Será difícil, ojalá sea hermoso
El nuevo gobierno tiene una oportunidad única, que sí puede hacer la diferencia: revertir la cultura de la cancelación, ejerciendo un liderazgo que restablezca el respeto entre los chilenos, un clima dialogante basado en la verdad que permita fortalecer la conciencia de que Chile es de todos y todas los que habitamos esta patria. Será la única manera de avanzar, en justicia y libertad. Eso sí sería hermoso.
Mariana Aylwin es Profesora. Ex ministra de Educación
Las tres décadas de democracia han mostrado el espíritu democrático y la fortaleza institucional de Chile. Elecciones ejemplares, rituales republicanos, traspasos de mando de gobiernos de distinto signo, discursos de unidad. ¿Una farsa? No lo creo. Los jóvenes que han estado más lejos de los rituales democráticos votaron masivamente y están tomando la posta de esta tradición. Gabriel Boric como Presidente electo invitó a todos los chilenos, incluso a los adversarios, a construir en común. La enorme manifestación de celebración demostró una esperanza pacífica y confiada en la vía institucional.
Todo ello es legítimo motivo de orgullo. Hoy se produce el traspaso del poder de una generación que ha vivido con libertades y bienestar que sus padres no tuvieron. El nuevo Presidente la representa bien. Forjó su liderazgo e ideas en el movimiento estudiantil y luego en el Parlamento. Ha debido aprender rápido acerca de los límites de la política. Ya sabe que no es tan criticable la medida de lo posible y la gradualidad, y ha debido excusarse por sus errores de juventud, como -por ejemplo- la idealización del Frente Patriótico.
Es cierto que el próximo gobierno será más difícil que los anteriores y, por lo mismo, es importante que parta con un gran apoyo. Sin embargo, el nuevo Presidente tendrá que sortear una tensión permanente si no define bien si va a hacer un gobierno dialogante como aspira la mayoría de los chilenos y lo ha expresado, o va a ejercer un liderazgo impositivo como demanda parte de sus compañeros de ruta. El éxito de su gestión dependerá de cómo maneje esta tensión.
No será fácil. Le corresponderá gobernar al inicio de una nueva etapa de enorme complejidad. La globalización que impulsó los procesos de democratización y de crecimiento ha mostrado sus enormes grietas, junto a las grandes expectativas de una sociedad que ha prosperado. Chile vive las consecuencias de la pandemia y una crisis económica con inflación, déficit fiscal, desempleo y mayor pobreza, todos problemas que habíamos ido solucionando. Las promesas han sido desmedidas y las soluciones simplistas no dan respuesta a problemas complejos. ¿Trenes o camiones? ¿Libertad a los presos de la revuelta, a todos, a algunos, a quiénes, cómo? Fin de las AFP, ¿y el impacto de esa decisión? 500 mil pesos salario mínimo y 40 horas de trabajo. Suena perfecto. ¿Cuáles serán sus efectos? ¿De qué manera se conciliarán los aumentos de impuestos, la revisión de los acuerdos comerciales con la necesaria inversión? ¿Más bonos? ¿Hasta dónde darán las reservas y los créditos? ¿Cuáles y qué empresas creará el estado? ¿Los medios de comunicación tendrán una tutela? ¿Cómo compatibilizar el necesario diálogo en La Araucanía con el abordaje a la violencia?
Tampoco será fácil convivir con la Convención Constituyente. El triunfo del Frente Amplio y del Partido Comunista puede dar mayor fuerza a los sectores más rupturistas. ¿Tendremos un gobierno conciliador y una Convención revolucionaria? ¿O ambos serán revolucionarios, o ambos se moderarán?
Difícil será para el Presidente electo explicar que no todo lo que se quiere puede realizarse. Difícil será también erradicar la violencia en barrios, regiones, lugares emblemáticos y en las formas de comunicación basados en la descalificación y el lenguaje agresivo. Finalmente, gobernar es más difícil que hermoso.
No obstante, el nuevo gobierno tiene una oportunidad única, que sí puede hacer la diferencia: revertir la cultura de la cancelación, ejerciendo un liderazgo que restablezca el respeto entre los chilenos, un clima dialogante basado en la verdad que permita fortalecer la conciencia de que Chile es de todos y todas los que habitamos esta patria. Será la única manera de avanzar, en justicia y libertad. Eso sí sería hermoso.