Que hicimos. Solo imagínate: “Sichel, a pesar de sus diferencias, pide votar por Kast, quien en compensación decidió realizar el programa de Sichel en su eventual Gobierno porque lo considera el mejor para Chile”. Suena mágico. Don’t let us down.
Tomás Szasz