Secciones El Dínamo

cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad
3 de Febrero de 2022

Paloma Palomares: “A mi hijo lo secuestraron”

El año pasado se convirtió en una de las voceras de la Asamblea Nacional de Familiares de los llamados “presos de la revuelta”. Con sus “50 años más IVA”, sin filiación política y sí mucha sensibilidad social e inquietud ciudadana, dice qué espera de la polémica Ley de Indulto y del futuro de su único hijo, Nicolás, que lleva un año en prisión preventiva acusado de quemar un bus de carabineros. El jesuita Pablo Walker la acompañó en esta conversación. 

Por Ximena Torres Cautivo
El hijo de Paloma Palomares, Nicolás, cumplirá el próximo 12 de febrero un año tras ser detenido en medio de las manifestaciones en Plaza Baquedano.
Compartir

“Son mujeres que están arrasadas. Así las definiría. Que tienen muchísima fuerza y una desconfianza infinita en el sistema. Que ven día a día a sus hijos caer, habiendo perdido carreras, trabajos, familias, con intentos de suicidio, con consumo de droga que antes no tenían, involucrados en conductas caneras para sobrevivir adentro sin haber estado antes jamás en una cárcel, mamás que están todos los sábados en Santiago 1 haciendo cola para dejar las encomiendas a los suyos”.

Así define el jesuita Pablo Walker a las madres de los llamados “presos de la revuelta” que por estos días estuvieron expectantes sobre el destino de la polémica ley de indulto en el Senado, que desata opiniones encontradas, divide a la opinión pública y finalmente será retomada en marzo con el nuevo gobierno ya instalado. El ex capellán del Hogar de Cristo reconoce que dentro de las agrupaciones de familiares también hay muchos matices, diferencias evidentes y que no se trata de legitimar delitos ni actos de violencia, sino de entender “la enorme inequidad del castigo penal. Es indudable y reconocido que en Chile se encarcela la pobreza y la prisión preventiva, y el cómo se ha aplicado en muchos de estos casos, da cuenta de eso. Yo dentro del apoyo que doy a la Coordinadora Paz de Justicia, desde el estallido durante todo el tiempo que duraron las protestas, estuve celebrando misas en la parroquia de la Asunción. Ahí atendíamos y recibíamos a los chiquillos de la primera línea y a las personas en situación de calle que eran víctimas de la violencia ambiente. Esa fue la Iglesia que luego se quemó”. 

La verdad es que la parroquia no se quemó. La construcción erigida en agosto de 1876 y ubicada en Vicuña Mackenna número 69, a metros de la plaza Baquedano, Italia o Dignidad, según sea la preferencia de cada uno, fue enteramente quemada, en 2020, a causa de un ataque incendiario durante el primer aniversario del estallido social del 19 de octubre. 

Dice el sacerdote: “Yo no soy ciego al delito. También lo ha habido, pero –insisto– hay que entender la legitimidad de las demandas, la legitimidad de las protestas y la no criminalización de las mismas. ¿Qué piden hoy estas mamás? Que suelten a sus cabros, que no haya más chiquillos en la cárcel. Eso es lo que piden. Son mujeres que llaman a manifestaciones pacíficas. Ninguna de ellas estuvo en los actos que hubo fuera de la Moneda Chica hace dos semanas, por ejemplo. Lo que a ellas les urge es que sus hijos no sigan presos. No se niegan a que se les investigue, a que se juzgue sin son o no culpables de los que se les acusa, pero que no se les encarcele durante el proceso, que puedan permanecer detenidos en sus casas, no en la cárcel. Respecto de la iniciativa legal que está en el Senado, mi sensación es que tal cual está, no resuelve el problema de ninguno de los chiquillos presos de la revuelta y de sus mamás, pero yo no soy vocero ni mediador de ellos, es mejor que los escuches directamente”, concluye Paulo Walker en una acogedora casa de formación de jesuitas de toda Latinoamérica, en la comuna de San Joaquín. 

Allí ha coordinado que nos encontremos con Paola Palomares (54), mamá del ingeniero Nicolás Piña (35), padre de dos hijos, quien fue detenido el 12 de febrero de 2021 en el marco de las protestas que se hicieron habituales los viernes en el sector de la Plaza Italia, y va a cumplir un año en prisión preventiva acusado de atentado con bombas Molotov. Su hijo no sería beneficiado con una eventual, ya que su detención fue posterior a la fecha que se maneja como límite en la propuesta: 9 de diciembre del 2020.

Antes de conversar con ella, es bueno manejar algunas cifras que entregan los organismos de familiares y organismos de derechos humanos. Según los balances más recientes, 77 personas están en algún penal del país por causas asociadas a las protestas del 19 de octubre de 2019 y a las posteriores. De ellas, 51 están en prisión preventiva, 26 cumplen condena y 34 no tienen antecedentes penales previos. De las 77 personas que al 4 de agosto de del año pasado permanecían detenidas, solo dos son mujeres. Todos son jóvenes. 

Todo ha sido abusivo

Paola usa la palabra de moda para definir la situación de esas dos chicas presas: “Ellas están invisibilizadas. Prefieren no ser vistas para no ser estigmatizadas, porque esta situación es muy marcadora, te parte la vida”, comenta, dando cuenta de sus intereses y su perfil. 

Feminista, vegetariana, ciclista, pequeña emprendedora (diseña bolsas y carteras de tela), separada del padre de su único hijo, el hoy encarcelado Nicolás, desde que el niño apenas tenía tres años. Vive en la comuna de Independencia con una pareja con la que lleva 10 años de relación y con la que había terminado, pero ahora volvió. 

Bonita, menuda, morena, de grandes ojos oscuros, el día viernes en que Nicolás fue detenido, ella estaba con él. Dice que habían ido juntos a mirar, a ver qué pasaba, a hacerse parte de las protestas por tres hechos que habían marcado esa semana de febrero de 2021. Enumera: “Fueron tres muertes, la del malabarista en Panguipulli, es la más notoria, pero hubo otra de un migrante boliviano en el norte y otra más en esos días. Nosotros nunca hemos militado en nada, en ningún grupo político, pero tenemos inquietud social, nos importa lo que pasa en nuestro país”. 

Dice que ambos se habían coordinado para ir a comprar a Patronato, que ella lo esperó en la Plaza Italia y que cuando se iniciaron los hechos nunca dejaron de estar juntos. De ahí en adelante, todo es confusión. En los hechos de esa tarde y en su propio relato. 

“La tarde de ayer viernes 12 de febrero se vivió en Plaza Italia y sus alrededores una de las jornadas de manifestaciones más violentas en lo que va del año. El saldo por el momento es de más de 20 carabineros lesionados, un furgón policial totalmente quemado y un número indefinido de detenidos”, leemos en una crónica periodística publicada al día siguiente de los enreverados hechos.

Los recuerdos de Paola son igualmente revueltos. “Carabineros empezó a tirar agua y a gasear. Un helicóptero volaba bajito. Un grupo obstruía el paso de Bomberos, cuando empezó a incendiarse el carro de trasporte de detenidos de Carabineros. Nicolás empezó a grabar y a sacar fotos con el celular y de pronto nos vimos rodeados por hombres vestidos de negro. Yo me sentí espectadora de algo muy irregular, y los tipos me apartaban, aislando a mi hijo. Yo les decía que era mi hijo, que no habíamos hecho nada, pero me pegaban en los brazos. Eran unas ocho personas, todas vestidas de negro, que lo subieron a una camioneta blanca, con vidrios polarizados, donde se lo llevaron”. 

Asegura que cuando quedó sola debió golpearse el diafragma para lograr sacar el grito, para sacar la voz. Desde entonces no ha parado de denunciar lo que no dice directamente que sea un montaje, pero sí considera literalmente “un secuestro”. 

-El sábado 13 de febrero, Nicolás fue formalizado y exhibido por televisión en las noticias del mediodía, sin ningún respeto por la presunción de inocencia. Se mostraban evidencias de que él habría quemado el vehículo de Carabineros, como ¡un encendedor, cuando Nicolás ni siquiera fuma! Yo me fui para adentro al ver todo eso. Dieron su nombre, profesión, todo y lo acusaron públicamente. Luego mi hijo me contó que lo habían engrillado, puesto el traje de imputado y lo hicieron bajarse y subirse varias veces del auto policial para grabar su imagen. Yo no quería que mi mamá, con quien vivía entonces Nicolás, viera eso. Mi papá había muerto en octubre de 2020 de un infarto en la casa, Nicolás lo había encontrado en el suelo, mi mamá aún no se repone de la pérdida. Han sido tiempos muy duros… y ahora esto. 

Este 12 de febrero, Nicolás va a cumplir un año en prisión preventiva. Su mamá se consuela con que “es un hombre entero, íntegro. Que ha mantenido la calma, la salud mental y la física. Lo ha hecho jugando ajedrez y haciendo gimnasia”. Comiendo la comida vegetariana que ella le lleva. Sometido a un régimen de visitas familiares cada 15 días de dos hora cada vez, lo que parece una restricción excesiva. Paola es su principal visitante. No ha visto a sus niños, porque Paola no quiere que pasen por lo mismo que ella. 

Que el sentido común sea un app

-¿Qué esperas que resulte de la Ley de Indulto?
-Mi aspiración es que sea una salida política. Un proyecto de indulto por humanidad. El noventa por ciento de los que siguen en prisión preventiva, como mi hijo, son gente sin antecedentes. A mí me da lo mismo el nombre de la ley: indulto o amnistía, el primero borra el delito, el otro, la pena. A mí lo que me interese es que mi hijo salga de la cárcel. Hay saqueadores confesos y comprobados que están cumpliendo penas domiciliarias y Nicolás lleva preso hace casi un año, sin condena, y yo sé que no hizo nada de lo que se le acusa, porque ese día estábamos juntos. Nosotros no somos una familia que tenga la cárcel normalizada. Nunca habíamos pasado por algo así. 

Cuenta que ayer la llamó la mamá de un chico que está condenado. “Estoy muy agradecida de tu hijo, me dijo, porque, gracias al Nico Piña, hoy Francisco está pensando diferente. Quiere estudiar de nuevo, una carrera deportiva. A Nicolás siempre lo destacan por su ponderación, por su calma. Así lo hizo Gendarmería cuando la senadora Fabiola Campillay y otros parlamentarios visitaron a los presos de la revuelta hace poco. O cuando fue el hoy presidente electo Gabriel Boric a la cárcel. Yo hoy pertenezco a una de las vocerías de la Asamblea Nacional de Familiares. Pasé de ser una mamá anónima a una persona muy pública. Eso al principio me dio mucho miedo. Cuando pasó todo lo de esa tarde horrible, en la noche, puse un tuit contando lo que había pasado con mi hijo. A la hora ya tenía 4.500 re-tuits”. 

Paola sostiene que hay un modus operandi común en la detención de su hijo y de muchos otros jóvenes que sigue en prisión preventiva, acusados de actos incendiarios. Afirma: “Todas las mamás coincidimos en que la forma en que fueron detenidos nuestros hijos tiene elementos comunes, como un grupo de carabineros cuyos nombres se repiten al que llaman Los Cazadores”.  

-¿Qué sueñas para tu hijo?
-Que salga libre y supere este proceso tan fuerte que le ha tocado vivir. Que retome su vida. Que logre encontrar trabajo, lo que me imagino no será fácil. Yo tuve mucho miedo al comienzo. Lloré mucho. Ya no. Nicolás ha sido muy estoico, se mantiene en buena forma, bien alimentado, pese a las condiciones de la cárcel. Yo le llevo todas las semanas sus hamburguesas veganas, con vitamina B7, que me preocupo de molerle bien. Cuando entré con un grupo de diputados a una visita de inspección al penal Santiago, lo que más me impactó fue lo pequeño de las celdas. Y las ventanas que tienen como un metro veinte de ancho y unos diez centímetros de alto. No son ventanas, son ranuras. Eso me impresionó. ¿Cómo miras el mundo así?

Paola evidentemente se siente orgullosa de Nicolás. Compara su situación con la de otros, como David. “Ese chico tuvo un intento de suicidio; no podía tolerar la cárcel. Otro recibió tres puñadas ahí adentro. A otro se le murió su madre estando preso”, relata. Pablo Walker asiente y comenta que otros han sido absorbidos por la delincuencia dentro de la cárcel. Que esa ha sido su manera de sobrevivir. 
Todo suena desgraciado. Insensato. Absurdo. 

Ambos coinciden en que “no se puede seguir fabricando presos en Chile”. El sacerdote Pablo Walker lo expresa así: “Lo que urge es que estos jóvenes salgan de la cárcel. Que haya investigación y reconocimiento de lo que hicieron, de lo que sí hicieron si es que lo hicieron. Hay que considerar que la mayoría nunca había cometido delito y están siendo una suerte de chivos expiatorios de la violencia, están como pagando el pato. Muchos análisis de las causas del estallido social coinciden en que en Chile se normalizó la idea de que sin violencia, no se escucha. Como sociedad debemos asumir la responsabilidad ética respecto de cómo hemos canalizado la rabia. La rabia justa por años de abuso, abandono, angustia. Y buscar juntos los cauces que permitan desactivarla. La prisión preventiva ha sido abusivamente utilizada en Chile y eso es inaceptable. 

-Pero eso viene siendo así desde hace años y por delitos menores, mucho menos visibles y vistosos que la violencia desatada durante y después del estallido social…
-He oído ese argumento, pero ¿sabes por qué es más grave la prisión preventiva ahora, en estos casos? Porque estamos en un contexto crítico y absolutamente crucial para el futuro de la democracia en Chile. Yo lo expreso así: Siempre ha habido listas de espera en los hospitales, pero ahora estamos en pandemia. Siempre ha habido personas en largas prisiones preventivas, pero ahora los que están los involucrados en acciones de protesta y resistencia a la desigualdad y pobreza que se ha mantenido durante años en el país, han sido criminalizados por parejo y asociados al delito. Para quienes son inocentes de lo que se les acusa se trata de un doble castigo y de un castigo anticipado que lo único que hace es alentar el síntoma de la inequidad: la protesta violenta. 

Paola asiente y de camino a su casa nos comenta: “Uno quisiera que el sentido común fuera una app de celular, algo que se pudiera bajar y activar, porque creo que es lo que más falta en este momento. Sentido común y humanidad para hacerse cargo de los temas complejos”.  

Léenos en Google News

Notas relacionadas

Deja tu comentario

Lo más reciente

Más noticias de País